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POLEMICA EN EL BAR

Ideas y cuchillos, segunda parte

Alejandro Fernández Almendras, AFA, me manda este mail, que es comentario sobre lo que escribí de los críticos y sus «cuchillos» para defender su «mercado de la mirada» (op. cit. Pinto). Esto es lo que AFA tiene que decir al respecto:

Justo hoy día hablaba con Catarsis the Killer de que
siempre se escribe mejor de lo que a uno le gusta (Q
cita un muy buen párrafo de Pinto a propósito de
Sanchez y recuerdo buenísimos textos de Morales y Maza
sobre Ruiz, por ejemplo, textos que al final me
parecieron infinitamente mejores que la película en
cuestion, dicho sea de paso) y que ese sería sin duda
el ideal de todo crítico o comentarista. Se establece
entonces una especie de vínculo entre o la obra y el
critico, como si uno fuese capaz de abarcar la obra o
de entenderla, aunque en el fondo sabemos que siempre
se escapa. Pero lo poco que uno alcanza a agarrar ya
es algo.

Tal vez las películas que nos disgutan, nos disgustan
sencillamente porque no las entendemos, porque son
objetos ajenos que muchas veces podemos estar
agarrando mal o con el anzuelo equivocado. ¿O si no,
cómo entender que el cineasta que nos dejaba
indiferente hace unos años hoy sea uno de nuestros
favoritos, o viceversa?
De allí que crea que el cineasta tiene todo el derecho
del mundo a sentirse ofendido y a despotricar y a
reirse y a mandar a los críticos a que se aseen sus
esfínteres (para citar a mister Countries). Es su
derecho el celebrar la crítica favorable y no entender
la desfavorable y desecharla y verla como ataque
personal si quiere y se le antoja.

La crítica, en último término, creo, no nace de la
necesidad de la obra de explicarse a sí misma, ni la
del artista de entender lo que está haciendo. La
crítica nace del crítico, de lo que él cree ver en la
obra y de lo que quiere comunicar de ella. Siendo
honesto, las películas de Hong Sangsoo, de Nuri Bielge
Ceylan o de Haneke no necesitan que yo hable de ellas.
Yo soy el que necesita hablar de ellas.

Al cabo de un tiempo la suma de estas películas que
nos gustan y emocionan forman un cuerpo, y creemos ver
cosas que las unen y por sobre todo, cosas que las
separan del resto. Y por allí, por el gusto (y no por
una regla secreta que alguien podría buscar probar con
rigor científico, pues si esta regla existiera ya se
habría utilizado desde hace mucho tiempo y nadie
habría podido probar su falsedad) es por donde se mete
el indio, pues si el artista tiene la obligación de
creer en su gusto y en su arte, el crítico tiene
también el derecho y la obligación de creer en su
gusto y las ideas y principios que cree ver en el
fondo de las cosas (y que sólo él ve, porque para
muestra está el botón de Bresson encontrando la mejor
película del año la última de James Bond… plop!).

Y sucede así que a veces encontramos cosas tan
alejadas de lo que nos gusta, tan ajenas a lo que
nuestros ojos se han acostumbrado a ver o a apreciar y
a considerar valioso que decimos que son malas, y
veces más que eso, porque a veces sentimos que nos
están tratando de timar, de hacer tontos, de meter el
dedo en la boca, de manipularnos, de vendernos algo
que no existe, cosas viejas por novedad, conformismo
por rebeldía, explotación por solidaridad, emoción por
manipulación, etc. Películas que sencillamente nos
disgustan y molestan y enojan y nos hacen perder el
tiempo.

Si se quiere perder más tiempo todavía, o pagar alguna
manda, alguien puede ponerse a detallar y explicar lo
que no le gusta, pero siempre asumiendo que 1) es la
visión personal y que por lo tanto cualquier cosa que
se diga puede o no puede ser cierta y todo es
perfectamente rebatible, y 2) que el artista no por
ello sentirá que lo que se hace con él es más «justo»
o será capaz de criticarse a sí mismo o ver algo que
por meses o por años ni él ni sus amigos o
colaboradores fueron capaces de ver.

Y claro, del disgusto y del enfado salen los
cuchillos, ese arrebato de venganza del crítico contra
la obra que lo hizo pasar un mal rato.

¿Quiere decir esto que el crítico sólo sirve si habla
con mesura y cabeza fría? Tal vez, pero también creo
que así como bien dice Pinto, uno promueve cierto cine
(su gusto), o mejor dicho, trata de definir ciertas
reglas, ordenar su mundo. Y así como el crítico ordena
el suyo, el espectador también, y a veces el placer
compartido puede ser tan útil como el odio en común. A
lo que voy es que parte de la función del crítico,
creo, debe ser exponer al lector a un universo
cinematográfico un poco más amplio (y no
necesariamente porque haya visto más, sino porque
siempre dos personas habrán visto películas
distintas). Para eso primero hay que confiar en el
crítico, y para confiar en él a veces sirve también
saber que él odió esa película que el espectador
detestó tanto o más que él, y a veces hasta por las
mismas razones.

En fin, que pese a los cuchillos creo que es bueno que
se pelee y se discuta de cine. Sobre las reglas de
esta discusión, Gustavo Noriega (quien llama a Quintín
el Oráculo Arrepentido) dice algo que me llamó mucho
la atención, y que se podría aplicar a este post: «No
estaría mal encarar así la discusión del cine
argentino: con rabia y sin perder alegría.»

Por Gonzalo MAZA

24 respuestas a «Ideas y cuchillos, segunda parte»

Hola, llegue a tu interesantísimo blog después de una ardua búsqueda.

Necesito tu ayuda, quería preguntarte si existe algún lugar donde me pueda conseguir la película/documental «Los Rubios» de la argentina Albertina Carrí. Estoy haciendo mi tesis acerca del lugar de las mujeres cineastas del conosur y me interesó muchísimo su trabajo después que vi unos cortos de ella.

Espero me puedas ayudar, escríbeme a mi mail por favor.

saludos
María José

Y bueno, mis destacados de lo que dice AFA:
1) «Siempre se escribe mejor de lo que a uno le gusta»… Muy de acuerdo. A lo que agregaría lo difícil que es escribir de esas películas que a uno le gustan mucho… y como el proceso de escritura es parte de esa digestión-decodificación de lo que uno ha visto.

2) «Tal vez las películas que nos disgutan, nos disgustan
sencillamente porque no las entendemos»… A primera lectura, esta me parece una posición un tanto tibia y optimista. No creo que las películas que no me gustan sean las que no entiendo (de hecho, me gustan muchas películas que no entiendo nada, y me enamoré de una mujer que aún trato de entender). Creo, incluso, que es al revés: suele ocurrir que aquellas películas que me gustan son un misterio para mí, y me hacen ver más películas (y escribir) para desentrañar ese misterio, o por lo menos, para rondarlo…

Pero huelo que estás hablando de otra cosa: eso de «entender» tiene variables. Convengamos que no estás hablando de «entender» el argumento, o los símbolos (¡puaj!) sino que en el contexto en que lo dices es un poco de «tomar el hilo» que una película propone y «tejer» un texto que lo ilumine a uno (y ojalá al que lo lee) en la experiencia estética. Es como cuando es niño, lee un libro, y llega un momento que uno desea que el libro no se acabe tan rápido, y lo lee más lento. La proyección de las películas se termina y uno desea que la pelota siga arriba y hace un comentario (patea la película) para que alguien más la reciba y generar un juego. Esa conversación es estimulante: multiplica la película y la hace sobrevivir el tiempo. Por eso seguimos hablando (tejiendo textos) de películas que, pasado los años, siguen proponiendo lecturas, siguen siendo materia de discusión.

3) «Uno promueve cierto cine
(su gusto), o mejor dicho, trata de definir ciertas reglas, ordenar su mundo. Y así como el crítico ordena
el suyo, el espectador también, y a veces el placer compartido puede ser tan útil como el odio en común». Me gustaría agregar en esto que ese «placer» de compartir una mirada es muy conservador, tomando en cuenta que esa «busqueda de sensación de tranquilidad» es la esencia del pensamiento conservador. Eso nos llevaría a elegir a los críticos que leemos por la cantidad de veces que estamos de acuerdo con sus reflexiones y ese es el comienzo del fin del debate.

Es por ello que es muy sano desconfiar de aquellos críticos demasiado validados, que se autoarrogan «el gusto de la gente». Ese camino (el de las estrellitas, el de los pulgares arriba y abajo) es el que más daño le ha hecho a la reflexión sobre el cine. No porque tenga influencia en el éxito o fracaso de una película, sino porque ese reduccionismo es un peligro constante. Es el reduccionismo del «hurra» (cuando nos gustan) y los «cuchillos» (cuando nos disgustan). Nos ayudan a marcar el territorio de nuestra mirada, pero también, cuando instalamos fronteras a nuestra mirada, con el tiempo, solo las reducimos, y si más encima ese crítico tiene influencia, empieza a ser el doctor Frankestein de ese mismo cine que le gusta.

