Después de éste, mi segundo día de BAFICI, ya comienza el agote de enfrentarse a funciones agotadas. Es impresionante. Basta desear una película para que no queden entradas… ¡a las 11 de la mañana! Como sea, he aqui las mini reseñas de mis películas del día 2:
«Pinochet y sus tres generales»: El español José María Berzosa viaja a Chile en 1976-1977 y logra conversar con los generales de la Junta, en el calor de sus hogares. Tenemos así, a Mendoza transpirando nervioso cuando le preguntan por sus libros favoritos, a Leigh confundiendo a Cortázar con Vargas Llosa, a Merino practicando golf y pintando oleos, y a Pinochet estayando en furia cuando le hablan de la Democracia Cristiana. Los testimonios se intercalan con los ingenuos y esperanzados testimonios de familiares de DD.DD. en la Vicaría de la Solidaridad. Aunque ya exhibido en Valparaíso y FIDOCS, siempre es una sorpresa ver tanta desfachatez. Si hubiera en Chile un canal de tele atinado lo compraría para ser exhibido para cuando muera Pinochet.
«Sylvie Guilliem au travail»: La famosa bailarina de ballet francesa grabada a mediado de los ochentas en sus ensayos, como si fuera una actriz de cine mudo: no dice palabra. Quien la filma es un snob pero enamorado admirador, quien descubre mientras la admira que «la intelegencia es un músculo».
«David Cronenberg: I have to make the world to be flesh»: Parte de una serie de la TV francesa de retratos de directores (misma serie de la cual el BAFICI anterior exhibió un seguimiento a Abel Ferrara), este David Cronenberg es encerrado en una pieza oscura frente a pantallas de televisión que muestran escenas de sus películas. El entrevistador no es muy listo, pero Cronenberg es un astro humilde, que sabe lo que pesa su cine, y da cuenta de su interés por el cuerpo humano, a su entender, la única evidencia de que existimos.
«Me and my brother»: Se hace una retrospectiva del experimental norteamericano Robert Frank. Esta es su primera película, que combina a Allen Ginsberg con la historia de un tipo y su hermano esquizofrénico, con la película que hacen sobre ese hermano esquizofrénico, con un actor que debe repreentar al hermano esquizofrénico, con Christopher Walken. Un delirio en blanco y negro, agotador como todo delirio, pero bien filmado.
«Mondovino»: Hasta el minuto, mi preferida de este festival. Jonathan Nossiter sale a visitar a los principales productores de vino del mundo, y nos cuenta una teleserie desconocida: la de la globalización del vino, donde la marca (muy propia de la cultura anglosajona) es más importante que la tierra donde se produce (denominación preferida por los latinos), donde las barricas de robles (y su vainillización, el sabor a vainilla que produce) ha dominado el mercado desde Estados Unidos, con una multinacional hambrienta, y la ayuda ingenua del mayor critico de vinos del mundo (Robert Parker) y un Michel Rolland, un consultor del vinos que viaja por el mundo asesorando viñas. Ellos son la armada ante la cual los productores del mundo o se rinden, o resisten. Filmada en Italia, Francia, Estados Unidos, Brasil y Argentina, la cinta es también un retrato de familias, de padres e hijos, de maridos y esposas, de cuadros polvorientos en las paredes y perros dentros de las casas. Sin voz en off y de múltiples lecturas, «Mondovino» va más allá del buen sabor en la boca inicial. Como los vinos de antes.