Categorías
DOCUMENTALES FESTIVALES DE CINE

REPORTE DE BAFICI 4 y FINAL: Hasta el último aliento

Nine songs, Le loup et l’agneau: Ford et Hitchcock, Tin tin et moi…

Terminado el festival, la sensación para un cinéfilo venido de Chile es de perdida. Pérdida por las películas que no se alcanzaron a ver («El mundo gira», «The forrest for the trees», «The world», «Domicilio privado», «Fallen», «A dirty shame», por nombrar las más comentadas entre los 292 largometrajes que se exhibieron), pero sobre todo, de sentir que de vuelta a Chile, un cine como éste, y las conversaciones salidas de estas funciones, son necesarias. En verdad, la capital argentina el snobismo se toma con café (la retrospectiva de Chantal Ackerman fue particularmente criticada), pero al menos la fiesta cinéfila y la sana competencia por agarrar la mejor película y tener a alguien cercano con quien comentarla son emotivos eventos que Buenos Aires sabe crear. Con todo, los balances son positivos, los recuerdos duran años, la fuerza de ciertas imagenes quedan a fuego. El Bafici, a pesar del fantasma de Quintín, sigue vivo. Ya habrá tiempo para seguir comentando la experiencia completa. Por ahora, la última parte de las películas que agarré (y aprovecho de comentar) de este festival:

«Van Gogh a Paris: Reperages»: Según recuerdo de mis clases con Justo Pastor Mellado, Van Gogh es uno de los pintores más sobrevalorados de era moderna. Este documental-ensayo de Laberthe, no es un ataque ni una apología: entra a descubrir la pintura de Van Gogh a partir de unos zapatos extraviados, a partir de los pensamientos surgidos en una bar, de las fachadas de las casas donde vivió, y por cierto, hace una espesa crítica a los fríos museos, los turistas y la experiencia pictórica derivada de ello.

«Prefaces: Bruno Schulz»: Sigue Laberthe. Ahora, es el escritor y pintor polaco de la primera mitad del siglo XX el foco de su interés. Ficcionando su proceso creativo, con retratos de mujeres desnudas, fragmentadas por la perspectiva de la cámara, releyendo sus textos, hundiéndose en su compleja persona, Schulz brilla por aquello que debe brillar: su escritura.

«Le loup et l’agneau: Ford et Hitchcock»: Una excelente caluga: Dentro de «Cine de nuestro tiempo» ahora los retratados son los dos principales cineastas del siglo XX: John Ford y Alfred Hitchcock. Laberthe se juntó con ambos en Los Angeles, en la década del sesenta, con apenas una semana de diferencia. Hechas las entrevistas, al francés le parecieron fallidas. Años después, las volvió a ver y decidio armar una película con ambos, que estan en polos opuestos (pero que se terminan juntando) en la manera como entienden el cine. Vemos a John Ford, sentado en una cama, con una pésima cámara hecha por el actor cassavetiano Seymour Cassel, a falta de un camarógrafo mejor. Ford es Ford: rehuye todas las preguntas, habla segmentos en francés, trata de pasar un buen rato hasta que se aburre. Laberthe no incluye ningún montaje en la entrevista: es material de cámara puro y duro. Con Hitchcock, lo vemos elegantemente sentado en una oficina de su estudio, diseccionando la hoy polémica secuencia del avión de «Intriga internacional», repitiendo sus analisis ya hechos para Truffaut, Bogdanovich y recogidas en los estudios de Robin Wood y la biografía de Donald Spoto. Hitchcock queda retratado como el gordo demasiado lleno de sí mismo, pero al mismo tiempo, como un profesor invaluable, y este puede ser un primer gran acercamiento para quien no lo haya conocido. Eso sí, en la inevitable comparación, Ford le gana por paliza.

«Soy Cuba, el mamut siberiano»: Toda película merece un making of. Y especialmente esta, LA película de la revolución, tan revolucionaria que terminó por espantar a los propios revolucionarios, tanto cubanos como rusos. Este documental hecho por un brasilero recoge la historia no contada de este clásico (irónicamente, hoy casi desconocido en la propia Cuba), habla con sus protagonistas sobrevivientes, da cuenta de los trapecismos que la hicieron posible (como el dato de que en ella se ocupó el mismo tipo de película que los rusos usaban para sus misiones espaciales, y cuyo director se vendaba los ojos por horas para poder «ver» sobreexpuesto), y la rescata del olvido entre sus pares. Como documental tiene pocos recursos, pero como documento es invaluable.

