Mañana es el Primer Día Nacional de la Fotografía, como pueden ver en el poster. Pongo aca la info porque como parte de esa celebración, se mostrará mañana a las 11:30 hrs en la Cineteca del Centro Cultural Palacio La Moneda una sinopsis (o compacto) de «La ciudad de los fotógrafos», el documental de Sebastián Moreno que está en etapa de postproducción, y que es un paseo a la generación de fotógrafos de los ochentas, como Alvaro Hoppe, Claudio Pérez, Pepe Moreno, Paz Errázuriz, Luis Navarro, Jorge Ianiszewski, agrupados en la AFI o Asociación de Fotógrafos Independientes. Recordemos que la fotografía y el documental de esa época resurgen en conjunto con un hecho escalofriante: el descubrimiento de los hornos de Lonquén en 1978, que es el primera constatación indesmentible y pública de la existencia de detenidos desaparecidos en el regimen de Pinochet. Luis Navarro sacó las fotografías de esos hornos, e Ignacio Agüero hizo su primer documental del mismo tema («No olvidar», 1983). Ambos, paralelamente, con un mismo hecho comenzaron resurgimiento de estas dos disciplinas que estuvieron calladas por tanto tiempo. Sus trabajos eran urgentes y fueron usados hasta como pruebas en procesos de detenidos desaparecidos. Bueno, ya saben: mañana en la Cineteca, cerca del mediodía. Disclaimer: «La ciudad de los fotografos» fue mi último trabajo como Productor Ejecutivo de un proyecto. Lo conozco de cerca.
****
Siguiendo con el CCPLM, comenzó ayer ahí la exposición de Nicanor Parra, la que se supone iban a censurar, pero la directora del centro Morgana Rodríguez se opuso a esa censura, y al final, la echaron de una manera muy fea e impresentable. Como sea, como con echarla el tema salió a la luz pública, al final tuvieron que montar de todas maneras la exposición, y poner a Ignacio Aliaga, actual director de la Cineteca, como director interino del Centro. Yo sé, yo sé, esto es noticia de la semana pasada, pero como estuvimos sumergidos en SANFIC recién ahora uno puede comentarla, ya que abrió la exposición con esos presidentes en la horca bajo el lema «El pago de Chile». Parra no es santo de mi corte, pero acá van unos links interesantes: uno, una entrevista a Ignacio Echeverría en la revista de Libros de El Mercurio, donde el crítico-que-descubrió-a-Bolaño habla de las Obras Completas de Parra que lleva preparando desde hace dos años (lo que me hace sospechar que este debe ser el país que más entrevista a Echeverría, incluyendo a España); y dos, el blog de Fortuño que habla de lo agotado que lo tiene Parra y sus cultores. A lo que agregaría estos comentarios de Busco Algo Barato respecto al silencio colaboracionista de Parra en su puesto en el Departamento de Estudios Humanísticos de la Facultad de Ingeniería. Si alguien sabe algo, pide BAB, «porfa escriba correos».
****
Y para terminar con la chicha… ¿Escuché bien? ¿Que Patricio Fernández renunció como director del The Clinic?
****
ADDENDUM / SAB 19 AGO 2006 / 8:55 AM: Alfredo Jocelyn Holt en su columna en La Tercera se suma al bando de los anti anti-poeta:
Hace rato que Parra se remeda. Esto, me temo, porque está convencido de que el poeta debe ser una especie de «energúmeno», un sujeto estrambótico, extravagante, suerte de entomólogo que anda a la «caza de bichos» sueltos (frases, dichos, habla popular), que luego, tras pillar y coleccionar, proclama a los cuatro vientos cual bomba de racimo.
