¿Podemos medir una reflexión?
Y si la podemos medir, ¿de qué tamaño es una reflexión? ¿Podemos dibujarla en un gráfico?
Llevo pensando en esto varios días. Reflexionando sobre las reflexiones. Sobre su tamaño. Un tema que tiene que ver con ciertas ideas que se han lanzado en este blog sobre la crítica de cine, pero también, con la manera que tenemos para pensar el mundo, y en cómo transmitimos ese fluir del pensamiento a otras personas.
Creo que llegué al tema, como me suele ocurrir con las ideas que me dejan pensando varios días, luego de escuchar a alguien muy tonto. En mi caso, un tipo muy lleno de sí mismo, que vociferaba sus reflexiones con mucha seguridad, y que decía cosas que me parecían muy básicas, pero que otros escuchaban con mucha atención, casi boquiabiertos.
Y me quedé pensando: la reflexiones de este señor no son muy profundas. Ante lo cual me contra pregunté: aunque, pensándolo bien, ¿por qué una reflexión debería ser profunda? Esa dicotomía entre profundo y superficial es, en rigor, muy ofensiva. De hecho, se ocupa constantemente en términos peyorativos. «Esto es profundo, y esto superficial». Es el tipo de ideas que anulan el debate: los libros son profundos, y la tele superficial. Ambos conceptos son reduccionistas, clichés de pensamiento basados en una idea en la que pensamos poco: asumimos que las reflexiones podemos medirlas en «altura», en términos verticales: son «profundas», o «altas». Y el resto, las otras reflexiones, las que son depreciadas, son superficiales. «No está a la altura».
Pero si alguien se dedicara a medir las reflexiones, no creo que las mediría de esa forma. Una idea «profunda» de inmediato implica cierta elite de «profundistas»: un experto, una persona calificada, cual buzo profesional, que se ha sumergido a ciertas «profundidades» para traernos una idea como quien trae un marisco. Nos ofrece lo que él ha pescado. No sabemos si hay mejores mariscos haya abajo, porque no podemos ir a buscarlos por nuestra cuenta. La única posibilidad que tenemos los no-mariscadores, los no-profundistas, es esperar que aparezca otro buzo y nos muestre otros mariscos, y ahí podamos hacer cierta comparación.
Por supuesto, este concepto muy platónico sobre las ideas (están en otra parte, no con nosotros) sirve para muchas cosas: entre otras, para anular el debate. El que sabe, sabe: el que no, aprende (a bucear, a pensar, a sumergirse). Pero muchas veces descubrimos que el que sabe… no sabe. Que el que habla desde la comodidad de la sapiencia, por llamarla de alguna forma, es precisamente quien menos ha puesto en duda sus ideas. Quien menos las ha hecho trotar, las ha raqueteado, pinponeado con otros.
Y a mí me pasa otra cosa: que las reflexiones no son joyas que algunos iluminados nos muestran; las reflexiones son, digamos, algo así como pelotas de volley metafísicas: el juego se trata de darnos pases unos a los otros, y evitar que la pelota caiga al suelo. Pero esta pelota de volley metafísica es especial: cada vez que la amasamos, si la «amasamos» bien, la pelota se hace más liviana, hasta el punto de que una vez que todos la hemos amasado, y tenemos suerte, se produce algo magnífico. La pelota ya no cae más al suelo: se queda suspendida en el aire, para regocijo y felicidad de todos los que la amasamos.
Es curioso este tema: a mí me interesan las reflexiones, pero siento que para empezar a pensar, y hablar de aquello que pensamos, es necesario distinguir categorías de reflexiones. Hay reflexiones que me interesan más que otras, pero no podría calificar esas reflexiones como «profundas» o «buenas», o «superficiales» o «malas».
Es decir, podemos medir las reflexiones. Y aquellas más interesante no son verticales («llegan arriba», «son profundas»). Más bien, las reflexiones deben medirse en términos HORIZONTALES.
Así, una reflexión puede ser ANCHA o DELGADA. Podemos ponernos de pie sobre una reflexión ANCHA. Podemos apropiarnos de ella, porque es generosa, da espacio a iniciar sobre ella otras reflexiones, en lo posible, también ANCHAS.
