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FESTIVALES DE CINE

DIARIO DE SANFIC 6.2: Los últimos territorios

Las estrategias minimalistas en el cine actual tienen sus defensores y sus detractores. Invariablemente, que en una película no pase nada, o muy poco, o que la acción no esté llevada por eventos dramáticos claramente establecidos, o en lógica lineal, hace que en Sanfic mínimo unas 10 personas se salgan de una proyección. Y otras 10 se queden sentadas en las butacas hasta pasados los créditos finales. El resto, convive obra a obra con estas estrategias de las más diversas formas: murmurando maldiciones, culpando a la pareja por la película elegida, pensando en las obligaciones semanales o si es mucho el cansancio, durmiendo.

El minimalismo yo lo abrazo en los cuentos y en el diseño. En el cine es un arma de doble filo: puede llevarme a la fascinación o al hastío; muchas veces, en la misma película. Puede ser el contenedor de sentimientos poderosos o una ruta que bordea la inexpresión empujada por la falta de ideas frescas.

La esperada “Old joy”, por ejemplo, no tuvo suerte: el sábado tuvo que cancelar su función, y hoy tuvo una proyección aproblemada cuando fallaron los subtítulos en español en una parte clave de la película (el proyector digital de subtítulos dejó teñido de azul la totalidad de la pantalla por varios minutos). Aún así la película, en su infinita dignidad, se puso de pie ante el desbarajuste. “Old joy” es un viaje de dos amigos distanciados: al parecer se ven poco. Uno tiene la vida resuelta, con mujer y una hija, y el otro no logra insertarse en su propio destino. Ambos parten rumbo a un baño termal ubicado en medio de un bosque en Oregon. El paseo, acompañado de un perro y con música de Yo La Tengo, se inicia en la duda y el extravío. El trabajo de la directora Kelly Reichardt no tiene respuestas para entender el meollo de la relación entre los dos amigos: solo da un par de pistas sobre el pasado conjunto, y con sutileza separa sus destinos a partir de un acto físico desconcertante: un masaje de cuello. La película no ofrece respuestas definitivas, esboza con delicadeza el mapa de las distancias afectivas (como cuando un amigo se aleja del otro cada vez que contesta el celular) aunque para mi gusto las actuaciones no están a la altura de la contención de la propuesta. La errancia de los personajes no termina cuando se acaba la película, y quizás funciona como un retrato crepuscular, muy verde, de aquello que no se resuelve conversando (lo relatos radiales que escuchan los personajes en el auto son un estupendo contrapunto: son conversaciones de política contingente, discusiones que no resuelven la inacción). Es esta una película muy fina, casi gaseosa. Y para volver a ver en otro momento.

En el otro lado de la ciudad, “Fantasma” de Lisandro Alonso es un experimento tan ambicioso, tan lleno de sí mismo, que su problema es el opuesto a “Old joy”: tiene demasiadas respuestas para las más distintas preguntas. Si bien casi no hay diálogos en la película, uno se queda con la sensación de estar escuchando todo el rato las instrucciones de un director que está armando un mecano alambicado de su propio mundo. La excusa de la película puede ser acusada de snob hasta por el más comprensivo: los dos personajes protagónicos de las dos películas que ha dirigido hasta ahora Lisandro Alonso (el patagónico indígena de “La libertad”, y el ex presidiario de “Los muertos”) deambulan por un territorio inhóspito para sus experiencias rurales: el Teatro San Martín de Buenos Aires, un edificio de unos quince pisos dedicados a las artes, ubicado a cuadras del Obelisco en calle Corrientes. La gracia del Teatro San Martín es que tiene una sala de cine (la Leopoldo Lugones, en el piso 10, si mal no recuerdo) a la que se accede por ascensor. Alguien podría decir que el San Martín representa la burocracia de las artes, el encierro de las voluntades artísticas, o cuanta idea que contraponga los conceptos de ruralidad-libertad-salvajismo (representados por los actores-personajes) frente a la urbanidad-encierro-civilidad (que podría representar el edificio). Esta visión romántica, casi decimonónica, que tiene Alonso del mundo se tropieza con sus propias ambiciones más modernas: la clausura de la propia obra. Cuando Argentino Vargas, el personaje de “Los muertos” entra a ver “Los muertos” en la sala de cine, en un estreno en el que solo lo acompaña una mujer que trabaja en el mismo edificio, y por un rato, el acomodador de la sala, uno puede creer legítimamente que Alonso está ahogado en su propio ego, orgulloso de esa función vacía. Puede ser, pero a mí más me parece que es un ejercicio de clausura creativa, de cierre del boliche referencial: se cierra el circulo ficción-realidad, retrato versus retratado, para poder explorar aquello que el paisaje físico (los árboles) no dejaban ver, pero se sentía, en sus películas anteriores: un bosque de desvarío, un vértigo inasible, presente en los actos rutinarios más simples. La idea, me parece, es quitarle el mantel referencial a los objetos-sujetos sin que se caigan las piezas. Dicho así suena muy interesante, lo sé, pero lo que queda es una gran nada, una sordera de sonidos metálicos (los ascensores, la proyectora de cine, llaves de agua que se cierran, ¡hasta el tenedor que choca con los dientes de un personaje que come en una pequeña oficina!) que a más de alguien puede llevar a la exasperación. “Fantasma”, más que una película de fantasmas (como todas las que ha hecho, por ejemplo, Raúl Ruiz) parece una película de despedida, un adiós cinematográfico de un tipo de 30 años que parece ahogarse, frente a nuestros ojos, en su propia intelectualidad. Puede ser eso, o que se esté matando de risa de él mismo y de todos nosotros, en un chiste interno para iniciados. Por lo menos, en la función en el Hoyts San Agustín, fue entendido así, y el chiste fue celebrado con aplausos. Yo debo confesar que salí algo mareado. Y preocupado del gran problema de cine independiente de festivales: de cómo los cineastas se ven empujados (y básicamente, encerrados como estos personajes) a repetir sus pasos y sus discursos para cumplir lo que se espera de ellos en territorios como estos. Alonso parece estar filmando su propio funeral. Organizó su propia despedida. Si la vida imitara al arte, hecha esta película, su única salida digna sería dejar el cine para siempre, o transformarse en el fantasma que aquí nos ha anunciado.

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Mi última función Sanfic fue para “El último comunista” de Amir Muhammad, un documental que parece hecho efectivamente por un último comunista. La propuesta de la película es relatar la historia política de Malasia sin archivos de ningún tipo: solo en un constante presente. El pie forzado se establece por títulos sobreimpresos que cuentan la vida política de Chin Pen, un líder comunista exiliado que vivió 40 años en la selva. La película hace conversar el relato de estos títulos con lo que se muestra en pantalla: si habla de la juventud de Chin Pen, muestra jóvenes; si habla de su trabajo con mineros, muestra a mineros actuales. Los mecanismos de producción son retratados en la actualidad como una manera de decir que el comunismo bien muerto está, y miren en lo que terminamos metidos. Más curiosa es la incorporación secuencias musicales, filmados casi como videos kitsch de karaoke, que de alguna manera, son la máxima expresión del desprecio de Muhammad por el capitalismo grosero en el que estamos metidos. Una película retórica, algo pesada, y al mismo tiempo, juguetona. De Muhammad se exhibió el año pasado “The big Durian”, que no vi, pero que Catarsis recomendó a la salida de la función.

Se nos acaba Sanfic. Me vuelvo a la playa con este cargamento de imágenes dando botes en la cabeza. Si ven algo bueno, avisen. El miércoles hacemos resumen, si quedan fuerzas. Un abrazo.

Por Gonzalo MAZA

5 respuestas a «DIARIO DE SANFIC 6.2: Los últimos territorios»

Un anuncio. Este lunes, es decir, ahora, ya, se pasan los cortos, finalmente y tras un merecido pataleo. Acá va el programa por si alguien alcanza a ver esto e ir al cine.

LUNES 14 DE AGOSTO DE 11.30 HRS A 17:30 HRS EN SALA 4 DE CINE HOYTS LA REINA.

PRIMERA TANDA: 11:30
1- VALENTINA Y LA MUERTE (4′)
2- AMOR A DOMICILIO (6´)
3- GENTE COMUN EN LUGARES COMUNES (17´)
4- ATOMIC
5- 12 MINUTOS (12′)

TOTAL: 69′ = 1:10

CAMBIO DE PUBLICO: 10′

SEGUNDA TANDA: 12:50
1- UNA HISTORIA DE DOS (8′)
2- NO TE VAI A QUEDAR SOLO POR JUNKY (12′)
3- GULA (17′)
4- DESDE LEJOS (20′)
5- CORAZON (10′)

TOTAL: 67 = 1:10

CAMBIO DE PUBLICO:10′

TERCERA TANDA: 14:10′
1- LOS HERMANOS DUBRIN (6′)
2- DARKS STROKER (18′)
3- FICCION (12′)
4- BAJO MI PIEL (17′)
5- AL SOL (19′)

TOTAL: 72′ =1: 15

CAMBIO DE PUBLICO: 10′

CUARTA TANDA: 15:35′
1- JOYA (10′)
2- LOS TRAPECISTAS (25′)
3- XX (10′)
4= NADO SINCRONIZADO (14′)

TOTAL: 60′ = 1:00

FORO CON LOS CURADORES (seleccionadores) Y DIRECTORES: 16:40 HASTA 17:30 (40 a 50 minutos aprox)

Creo que la película de Lisandro Alonso es exactamente todo lo contrario a lo que dices. Es un «guiño» honesto y despojado de toda ambición, ego e intelectualidad (algo que se extraña en estos tiempos!). Se agradece que no haya historia, que la película llegue por otros lados y que por fin se aleje de una estructura, de un «guión»…Si hablamos de cine contemporáneo creo que el punto en común es este. Basta con mirar las películas de Claire Denis, Hou Hsiao Hsien, Abbas Kiarostami, Tsai Ming Liang, Pedro Costa, Apichatpong Weerasethakul, Lucrecia Martel, el mismo Lisandro y un largo etc. Creo que el cine de hoy va por ahí, por otro lado, otros caminos, otras ideas, otras sensaciones…A fin de cuentas nadie tiene formulas ni verdades, sólo las ganas de contar algo…sea como sea.

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