****
ADDENDUM / DOM 20 AGO 2006 / 11:31 AM: Paulina Urrutia dice hoy en la portada de Artes y Letras que «aquí hay una persona [Morgana Rodríguez] que fue despedida por razones administrativas. No es una decisión de la ministra, sino que del directorio completo. Y no tiene nada que ver con la exposición de Nicanor Parra ni sus contenidos». Sin embargo, Morgana Rodríguez rompe su hermético silencio periodístico de los últimas semanas, y desmiente a Urrutia en un recuadro en el mismo Artes y Letras y en Reportajes de La Tercera. Dice Morgana:
«Le mostré la obra a la ministra el miércoles dos de agosto, ahí se la mostré impresa, porque ya habíamos estado discutiendo la idea de la obra. Un mes antes Nicanor la había presentado y ella me dijo que había que sugerirle que no la hiciese porque ‘iba a complicar a mucha gente'». Según cuenta Rodríguez, ella le comentó esto al antipoeta quien lo pensó por unos días. «Pero después me dijo que no le parecía y eso es lo que yo le digo a la ministra, que a Parra no le parece y que a mí tampoco me parece y que este tema había que estudiarlo. Yo no podía estar pauteando al artista y diciéndole lo que puede o no hacer y lo que puede o no decirle a la prensa. Entonces le digo que hay que tratarlo en el directorio, pero ella me responde que esto ‘es muy delicado y hay gente del directorio que no lo puede saber'».
«En el mismo momento en que la ministra me estaba despidiendo, la Colombina y Hernán (la hija de Parra y su pareja, curadores de la muestra) estaban firmando el contrato con un abogado en otra oficina», cuenta Morgana Rodríguez.
«[El CCPLM] De ser el hoyo en la tierra que yo recibí, el museo se transformó en el centro cultural más importante del país. Creo que se abrieron apetitos de todo tipo. A mí me eligieron tras ganar un concurso público. Ahora el futuro director ejecutivo y el gerente general va a ser designados directamente».
La institucionalidad cultural tiene estos vicios: cree por hacer su trabajo de apoyar la actividad cultural, luego puede dominarla. Ayer estuve en el CCPLM y la exposición me pareció nada especial (pero ya saben, ese soy yo). De hecho, esos presidentes colgados, ironía sobre ironía, no tiene nada de irreverente sino que todo lo contrario. Es una sobada de lomo a la clase política de la historia de Chile, como diciendo «pobrecitos ellos los políticos de Chile que tanto les hemos hecho sufrir». Me encontré con Becerro, Antonio Becerro, y comentábamos que la salida de Morgana Rodríguez fue tan violenta y escandalosa como la de Nivia Palma hace unos años, por defender la obra «Prat». Son escándalos bien similares: de nuevo un discurso incómodo para la institucionalidad, para el burócrata que no quiere perder su puesto, y que decide acallar una obra sin comprenderla ni haberla visto. De nuevo, la violencia histérica del poder mal manejado. «En Chile todo se hace a medias», me decía Becerro. «Esa es la gracia de este país». Bueno, este es un caso: hasta la operación política de echar a MG la hicieron a medias. En fin. Cuando nos despedíamos Becerro me dijo que leyera una nota que había escrito para la exposición en La Nación Domingo. Hoy la leí y me parece que Becerro tiene un punto:
Para mí, el mismo Nicanor es la obra. Me pregunto qué sería de estos artefactos sin su presencia. Neumáticos y computadoras apilados como escombros descontextualizados ¿Cuál es la idea del objeto encontrado e instalado aquí? ¿Cuál es la instancia de ordenación, el texto, la originalidad, la ironía? No lo sé, por cierto. Yo me quedo con “Hojas de Parra”, “Obra gruesa” y otras cosas que leí en el colegio.
Prefiero el sujeto poético más que el objeto poético. No sé, pero no me gusta poner poesía donde no la hay. Además, la metáfora y el chiste fácil de Nicanor ya lo conocemos. Por eso digo, con el debido respeto: ¿qué sería de toda esta gente, de estos ignorantes admiradores sin este hombre imaginario? Formulada la pregunta, me fui de inmediato.