«9 songs»: De Michael Winterbottom (de quien por fin se estrenará en los cines chilenos «24 hour party people», con el título «Manchester, la fiesta interminable») siempre se tienen altas expectativas. Lo que es curioso, porque es un director simpático, amable, pero de talento limitado y cuidadosamente administrado. Esta, su última película, es como si se hubiera adelantado a la trama del próximo libro de Nick Hornby: es una historia de amor con mucho sexo -con varias escenas explícitas, la verdad- interrumpida por nueve canciones en vivo de grupos británicos, como Primal Scream, Black Rebel Motorcicle Club, Super Furry Animals y The Dandy Warhols. La queja habitual de algunos espectadores era que los conciertos estaban mal filmados (no me pareció, pues estaban desde el punto de vista de nuestros protagonistas, presentes en esos conciertos), pero la película tiene un tono cercano, vital, tan de piel, tan profundamente melancólico, que dan ganas de recomendarla, disfrutar la música, disfrutar el sexo y compartir la pena.

«The Rapsberry Reich»: Siguiendo con el sexo, esta es una película del extremo Bruce LaBruce, un manifiesto homo-porno-marxista, una rareza y una fiesta. Producida por una compañía que se dedica al porno gay, la trama sigue a un grupo de revolucionarios marxistas, comandados por una divertida y severa dominatrix, que plantea que la verdadera revolucion es la revolucion contra la heterosexualidad, que debemos acabar con la dominación capitalista con el activismo de las armas y el sexo. Los mensajes literales se cruzan en grandes letras en la pantalla toda la película, un efectivo método de concientización. Qué decir: total.

«The tune»: Bill Plimpton presentó este largo demente y sicódelico sobre la creatividad y la música. Un simpático personaje debe encontrar la manera de terminar su canción de amor para ser aceptado por un magnate de la industria disquera… pero nada se le ocurre. En eso, se pierde en el camino y llega a un alucinante pueblo donde todos inventan canciones como si nada. Bella y divertida.

«Guard dog»: ¿Piensan los perros cuando ladran? ¿Y si piensan, qué piensan? Este corto de Plimpton es otro deleite, un gag perfecto.

«La vereda de la sombra»: Televisivo documental argentino, para argentinos, sobre un tipo que tuvo un interesante programa de entrevistas en televisión a comienzos de los noventas, y murió tempranamente. Una película para mantener vivo un culto de un tipo algo egomaníaco.

«My father is an engineer»: Debo confesar que no había visto ninguna del francés Robert Guédiguian. Aunque tengo entendido que en Chile ya se había exhibido su «Marius et Jeannette», y había escuchado que el marsellés es conocido por hacer un cine cercano a la clase trabajadora y sus predicamentos. El comentario generalizado fue que esta no estaba entre sus mejores: una mujer, luego de un shock nervioso, ha perdido el habla y no logra comunicarse. Al parecer, sigue imaginando. Su único enamorado del pasado, hoy un ministro de salud, la visita y recuerda los tiempos en que ambos tenían ideales. Interesante, pero -no quiero ser superficial- musicalizada con enervantes temas sacados de la parrilla de radio Infinita. La lección: buscar sus películas anteriores.

«Como un avión estrellado»: La segunda de Ezequiel Acuña («Nadar solo») es otra historia de extravío adolescente, pero con el detalle de la incomunicación esta vez puesto sobre un chico que gusta chica, pero no sabe como decirle. Acuña tiene mano firme para construir personajes y hacerlos caminar por el abismo interior que se vive antes de cumplir los 25 años (es decir, un abismo moral más de forma que de fondo). Manuela Martelli es el interés amoroso del protagonista (un chico de 17 que podría ser el próximo Ethan Hawke) y se llevo buenos comentarios («una mágica presencia», dijo un crítico de Clarín). Mal que mal fue con justicia, la ganadora de la competencia argentina del festival. Acuña decía que quiso filmar en Valdivia, pero le pusieron tantos problemas y le dieron tan poco apoyo, que tuvo que desistir. That’s so Chilean.

«The wayward cloud»: Qué decir. Al parecer, en el futuro habrá poca agua, y sobre esa fantasía, el taiwanés Tsai Ming-Liang («Good bye, Dragon Inn», «El río») retoma personajes de sus películas anteriores, plantea la alienación a partir de la pornografía, rehuye de los sentimientos, y llena el mundo de sandías, humedas, rojas, jugosas y sexuales. Por si el espectador pierde interés, unos feos números musicales salidos de la nada tratan de cautivar (y darle material de interpretación) a sus seguidores. Película confundida por naturaleza.