Una reflexión es DELGADA cuando se instala frente a nosotros, y no podemos poner nuestros pies sobre ella. No cabemos en esa reflexión. Nos deja afuera. Tenemos poco que agregar. Solo, en lo posible, nos exige esfuerzos para que la entendamos, y suscribamos sus reglas. Lanza la pelota solo hacia arriba: si queremos agarrarla, lo único que podemos hacer es ponernos en el mismo lugar de quien lanzó la pelota, e intentar tirarla más arriba.
Ahora, si han llegado hasta acá, creo que estamos en posibilidad de medir una reflexión, e incluso dibujarla. Una reflexión ANCHA es aquella en la que podemos participar, y se mueve como una pelota de volley: no importa tanto cuan arriba lancemos la pelota, sino que alguien, en un espacio horizontal, la pueda rebotar en sus manos.
Una reflexión DELGADA, en cambio, se esfuerza en llegar arriba (o abajo, a lo «profundo») y categoriza y arma jerarquías. Pone notas. Espera que el resto sean espectadores admirados de cuan arriba puede ir la pelota, pero la pelota solo puede caer en las manos de quien la lanza.
En fin, quizás esto sea solo una manera extendida de contradecir la idea instalada de que las grandes reflexiones son propiedad de una elite pensante (que es lo que pretende hacernos creer la academia) sino que las grandes reflexiones, las importantes, las que permanecen en el tiempo, son producto de la construcción colaborativa entre varias personas, una especie de pinponeo reflexivo entre varios, vivos y muertos, a través del tiempo.
Nada muy profundo, espero. Gracias a Dios.
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Y luego me quedé pensado en lo siguiente: la idea de «profundidad» del pensamiento ha sido una estrategia para ocultar la carencia de ideas. El lenguaje enrevesado es una manera de poner un velo a las ideas más transparentes, como si tuvieramos miedo de verlas a los ojos. Por esto, me hace mucho sentido que cuando se dice que alguien es «muy profundo» o dice «cosas muy profundas» es cuando no estamos muy seguros de entender lo que esa persona está diciendo.
12 respuestas a «Los bordes de tu reflexión»
Las reflexiones profundas acogen, son inclusivas y generosas. Se me ocurren como un plumón de ganso gordo y calentito, King no Queen…me quedé pensando Maza que eres de verdad muy reflexivo y profundo…
De acuerdo con casi todo, Maza, pero es bueno hacer el alcance de que ciertas ideas y formas de pensamiento requieren ese lenguaje «enrevesado». Algunas teorías requieren precisión y coa técnico y extensas parrafadas descriptivas, porque una teoría o punto de vista académico debe solventarse en el texto, con respecto a lo que viene de antes.
De hecho, tengo la sensación -en base a los pocos profes decentes que tuve- que la idea de la academia es justamente hacerte tomar conciencia de que tus ideas están conectadas con un grupo y una tradición que viene de antes, y que TODO es comunitario porque el saber se rearma periódicamente.
Hay que tener ojo de no caer en ese desprecio fashion a los «académicos» y a la «pura teoría»: un mal particularmente generalizado entre los, ejem, colegas periodistas, a los que uno les puede escuchar cada barbaridad de repente…
Pero tengo que decir que esos profesores que me formaron en la idea de todos-tiramos-el-mismo-carro en general eran de la vieja escuela, de izquierda, anticlericales y hechos a pulso. Eran gallos que nos hacían leer a Arciniegas. Puede que hoy, en este contexto de universidades de-privadas y «comunicadores» se haga fuerte esa idea de la academia como guardianes de alguna clase de saber arcano. Lo que, claro, sabiendo lo que sabemos de esas aulas, es una paradoja muy divertida.