18 respuestas a «ATAJOS 18/8: Día de la fotografía, Parra, Clinic»
hay versiones encontradas sobre esto, La Segunda publicó el lunes o martes una extensa nota (no encuentro el link) donde decían que la salida de la directora era por un tema de mal manejo administrativo y de personal del centro.
veamos qué más sale.
cirio
De un tiempo a esta parte hablar mal de Parra (aunque no se haya leído su obra, como confiesa Fortuño) está de moda. Es decir, no de moda-moda, que eso es para los funcionarios de gobierno y los chascones que lo siguen a la playa, pero casi. Lo mismo pasó con Bolaño, que era ultra top a fines de los 90 cuando nadie lo conocía pero que ahora que se hizo conocido y famoso y hay premios con su nombre como que se volvió medio rasca, no?, que atroz, si venden sus libros hasta en los supermercados!!! No está de moda hablar mal de Bolaño y de Parra, pero casi.
¿Por qué todos compran lo que La Tercera publicó sobre el despido en el CCPLM? Todo indica que nunca hubo intento de censura. ¿Creen, de verdad, que Paulina Urrutia (a quien una vez vi sobre el escenario practicando fellatio sobre Luis Gnecco, creo, por exigencias del guión) se va a preocupar por unas marionetas con caras de fotocopia?
en q obra y año practico fellatio?
Me cae mal ella…la ministra cultura peca de intelectualoide y se pelea con los programas de la tele porque cree que son poco culturales, cuando es la tle nuestra de cada dia la que «educa» a los jovenes y en lugar de pelear debiera ver mejor como usarla para bien…me cae mal la ministra y no hay nada que hacerle…ademas me cae bien Parra y eso es una hecho irremediable
Puros pelambres! la true story debe estar bordada como un conjunto de cruces puestas hace mucho rato y por mucha gente, sobre el nombre de la Morgana..y seguro que la Ministra ni se enteró..Y ya que es un blog de películas, para inventarnos mejor las causas, vean Lucky Number Slevin..película apta hasta para no-entendidos-en-política.
2 cosas:
Está bien el juego algo repetido de desacralizar a Parra. Es chiste viejo, eso sí, que empezó -me parece- el 94 con la celebración de los 80 y su canonización secular. Es raro igual que becerro diga lo que dice cuando los poemas que le he escuchado -en su perrera- son justamente malas copias parrianas.
es un juego muy chilensis. quizá los argentinos lo jugarían distinto: no es el mejor parra, pero es nuestro parra, creo que sería el tono de la nota de página 12.
Lo de la jocelyn ya es insufrible. la pedantería de este tipo es intragable y le ha sumado en el último tiempo una batería de opiniones sin argumentos, propias de la farandulitis televisiva. estaría bien puesto como comentarista de sqp .
El otro tema es -por favor corríjanme- si el programa «cultural» del 7 con góngora a la cabeza comentó la salida de morgana.
nuesto endogámico red set en aprietos.
ta ta ta taaan
Otro sí. Quien es capaz de comenzar una crónica con una joyita del tipo: «Partí a la inauguración de Obras públicas, de Nicanor Parra, con una chica muy guapa y divertida. Estacionamos en el primer subsuelo del palacio…» no tiene autoridad ni moral ni estética para juzgar el emperifollamiento, arribismo o liposucción del prójimo.
A ver, a ver, paren la chacota. Resulta que todos los perlas, los reyes de la crítica, que se sacan los ojos en este blog, se me volvieron argentinos, ¿ah? Y están todos con los pelos parados porque alguien osa hacer una crítica, mínima, por cierto, al Dios Parra.
¿Acaso a Parra hay que ponerlo en la mesita de luz? ¿Y decirle que bueno a todo? No me parece. ¿Quién dijo que lo que hacen los argentinos (quienes idolatran a sus artistas hasta el hartazgo) es algo bueno? ¿se supone que ahora cualquier babosería que hagan «los abuelos» hay que aplaudirla y automáticamente levantar el brazo derecho como si uno estuviera cantando en un estadio? No me parece.
Acá somos un país amargado y eso, aunque nos cargue, no sale con jabón Dove. En Chile, ser malcriado es ser patudo. Es creerte mejor que el resto. Eso acá es muy mal mirado. «Y vos, ¿qué te creís?». Acá nadie malcría ni a los niños ni a los viejos. Somos todos iguales, mierda. Es esa aspiración, en el fondo democrática, la que hace que los cabros chicos malcriados sean mirados con recelo por las viejas que están paradas en la fila de los bancos.