«Grey gardens»: Dentro de la retrospectiva de los hermanos Maysles («Gimme shelter», que también fue exhibida) este documental bien podría ser una lección sobre como respetar a tus protagonistas, no importa lo dementes, extremos o excéntricos sean. La película es un seguimiento-visita a una octagenaria señora y su hija, familiares de Jackie Kennedy-Onnassis, que viven en la pobreza material y espiritual, alejadas del mundo. Con curiosidad y respeto, podemos ver la cara de los directores en un momento clave e inolvidable: cuando repentinamente deben mover la cámara para no mostrar las partes pudendas de la octogenaria, y le apuntan a un espejo. Indispensable.

«Outfoxed: Rupert Murdoch war on journalism»: El documental denuncia, el algo paranoico pero socialmente responsable subgénero que ha crecido en las tierras abonadas por Michael Moore, llenaron las pantallas de este festival. Como películas no resisten mucho, pero son los noticiarios que no nos dejan ver, y por ello valen. Esta es el terrorífica constatación de que Rupert Murdoch, el magnate mediatico del mundo, controla y tergiversa la realidad con su canal de noticias del cable que compite mano a mano con CNN, Fox News. Groseramente facho y pro Bush, Fox News es una caricatura en sí mismo, y el documental denuncia, da pruebas, analiza y se lamenta. Los espectadores también, y quedan todos felices y aterrados por igual.

«Screaming men»: Si seguimos con los reducciones, acá tenemos otro subgenero del documental: el de excéntricos pueblerinos. Este se trata de un grupo de tipos escandinavos que arman un coro de hombres que no cantan… gritan. Y así, recorren el mundo. Divertido, pero no demasiado.

«Undertow»: Tampoco había visto nada del nuevo niño maravilla indie norteamericano, David Gordon Green («All the real girls», «George Washington»), un tipo de mi edad a quien han caricaturizado como un Terrence Malick wannabe. Pues bien, este filme esta producido por el mismisimo Malick, y la película tiene efectivamente un aire wannabe, algo pesado considerando que ya es su tercera cinta, y tiene créditos y planos copiados de múltiples cintas. Curiosamente, nada muy empático vive aquí, y a diferencia de las películas setenteras, todo se toma extremdamente en serio.

«Géminis»: El primer largo de ficción de Albertina Carri (una chica que podría ser la versión directora de cine de vocalista de «El otro yo» y que dirigió la aún inédita en Chile «Los rubios») está seleccionado para Cannes, pero es de esas películas conservadoras disfrazadas de rupturistas. Una mina muy bella se enamora de su hermano y se genera la tragedia en un hogar cuico bonarense. Predecible y con un muy odioso y plano personaje de la madre que… se vuelve loca al final. Los tipos que seleccionan en Cannes están muy perdidos. Nota trivial: en la ceremonia de premiación del Bafici, unos tipos interrumpieron la ceremonia (que se hizo en el mall Abasto) lanzando unos panfletos que decían algo así como «Carri Ladri: ¿cuándo le vas a pagar a los técnicos de Los rubios? ¿O vas a seguir haciendole los números al fondo del cine?». En fin: efectivamente en TODAS partes se cuecen habas.

«Tin Tin et moi»: Hergé, el desconocido y hermético creador de la tira cómica Tin Tín, comúnmente acusado de nazi y colaboracionista por los de gatillo fácil, es mostrado en lo que debe ser la única entrevista en extenso que dio en su vida. La interesante relación entre sus dibujos, su arte y su vida, está mostrada con afecto y sin sobreprotección. Cuando Hergé se separó de su esposa, fue solo entonces en que él fue el verdadero Tin Tin. Para ver en Chile.

«Hell on wheels»: Un profundamente latero documental sobre el tour de France, confuso y carente de personajes. Una perdida de tiempo tan autocomplaciente que dura más de dos horas. Yo apenas aguanté 30 minutos. Y con ese trago amargo, como un café ácido después de una opípara comida, terminó mi Bafici. Cada espectador vive el suyo. Y todo cinéfilo tiene derecho al suyo. Por lo pronto, la lucha cinéfila en Chile, como en la película de Bruce LaBruce, es urgente y debe ser radical. Ya veremos una forma de comerzarla.

Por Gonzalo MAZA

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *