Lo leí hoy en el avión de vuelta de Buenos Aires, en La Tercera. Era el título de una columna de política de Patricio Navia: «A falta de ideas, cuchillos». Por lo que entendí, la frase hacía referencia a las próximas elecciones del PS, tema del que sé poco y nada. Pero el título me dejó pensando en los días cinéfilos en el Abasto. «A falta de ideas, cuchillos». Se aplica a varias películas que vi, pero también a notas que leí, actitudes que vi, comentarios que escuché. En un festival como este, tan expansivo, en este espacio tan borgiano (lleno de nombres impronunciables y pasiones enciclopédicas que hacen difícil distinguir al erúdito del snob, al artista del mercanchifle barato, que los hay), donde vemos películas de las cuales jamás habíamos escuchado hablar, y a la media hora estamos citando… bueno, en un festival como éste, la reflexión es una tarea ardua. Hay poco tiempo entre taxis y funciones, y es verdad, hay mucha conversación, pero poca paciencia para escuchar al otro porque la cabeza la estamos ocupando para masticar nuestra propias ideas, digiriendo lo que ha sido proyectado en alguna sala perdida, siempre repleta, con demasiada cafeína en el cuerpo, y el estómago, o demasiado lleno o demasiado vacío. O calculando cuántos minutos quedan para entrar a la próxima función.
Me sorprendí ver toda esta polémica Quintín-«La Sagrada Familia», que partió ayer con un apurado intercambio de emails con los mabusianos, y que llegó a los diarios chilenos desde la superflua y oportunista mirada de El Mercurio (donde Fernando Zavala, en el apuro, escribe mal el nombre del crítico en cuestión) y Las Ultimas Noticias (que arma una nota que promete «polémica» entre el crítico y el director cuando, supuestamente, se crucen en el Diplomado de Cultura Audiovisual en la Universidad Alberto Hurtado, y que comete otro error: llamar a la revista digital Trabajos Prácticos, «su blog»). Por supuesto, ninguno de los dos medios hasta hoy había puesto atención a los comentarios de Quintín, ni siquiera cuando ha hablado con tal propiedad del cine de Raúl Ruiz, un director al que todavía en Chile no se toma demasiado en serio. Porque, claro, para los diarios el tema del día no se trata ni de Quintín, ni de Ruiz ni de Campos. Se trata de la carroña del día.
Más interesante es el intercambio epistolar entre Quintín e Iván Pinto, de La Fuga, que el crítico argentino ha publicado en su «blog» extensamente, a partir de lo que Pinto ha tenido que decir sobre Cristián Sánchez y Jon Jost. Pinto, que estoicamente resistió nuestros paternalistas y pasados de raya «consejos» en un post de este blog (y que se indignó porque, según recuerdo, no le gustó un documental de FIDOCS que a mi sí, y viceversa), ahora tiene una merecida línea directa con Quintín, y deja un comentario muy interesante sobre, lo que él llama, «el mercado de la mirada que validaría el crítico». Claramente, a un nivel crítico, los comentarios de quienes se dedican a este incomprendido trabajo tienen un rol del cual se habla poco. Allá está uno, viendo películas y escribiendo, y allá hay otro, que decide ver películas o evitarlas, por el proceso digestivo-intelectual que uno ha transformado en texto. (Allá, acá, en todas partes, hay quienes desarman esos textos, la mayoría de las veces mal leídos, para sus más oscuros intereses). Esta rara polémica Quintin-LSF de alguna manera es un ejemplo muy ilustrativo. Quintín dice de LSF:
La sagrada familia no es un avance sino un retroceso: es teatro filmado con una cámara que se mueve todo el tiempo y una ensalada de religión, I Ching, drogas, Shakespeare, sexo, en un contexto costumbrista que intenta imitar The Celebration, pero más bien recuerda las obras de la década del 60. No hay un solo momento de cine en La sagrada familia. Como muchos directores recientes, Campos parece haber crecido en un ambiente huérfano de toda cultura cinematográfica, reemplazada por la vehemencia de algunas formas poco sofisticadas del teatro y las técnicas mal aprendidas del videoclip. Una película muy mala, subestándar.
Eso es básicamente todo lo que dice. Reduce la película a polvo y luego sopla con fuerza. A mí el comentario me pareció apurado, poco aclaratorio en sus reflexiones, acaso reduccionista, y esto fue lo que escribí a los amigos mabusianos en un correo:
Creo que, por lo menos, LSF es la mejor película chilena que nuestro cine está preparado para hacer en esta epoca llena de tics y pasos en falso. Así de facil. Decir que sea «teatro filmado» no es un comentario muy elaborado que digamos. Hacer conexiones con La celebración me parece también una primera lectura apurada, comentario de boletería. Faltó poco que le pusiera estrellitas. Reduccionismo for dummies.