En Chile, a los viejos tampoco los malcrían. Los viejos se mueren solos en sus casas vacías, y si se quejan, su queja es un murmullo que nadie escucha mucho.
No defiendo esto. Solo lo describo. Aunque hay algo que no me parece tan malo: me gusta pensar que el espiritu crítico no tiene edad ni nacionalidad. Si no me gusta lo que hace Antonioni en «Eros», ¿lo voy a encontrar bueno porque tiene 91 años? No. De hecho, si lo encuentro bueno entonces estoy diciendo que nunca caché nada de lo que Antonioni hizo antes. La acrítica hace turbio el discurso.
Demás está agregar que las actitudes patrioteras de «valorar lo nuestro» solo porque, vaya, es nuestro, no llevan a nada bueno. Esa actitud es la que tiene a Charly García convertido en lo que está convertido. Un amigo tenía la teoría de que los artistas argentinos envejecen peor que los artistas chilenos precisamente por eso. Si te quedaste a vivir en Chile y tienes talento, en Chile no te malcriamos. Al revés, te damos tan duro con nuestros pelambres y mala onda (y ojo, a veces, genuina crítica) que envejeces mejor. Llegas con el cuero duro a viejo. Pura fibra. Sobreviviste el infierno. Te lo ganaste.
Ahí está Charly y ahí esta Parra.
Parra se ve mejor.
Algunos, por supuesto, no aguantan con este estilo de vida y se amargan. O se suicidan.
Y los demás artistas lo único que quieren es tener el suficiente éxito para vengarse con su sonrisa de todos los picantes que le hicieron la guerra en el camino. José Miguel Varas, ayer, era uno de esos: parecía un cabro chico con dulce.
Pues bien, lo único que les pido es que no me odien por decir estas cosas. Yo no inventé esto. Este país es así. Somos así. Pesados. Descreídos. Criticones en exceso, a veces, criticones a medias, y la mayoría, como los arriba firmantes, culposos de nuestra criticoneidad.
No nos vistamos de argentinos ni de cualquier otra nacionalidad. De hecho, ni siquiera vistámonos demasiado de chilenos. No es necesario: se nos sale solitos.
lo cual no quita que parra tenga un largo expediente de salidas geniales en su curriculu.
disculpen el off topic, pero la muerte de maximo carvajal si que me resulta un acontecimiento impactante.
recuerdo “historietas” suyas en la revista rocket *de la cual de niño tuve un tomo con todos los numeros empastados comprado en valparaiso que cometi el error de prestarle a un pololo de mi hermana que me cayo bien pero que duro con ella menos que un candy aunque esa es otra historia* , historias de astronautas existencialistas en paisajes intergalácticos que el mismo carvajal dibujaba en formato cinemascope. en los años de la carrera espacial, los heroes de carvajal encontraban en sus exploraciones solo vacío, locura y las muertes mas exoticas.
me acuerdo tambien de historias suyas que manejaban muy bien el cartoon, con corredores de carreras y agentes secretos despitados; o el horror satanico hammeriano que le inyectaba al siniestro doctor mortis.
si a la cruza entre stan lee con ray bradbury uno la viste de chileno obtendria a carvajal.
Es que la crítica (tuya, de Fortuño, de la Jocelyn, del Becerro) no ha sido contra la obra de Parra, incluso creo que ni contra Parra mismo, sino contra lo que lo rodea o contra lo que en los últimos años lo ha venido a rodear, es decir, las viejas emperifolladas que van al cóctel o los chascones que lo siguen a la playa. Y entremedio, claro, se pasa a llevar a Parra y su obra, oh, injusticia para parar los pelos de cualquiera!!
Incluso en los casos que la crítica es tangencialmente contra los artefactos (que a mí en realidad me suenan a lo más a un Fluxus pasado por agua, es decir, como artista conceptual, Parra es un buen poeta) al final todo termina en lo mucho que se habla de él, en las frases chistosas, en los monitos con forma de corazón y letreritos, en las viejas emperifolladas y las liposucciones y las estrellas de la tele y bla bla bla.
Es cierto que Antonioni no es ni la sombra de lo que fue, pero sigue siendo el autor de La Aventura, y mientras viva será el anciano en silla de ruedas quien recibirá los homenajes por la genialidad del otro más joven. A veces puede ser muy injusto envejecer con una obra de ese tamaño a cuestas. Muy pocos logran salir decorosamente del entuerto. Ahí esta Hitchcock presentando telefilmes horrorosos o su silueta en colecciones de libros que hasta un analfabeto escribiría mejor, eso sin contar las pésimas películas de sus últimos años. ¿Y por eso me voy a indignar si se hace una retrospectiva de él y voy a poner el grito en el cielo y decir que estoy cansado y que hasta cuando, que está sobrevalorado, que no vale nada?
Me parece que hay obras y artistas que alcanzan, aunque sea en un chispazo, en un libro (en el caso de Parra unos cuantos) o un disco o una sola película, tal perfección y genialidad que se merecen al menos eso, poder vivir del golazo que marcaron una vez.
Tal vez por eso Parra, en vez de recitar algo nuevo o pegarse una perfomance como algunos esperaban, recitó El Hombre Imaginario, es decir, como si Maradona en vez de darle botes a la pelota con la panza en De Pe a Pa se hubiese pasado de nuevo al equipo inglés. Pero claro, hay quienes se aburren y creen que el artista es como un atleta que debe batir siempre nuevas marcas. Algunos lo hacen, claro, muy pocos, en realidad, pero eso no hace mayor la suma de su obra ni eleva sus puntos más altos.
Kiarostami toma fotos y David Lynch pinta, y en más de un festival se han hecho exposiciones con sus obras, y eso, sumado al séquito que los sigue, ¿hace peores sus películas? Tal vez las nuevas, porque las viejas ya están, como está el Hombre Imaginario.
Eso por un lado. Por otro, encuentro curioso que se critique tanto la frivolidad de las inauguraciones y los militares y civiles liposuccionados que asisten a ellas, pero que al mismo tiempo nadie se quiera perder ni una sola, y que más encima después se haga alarde de cómo se rozan codos con «lo mejor de lo nuestro»… che, viste?
Una cosa es lo que la crítica es y otra lo que la crítica parece. Es un poco como la vida, ¿no? Uno se forma opiniones de JUAN PEREZ por sus actos, por sus dichos y por la gente con la que se junta Juan. El nivel de cercanía y empatía que uno tenga con esos tres elementos habla del nivel de cercanía que uno tiene con JUAN PEREZ.
Con los artistas pasa algo parecido, con la diferencia que en el artista uno reemplaza (o agrega a) sus actos, sus obras. En esta pasada, eso sí, un tema del que se habla poco, y creo que ahí está la gracia de Fortuño, es cuanto efectivamente valoramos o ponemos atención a un artista por sus seguidores. Querámoslo o no, ese elemento [muéstrame tus fans] está muy vivo en el arte (en las artes visuales es particularmente fuerte este elemento; en el cine es menos), y es casi un tabú. Se le considera «superficial» juzgar una obra por las acciones sociales que desencadena, y más «incorrecto» aún es andar juzgando una obra por quienes son sus seguidores.
Pero, ¿acaso no funcionamos así?
«Yo veo películas que me recomiendan mis amigos». O que un crítico X dice que es la mejor del año, etc. Los seguidores de un artista (y los juicios que uno tenga de esos seguidores) de alguna manera son aspectos que habitualmente afectan la experiencia estética. Diría incluso que es casi inevitable que esto ocurra, y aún más, creo que ya sería bueno que no le tengamos tanto cuco a sincerar esas posiciones. Por decirlo claro, a la crítica cada vez se le agradece más el disclaimer total, ya no de intereses (económicos, políticos, personales) sino que también de prejuicios, rencillas personales, opiniones mal formadas, etc.