Leyendo de pasada este blog, me encontré con tu reflexión sobre las reflexiones. Luego, haciendo Zapping, veo en Mabuse la cobertura de Bafici la cual, siendo excelente, peca sin embargo de tener como eje gravitacional convulsivo la polémica en torno a La Sagrada Familia y, aún más comprimido, «el» comentario de Quintin (quien, a todo esto, en su clase inaugural en la UAH, y según tengo entendido por este blog, esbozo un abecedario del cine…bueno, en 1998, Peter Wollen hizo lo mismo con motivo de la muerte de Serge Daney. Ignoro si Quintin lo mencionó o si importe, solo invito a ver el «original», aunque tampoco se si lo es: http://www.newleftreview.net/PDFarticles/Spanish/NLR24607.pdf). Lo que quiero decir es que, para bien o para mal, lo de Quintin es una reflexión, aparecida en un espacio dedicado a ello. Y esta reflexión, según tus determinaciones horizontales (a todo esto, lo horizontal generalmente es plano), ha permitido que casi todos quepamos dentro; es una pelota que, evidentemente todos a quienes nos concierne el tema hemos tocado, o al menos visto pasar ante nuestros ojos. ¿Pero por cuanto tiempo? Y es precisamente el Tiempo lo que, a mi juicio, convierte en secundarias las reflexiones de la reflexión en términos de espacio. Aunque entiendo que tu usas este parámetro –el espacio, el volley, etc- medio en serio y medio en broma, y que esa es tu intención, precisamente para no ser «profundo» (¿autocensura?), y pese a que dices que son estas reflexiones horizontales las que permanecen en el tiempo, tengo mis dudas; 1)que si una reflexión es acogida con entusiasmo y ampliamente por muchos jugadores de volley, esa pelota jamás caerá, es decir, el espacio determina el tiempo; en ese sentido, lo de Quintín y la sagrada familia nos mantendría jugando por muchos años, aún muerto Sebastián Campos, cosa que dudo; y 2) creo que, más que la reflexión misma y sus propios parámetros de medida (profunda, alta, horizontal) , debemos pensar en el espacio simbólico donde se producen. En ese sentido, estoy de acuerdo contigo, en que es distinta la producción de reflexiones entre la academia y un blog. Entre un libro y la tele (aunque salvo los programas religiosos, no creo que la tele reflexione). Pero todos estos espacios o escenarios tienen una relación con el tiempo; la academia se perpetua, el blog se renueva o actualiza, el libro se reinterpreta u olvida y la tele se cambia. El error, creo, consiste en querer aplanar u horizontalizar estos escenarios. Querer que se reflexione en la academia como en los blogs o viceversa no es algo malo, sino que imposible. Quizás se pueden igualar obstrucciones (simas o cimas) pero la relación con el tiempo que los caracteriza no puede alterarse sin que pierdan por completo su identidad. En definitiva, creo que cada necesidad reflexiva ha determinado una fisonomía, un espacio específico, adecuado, a través de un Tiempo. Las reflexiones que perduran quizás no son las más populares. No me imagino a muchos jugadores de volley capaces de pelotear con Platón, más allá de enamorarse “platónicamente” de alguien. Deleuze, digámoslo, es complejo, pero no porque su lenguaje sea enrevesado, pedante, etc. Es complejo porque reflexiona sobre el cine desde su propio espacio, la filosofía, y con ello no aplana, sino que construye otro espacio nuevo, que algunos ven como un obstáculo “elitista”. Por lo tanto, alentemos los pliegues y los puentes entre un espacio y otro. El buen cine es reflexión de pintura y literatura y filosofía y psicología, etc. No borra los tiempos, sino que los actualiza. Por eso es el arte del presente.
A todo esto, me divierto escribiendo esto, aún cuando me tachen de grave, pues también lo pasé bien leyendo tu texto Gonzalo. Y me reí mucho con el comentario de Quintín y un poco menos con la defensa de Sebastián Campos tras la carta autoinducida de “El Porvenir de Chile” tras ver LSF, pues no le encontré mucho sentido el defenderse o justificarse tras algo tan previsiblemente ridículo…¿O era otra estrategia de marketing?