Ahora, lo que dice Quintín del cine de los sesentas es real… pero dicho en tono despectivo es casi para la risa. LSF es sesentera. Supongo que Quintín quizas conozca al primer Ruiz, pero no está muy al tanto de Sergio Bravo o Pedro Chaskel o Patricio Kaulen. No es su culpa, me imagino. Muchos chilenos y críticos de cine chilenos no están muy al tanto de Sergio Bravo o Pedro Chaskel o Patricio Kaulen. Directa o indirectamente, LSF es tributaria de ese cine. Eso no la hace mejor ni peor. Solo hace que sea más notorio el apurado comentario de Quintín.LSF está muy lejos de ser una película absoluta, maestra, imperecedera. Si este fuera el calibre de las opiniones que escucho, quedaría muy asustado. Pero decir que es «teatro filmado» es una bravuconada (como todas las lindas bravuconadas que Quintín hace a menudo, que lo hacen tan punkie y admirable, mal que mal), y no nos engañemos, una bravuconada de últimos días de Bafici. Esto hay que explicarlo: es de esos rugidos mezclado con el sueño de la función de prensa matinal, cuando todos están agotados por las largas sesiones cinéfilas, y eso se agrega a ese síndrome de abstinencia que produce Bafici cuando han pasado muchos días y no has visto ninguna película que te haya dado vuelta la cabeza.Claro, tampoco soy crítico de criticos. Puede que solo haya pasado que no le gustó y no tenga mucho que decir. Y allá Quintín.
El tema se conecta además con el reciente intercambio de columnas entre Ascanio Cavallo en El Sábado, y una respuesta de Carlos Flores, director de la Escuela de Cine de Chile, escuela donde estudió Campos, en el sitio de Voraz, y recopilada en el blog del director.
Ocurre, entonces, que cuando faltan las ideas (falta la argumentación, falta la reflexión crítica) aparecen los cuchillos. Y los cuchillos, aquellas frases filosas que si son leidas con detenimiento, se hacen difíciles de dilucidar (¿qué es eso de «no hay un solo momento de cine en LSF», como dice Q?) queda en el lector la tarea de «completar» la crítica con sus propias elucubraciones, elucubraciones que a algunos directores hace caer en la paranoia: «este crítico está destrozando mi película por otras razones».
Hago esta reflexión, aclaro, porque es necesaria hacerla a un nivel crítico y profesional. Me hace recordar el reciente intercambio de opiniones del guionista Julio Rojas con Alejandro Fernández por la crítica de este último en Mabuse a propósito de «En la cama». Julio Rojas envía primero un mail divertido y self-depricating a Mabuse, y más tarde envía otro, más en serio, y obtiene, a cambio, una interesante nota aclaratoria de parte de AFA, aclaratoria no tanto de su argumentación, sino más bien de sus supuestas intenciones ocultas para haber escrito lo que escribió.
Lo que me lleva a pensar que 1) los críticos son incompredidos solo por las fallas en sus capacidades argumentativas; 2) los críticos son incomprendidos porque son leídos apuradamente y, a menudo, sacados de contexto, y/o 3) los críticos son incompredidos por la poca capacidad autocrítica que tienen los autores respecto a sus obras.
Hay aquí, entonces, como en todo problema de comunicación, una responsabilidad compartida. Convengamos que hay pocos, muy pocos, críticos que hagan reflexiones dignas de estudio. E incluso estos críticos, como ocurre con Q con LSF, pero también con Q con otras películas, no se entregan con similiar pulcritud a todas las películas. Y en esos casos, por falta de tiempo, por falta de rigor o simplemente por hastío, la falta de ideas se transforma en cuchillos.
Los cuchillos son un arma que los críticos tienen, tenemos, a mano muy a menudo. No digo que deban hacerse críticas «respetuosas», o «neutras», casi pidiendo disculpas por tener opiniones polémicas. Las polémicas alimentan el debate, siempre sano, no importando cuan irreconciliables sean las posiciones en conflicto. Digo, creo, que como dice Pinto, cada crítico es un promotor de cierto «mercado de la mirada», de su propia mirada. Y muchas veces, para defender ese «producto», muchas películas deben soportar los cuchillos.
Por lo menos, según he visto, así funciona.
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Tengo más cosas que decir, pero ahora quiero acostarme. Saludos.
2 respuestas a «Informe de BAFICI 2: A falta de ideas, cuchillos»
Hola,
Muy buena tu crítica a «Kiltro» en Mabuse, primera película chilena que me despierta curiosidad en mucho tiempo. No tenía donde comentártelo, así que lo hice acá.
Otra cosa: qué desilusión lo de «Keane». Me acaba de llegar el DVD y todavía no lo veo, pero espero que no se me desmorone al igual que a tí.
Por último: gracias por lo de «gran».
Saludos.
Puta, Gonzalo… si no estás dando clases ya, deberías. Teoría de la Crítica Cinematográfica. Y todos los pendejos se callan ahora! Afuera se fuma! jeje