Es bueno que la crítica deje de ser «elevada». Ese es un concepto que hace mucho daño a la experiencia estética. Remite a cierto elitismo decimonónico del que aún en la sociedad actual nos cuesta despercudirnos. Una «crítica elevada» es un mito inventado por los críticos, por los miedosos, y en especial, por los criticos miedosos— de perder su pega.
Todos somos críticos. [Pensé que esto ya estaba zanjado] Somos seres vivos con opiniones certeras y torpes, buenas y malas ondas, conceptos bien y mal manejados. El nivel de conocimiento del que critica no garantiza la lucidez de su comentario. Y quizás por eso conocer el background cultural, social y político del que habla o comenta u opina de una obra, de alguna manera, enriquece la comprensión de la obra. A veces, al chocar la obra con las opiniones se logra observar el efecto social más rico e interesante de una obra: somos testigos de su colisión con la realidad.
¿Para qué ocultar esa colisión con falsas experticias? ¿necesita Fortuño ser un lector acabado de la obra de Parra para poder lanzar una opinión sobre su obra? ¿Los comentarios de Ignacio Echeverría, que lleva dos años trabajando en las obras completas de Parra, son garantizadamente más certeros e iluminadores respecto a los misterios de la obra de Parra? Yo creo que no. Y me parece que la crítica (de cine, literaria, de arte) habitualmente construye estrategias para validarse a sí misma, para proteger su terruño con un egoísmo y una inseguridad que llegan a dar miedo. «El experto en» puede ser tan iluminatorio sobre una obra como «El neófito en». Lo único exigible a ambos es cierta claridad argumentativa en sus comentarios, para evitar el ruido comunicacional, elemento al que tampoco se le pone demasiada atención, y que es el principal causante del diálogo de sordos.
En fin: no me alargo más. No nos olvidemos que el arte es, entre otras cosas, un comentario de la realidad, y si ese comentario es compartido, valorado, festejado por un grupo de personas X, bueno, eso nos dice Y sobre la obra, pero sobre todo, nos dice Z sobre el bello espectáculo de colisión entre obra y realidad social.
Por último, comparto y concuerdo que los cariños que uno tenga por un artista no son ámbito de competencia (o si es competencia, es una que debería uno superar en primero básico: «mi mamá es más linda que la tuya», etc). Si uno celebra un gol de un pasado de Maradona, y eso le basta a uno para tragarse todo Maradona post 1986, bueno, allá uno. Hay países más receptivos a ese comportamiento (Argentina) y otros menos (Chile). La república del cariño no reconoce puestos fronterizos, y en ella nunca se apagan las luces de épocas pasadas.
La verdad me parece insostenible tratar de justificar una opinión sobre una obra si se admite de entrada que quien opina no conoce la obra. Es como decir que una película es una mierda sin haberla visto. Claro, puede ser chistoso y hasta encantador, puede ayudar al debate sobre la sociedad y la cacha de la espada, puede convertirse en un gran programa de televisión con marionetas, pero como opinión sobre la obra nadie se lo puede tomar en serio.
Eso es entrar en la zona de los prejuicios, donde todo está permitido, nada necesita justificación y lo único importante es la verborrea o «chistosidad» que lo acompañe. De que puede ser gracioso, puede serlo, y de que quien lo diga puede tener derecho a decirlo, lo tiene, pero no sirve como argumento ni punto de partida al diálogo sobre una obra. Ahora, si el diálogo es sobre la sociedad y el arte… ese es otro tema, pero de lo que hablamos acá es de Parra, ¿no?
A todo esto, me genera sospechas que se recuerde con tanto cariño a un desconocido dibujante de cómics como Máximo Carvajal y que se juzgue veladamente a los medios por no darle la cobertura que supuestamente se merecía. Para mí eso demuestra el arribismo sectario de un grupillo que busca ídolos subterráneos para ensalzarlos y de paso marcar autoridad sobre ciertos territorios, casi como decir «mira, humanoide, yo sé más que tú, yo era fan de Carvajal, apuesto a que no sabes quien era…» La verdad es que me carga Carvajal, ya no lo aguanto, me tienen chato sus seguidores y que se rasguen vestiduras en su nombre… A todo esto, como disclaimer, nunca leí ni un cómic de Carvajal y la verdad es que no tengo idea quien era, pero mi opinión sobre su obra es válida, ¿no es cierto?