Muy divertido todo, Murillo. Gracias a quienes han dejado comentarios. Estaba casi seguro que este sería de esos post que nadie pesca, para mi pesar. Pero no fue así. Ahora, para aclarar, todo lo que digo es que las reflexiones se miden comunmente, en el lenguaje, en la dimensión Y (respecto a la «altura» o «profundidad» de las ideas), y yo propongo que mejor agreguemos la dimensión X («anchas» versus «delgadas»). Por supuesto, has agarrado la pelota. Las dimensiones X e Y no bastan: faltaría la dimensión Z… ¡la profundidad de nuevo! (?) Aunque para no confundirnos más, la llamaremos «volumen». Y claro, la cuarta dimensión: el tiempo. Ahora, no se mire a huevo la pelota de volley metafísica. En rigor, incorpora las cuatro dimensiones: se puede lanzar «alto», pero también «lejos», y esa pelota, bien amasada, por muchos, puede crecer su «volumen». Y, claro, es parte del «tamaño» de la reflexión, su capacidad de traspasar el tiempo.
Solo hablo del «tamaño» de la reflexión, no de su calidad.
Así, la reflexión platónica sería de todas maneras una gran reflexión, pero no por ser profunda, sino porque llevamos dándole a esa pelota por demasiados siglos, y muchos la han tomado en sus manos (muchos, para patearla fuera de la cancha… y siempre hay un voluntario que la parte a buscar).
Mi pregunta primera es: ¿se puede medir una reflexión?, y eso, por alguna razón, fue leído como una crítica a la academia, pero no lo veo como tal. Solo es una crítica a ciertas reflexiones disparadas en la dimensión Y, sin considerar las otras dimensiones.
Y es también una crítica a ciertas reflexiones-cuchillo, más destinadas a clavar cercos políticos que a otra cosa… todo lo contrario de las simpáticas pelotas de volley.
Y también una crítica a las reflexiones ombliguistas: esos musculosos que van a la playa a jugar solos con su pelota, lanzandola para arriba, la dimensión Y, sin pasarsela a nadie.
Y una crítica a las reflexiones «validadas» por curriculo: hasta el mejor volleybolista tiene un mal día.
Por supuesto, si ya convenimos que quizás, las reflexiones pueden medirse, si ya tenemos la regla… ¡hagamos dibujitos! La discusión de los excedentes del cobre no va a durar muchos años, pero es una pelota que todos se interesan por darle una amasada. La eutanasia en el parlamento fue una pelota a la que le clavaron un cuchillo, siendo que, segun La Tercera de hoy, un 55% de los chilenos está de acuerdo con ella.
En conclusión (si acaso estoy en condiciones de decir algo así) una reflexión puede medirse en términos de debate. Como país tenemos un pobre historial en el volley reflexivo. La pelota no es para llevársela para la casa, ni para pincharla: es para tirársela a alguien, en lo posible, lo más cerca de sus manos.
la culpa -catolica?- interfiriendo en el proceso mental es una bitch.
No entiendo… ¿qué culpa?
Más que una reflexión sobre la reflexión y una discusión sobre ella, lo que se está discutiendo es el lenguaje para evaluarla, básicamente sus metáforas físicas. La «profundidad» o «no profundidad», lo «grande o lo pequeño», son metáforas visuales para referirse a los pensamientos según su capacidad de ver más allá de lo evidente y de abarcar más de lo que sus palabras evidentemente dicen, y en ese sentido no están mal. Ahora, como la metáfora de la profundidad se ha prestado para demadiados abusos («hay quienes gustan de agitar las aguas para que parezcan profundas», Nietzsche), tal vez sea aconsejable abandonarla. Personalmiente, prefiero la metáfora física del peso. Una reflexión tiene peso (o es contundente) si cumple ciertas características que sería largo definir, las que nos harían sentir su peso. En otras palabras, una reflexión es como una piedra que le cae a uno en la cabeza: si tiene peso nos va a sacudir y de alguna manera nos va a doler. Si es livianita, simplemente rebotará sin que apenas la sintamos.