Bueno, puesto el ejemplo, sólo quisiera agregar que me parece curioso que se hable de una especie de «aura del crítico» por exigir que quien opine de algo al menos tenga un conocimiento mínimo de lo que habla (un libro, un poema), cuando precisamente para mí de lo que se trata todo este basureo de Parra en el fondo es de tratar de mantener ese metro cuadrado de influencia en los medios, de no perder la voz de liderazgo de quienes lo basurean. Si la Jocelyn se uniera al corro de voces que alaban a Parra ¿qué gracia tendría, cuál sería su valor agregado? La gracia está en llevar la contraria independiente del objeto, la obra o el sujeto, sólo así alguien se vuelve impredecible y por lo tanto indispensable para la farándula.
En Chile se solía decir (ahora ya no tanto) que el cine argentino era una «moda», que el cine asiático era una «moda», que el cine iraní era una «moda». Ninguno de quienes decían esto había visto ni una sola película de Kiarostami o Trapero o Wong Kar Wai o Hou, pero lo más bien que se decía que el cine asiático era una mierda, que el cine iraní era puro invento de los festivales y que el cine argentino no existía.
En el fondo del prejuicio hay miedo, miedo más que a perder la pega (disclaimer, yo escribo de economía y nunca he recibido un peso por escribir de cine, y en vez de entristecerme porque ahora todo el mundo conoce a Bujalski, me alegro mucho de que así sea, como me alegro de Old Joy y de Fin de Agosto y de Hou y de cualquier cosa que de verdad me guste, pues pienso que no hay nada mejor que compartir la pasión por algo) es miedo a estar equivocado, a conocer algo nuevo que de pronto nos revele que lo que pensábamos inamovible se mueve y se balancea y se cae, que las películas que pensábamos que eran las mejores del mundo en realidad hacen agua y que los libros que queríamos haber escrito en realidad no son tan grandes como creíamos, y que hay mucho de trampa y conformismo, de flojera y arrogancia en seguir citando a El Principito y Papelucho, y en seguir pensando que el canon del cine es Wells y Ford. Basurear a Parra sin haberlo leído, y defender a quienes trapean el piso con él a partir de esos prejuicios, demuestra en el fondo puro miedo a salirse de la comodidad de lo conocido, a leer, a ver otras películas, a pensar que el mundo es más que mi metro cuadrado, a que mis gustos van a cambiar y que las mismas cosas que hoy admiro mañana voy a mirar con recelo.
Para cerrar me quedo con lo que mi buen amigo Maza decía respecto al basureo de Mabuse a Fuguet por ser Fuguet (y eso que en ese caso por lo menos se había visto la película) … «ahora, personalmente, lo que haga un «autor» con su vida me da lo mismo. Y si lo quiere o lo odia uno u otro es una discusión bastante pobre.»
…che, viste?
Bien, bien, bien, afa. Bien. «Me parece insostenible tratar de justificar una opinión sobre una obra si se admite de entrada que quien opina no conoce la obra». Si el que habla no conoce la obra, estamos de acuerdo. Nada que decir, de acuerdo. Criticar la película sin verla, un despropósito. Pero, ¿es el caso?
Porque… ¿cuánto es lo que la escuela del buen gusto y la decencia admite como MINIMO de conocimiento de una obra para justificar una opinión sobre ella?
¿Qué es conocer la obra? No pregunto por molestar, pregunto porque si vamos a poner parámetros, conozcamos esos parámetros. ¿Es un porcentaje del total? ¿O un porcentaje de las principales obras famosas/respetadas/citadas de un artista?
¿O basta con conocer bien UNA obra de un artista para formarse una opinión de él? En el caso de Parra, ¿cuánto es UNA obra? ¿o un poemario? ¿un poema? ¿un verso?
¿Y qué es conocer bien?
Es perfectamente sostenible que uno pueda opinar de una obra y de un artista sin conocerla a cabalidad. Quizás no es sostenible escribir un libro sobre el tema, pero sí emitir una opinión. Y originar un debate. E incluso esa opinión puede ser tan o más revelatoria e inspirada que la del pelota que se leyó todo Parra (o vio todas las de, digamos, Scorsese) y no entendió nada.
Porque, ya lo hemos hablado antes acá, hay algo misterioso, medio inasible y universal en las obras que nos conmueven y nos llegan y nos dejan pensando. Hablar de se Algo no requiere de nuestra experticia. «El conocimiento» de una obra es un argumento que se ocupa demasiado para anular el debate, para construir la camarilla autoritaria de la que tú hablas. A mí no me consta que los que decían que el cine iraní, argentino, etc no habían visto ninguna película iraní, argentina, ni me consta que Jocelyn Holt no haya leído nada de Parra antes de escribir su columna. No me consta. Puedo sospecharlo. Y esa sospecha es el meollo del problema. Esa sospecha es la que nos mata la percepción. Y sospechan crean sospecha y se inicia el espiral de la paranoia. Paranoia que nada tiene que ver ni con las obras, ni los artistas ni los poemas ni nada. La paranoia tiene solo que ver con los miedos.
Tú también hablas del miedo. Y creo que ahí está el tema de fondo. El miedo es el combustible de la violencia, y el autoritarismo y la dominación. Dominado el miedo (de los otros y los propios) o por lo menos, si lo encapsulamos vamos a dejar de sospechar.
1) parra es la raja. Con los años me he vuelto fan suyo: cien veces mejor que poetas de repertorio como gonzalo rojas o todos los que lo atacan. o que todos los poetas jóvenes que se las dan de vanguardistas. ahí está el lear, los discursos de sobremesa y los artefactos, sin ir más lejos. lo que hizo bajo la moneda es, obvio, un trabajo menor, una exposición por encargo donde refritó algunas cosas viejas y le colocó un par de efectos especiales nuevos -el pago de chile, por ejemplo-. parra me dice más de la literatura chilena que la obra completa de la eltit o de zurita o de gonzalo rojas. parra no necesita a matta para que lo ilustre, ni lucir culto o inteligente o saludar a una ministra que desconoce el sentido de la palabra «ironía». no es un vidente sino alguien que lee las noticias en una bolsa de té exprimida.
2) lo de carvajal es una mierda. pienso en sus viejos comics, en sus cuentos de ci/fi medio alambicados y en que era uno de los grandes dibujantes de porno chileno. notable. murió joven. a los que crecimos con su obra se nos hace complejo procesar su ausencia.
La decisión de practicar una fellatio para una obra de teatro es personal y sus consecuencias son privadas. Una persona que es capaz de tomar esa decisión no queda automáticamente proclive a permitir cosas «menos fuertes» y la explicación no está en lo censurado sino en el contexto de quien decide.
Cuando se es ministro se habla y actúa a nombre de un gobierno, sus decisiones son vinculantes y llevadas a cabo con fondos públicos por lo que es natural que para esas decisiones se actúe con mucha mayor cautela que en las decisiones profesionales privadas.
Eso no quiere decir que por el hecho de ser ministra tenga que censurar cosas, pero sí que tiene que considerar más variables en sus decisiones y medirlas principalmente por sus consecuencias más que por los principios que las mueven.
Como ministra tiene que considerar más variables en sus decisiones y medirlas principalmente por sus consecuencias más que por los principios que las mueven.
Está claro: eso hizo. Pero las consecuencias de sus actos fueron peores que si, incluso, hubiera aparecido hasta Bachelet colgada. En términos políticos, Paulina Urrutia creó un problema donde no lo había. Transformó una fiesta en un chaparrón. Y en términos de política cultural, por lo menos convengamos que dejó el ambiente enrarecido, tensionado y violentado por echar a alguien que hace dos meses ya había sido confirmado en su cargo.
emmh.. oiigan la uraa iio nu tendo náH de etto ii tengu ke hacer unntarbajo poorfa alguienme puuee explicar too etto :D:D ademáH iio lo encontree too bueno pro haii cosas ke nu entendii :):)