Perdón, tengo que decir que el último comentario (el del susodicho «pueblo») está escrito con un gran estilo y es un gran, gran comentario…
FMTPO
Mmmm… (como dice Villalobos) A mí «pesado» me suena con una carga… «pesada». De «difícil de levantar», de «carga», incluso, de «antipático». Además, anda en la misma onda de «profundo» y «superficial». El opuesto de «pesado» es «liviano», y… ¿por qué debe mirarse en menos una reflexión «liviana»? Más bien, es un tipo de censura: muchos callan por temor a sonar livianos. Lo que reduce el debate.
No sé: «pesado» me sigue sonando a cerrado, a camarilla de expertos, a juguete de sectas intelectuales. Quizás tenga que ver con mis problemas con la intelectualidad «de humanidades», que mira demasiado en menos al resto del mundo, lo que siempre me parece una ridiculez y un infantilismo no resuelto: es como si los carpinteros miraran al resto en menos por no saber fabricar una mesa. Sigo pensando que una buena reflexión puede explicarse simplemente, y si no puede explicarse, es porque no existe claridad de ella de parte de quien la dice (¿quién decía esto? ¿Aristóteles, no?).
En ese sentido, las ciencias naturales tienen mayor cercanía con la divulgación de sus conocimientos que las ciencias sociales o humanidades. De mi infancia, recuerdo cómo «Cosmos» de Carl Sagan me transmitió más amor por el conocimiento, la reflexión y la lectura que todos los libros que me hicieron leer en la básica… que más bien casi me hicieron renunciar para siempre la idea de volver a tomar un libro.
Es que si hablamos de debate no se puede ser liviano, pues éste consiste precisamente en el choque -ojalá amistoso y fraternal- de diversos puntos de vista donde las personas quieren persuadirse mutuamente. Y uno no puede convencer a otro con argumentos livianos sino con argumentos «de peso». Con esto quiero decir que incluyan los argumentos contrarios, sean lógicamente consistentes, concordantes con la evidencia que otorga la realidad y poderosos en sus juicios de análisis (separar aquello que está junto y confunde indebidamente: lo racional no es lo mismo que lo razonable) y en sus juicios de síntesis (juntar aquello que aparentemente no tiene relación para llegar a algo nuevo: la religión es el opio del pueblo). Ahora, hay gente que también valora mucho la retórica (lo que no es tan malo) y las apelaciones a la autoridad, y en éstas suele haber el abuso y la deshonestidad típicos de camarilla intelectual que tanto molestan. De más está decir el peso de un argumento sólo se puede evaluar si se le entiende.
Una reflexión liviana (o superficial o estrecha, según el lenguaje que se quiera usar) se mira en menos o no según su contexto: en un debate no sirve para convencer; en una conversación casual da lo mismo, aunque no todas las personas tienen la misma tolerancia a la liviandad.
En suma:
1.- Guste o no guste, el valor de las reflexiones (observaciones o declaraciones) es evaluado según las necesidades del contexto en que se emiten. Y no puede no serlo.
2.- El recurso que nos da el lenguaje para esa evaluación son palabras que aluden a otras realidades (físicas, visuales, táctiles o de otra naturaleza), y éstas han de cambiar cuando ya no cumplan dicha función.
Lo de la divulgación es muy claro. Como no todos tenemos un laboratorio o un observatorio en la casa, se agradece que alguien se preocupe de explicar a los demás lo que la gente descubre en ellos. En cambio, un libro de Platón lo puedes encontrar en cualquier parte, y si no se lee es porque no hay ganas o porque alguien en el proceso educativo falló al explicar su interés y su importancia.
Villalobos, no lo sigas intentando. Jamás caeré como yo te hice caer con los crudos. Ohhh Yesss
son ideas muy profundas, es too lo que me atrevo a decir
bah. me acordé de kundera y su jit ochentero libresco: allí se discurría sobre qué era lo mejor: lo pesado o lo leve?
me parece más compleja, que incorpa más dimensiones la imagen de la pelota de volley, siempre que sea de nieve
si hubiera algún francés leyendo ya habría escrito una tesis en semiótica
otra cosa: la ausencia de un comentario críptico en torno a este intersntae tema denota que nadie del arcis lee este blog, o por lo menos ningún lector de derrida, nelly richard, o diamela