Lo digo, por ejemplo, por Quintin, y un buen ejemplo de ello son las dos películas de Lisandro Alonso, «La libertad» y «Los muertos». Gracias a los entusiastas «hurras» de Quintin y los amantes, puse atención a «La libertad», que cuando la vi me pareció una película muy bella, muy contenida, muy simple, desprovista de artilugios. Eso «hurras» me ayudaron mucho a descubrir esa película, pero creo que influenciaron mucho a Alonso en lo que fue su segunda obra, «Los muertos», que es menos contenida (los créditos iniciales), menos simple, y con varios artilugios (la matanza en cámara del cabrito) muy forzados. Era como si alguien, otra persona, tratara de hacer una película como «La libertad». Creo que Alonso tenía muy poco conciencia de lo que hizo con «La libertad» y tanta alabanza crítica lo sacó de su centro natural: lo hizo repetir y amplificar algo que estaba vivo en el comienzo. Fue como si «Los muertos» la hubiera filmado con lentes oscuros. Si uno las vuelve a ver las dos en programa doble, descubre que «Los muertos» es una película mucho más conciente de sus capacidades expresivas, algo que con otro cineasta no sería problema, pero con Alonso es triste. Me gustaría saber realmente qué película habría hecho a Alonso si nunca hubiera conocido a Quintin. Un crítico, entonces, incluso puede hacer daño con sus críticas favorables. Puede hacer daño si se esfuerza demasiado en subirle el volumen a sus opiniones, si se esfuerza demasiado en clavar con demasiado fuerza las estacas que marcan las fronteras de su mirada.

Creo.

Sobre 1 y 2, como diría el Chavo «eso, eso, eso». Es decir, entender en el sentido de encontrarle un hilo secreto que te lleva mucho más allá de lo evidente (la trama, los símbolos más claros), es decir, creo entender «A History of Violence» y no por eso me gusta. Ahora bien, tú puedes encontrar en ella eso que es invisible para mí, eso que te permite «dejarte llevar» que yo no experimento con Cronenberg (Spider tampoco me gustó nada) pero sí con Kerrigan (bueno, con Keane, con Claire Dolan menos y con Clean Shaven casi nada). Yo puedo más o menos apuntar en qué momento Cronenberg me deja a un lado (esa especie de reinterpretación un tanto irónica del género) y creo que tú puedes apuntar a lo que te deja «abajo del tren» en Kerrigan. Eso es lo que llamo, malamente, «entender».

y sobre 3) a lo que voy es más que nada a la idea de ir saltando de una piedra a otra, de un director a otro, de una película a otra. Por ejemplo me acaba de pasar con un artículo muy bueno sobre Lazarescu de James Quandt en ArtForum, gracias a quien pude llegar a Stan Brakhage y «The act of seeing with one`s own eyes», un documental brutal.

Y como te decía antes, tampoco creo en las rigideces mentales, ni mucho menos en una especie de regla de oro estética (hacia lo que más me inclino es el «realismo», digamos, aunque no por ello dejo de «entender» y emocionarme con Godard o Ruiz o el último Bela Tarr o el mismo Brakhage), pero sí en ir definiendo un gusto propio y particular y articulado, que creo se construye sobre la base de más y más películas a las que uno llega por algún lado (amigos, criticos, comentarios, etc.)

Y sobre las estrellitas y los cuchillos, sí, puede ser que a la larga le haga daño a la crítica, aunque hay casos en que un poco de cuchillos no le hace mal a una industria que si se deja muy suelta se lo come todo. Es decir, no creo que sea la mejor solución tratar de hacer una crítica respetuosa o argumentativa de «The Wedding Crashers». A lo mejor sería bueno para la crítica, pero eso deja abiertas las puertas a los miles de «hurras» (y no sólo críticas, sino comentarios de los actores, noticias de farándula, en fin) que compran los millones o las estretegias de marketing que hay detrás de ellas. Yo lo veo más como un equilibrio de poderes. Claro, uno dice que Q es poderoso, pero el INCAA y La Nación se lo comen con zapatos cualquier día de la semana. Q defiende a los suyos y eso me parece válido, porque ha permitido a un cine hacerse un espacio, que sin él o sin gente como él tal vez no existiría o sería defendido con bastante menos fuerza. Un trade-off, que le llaman.

Para cerrar, concuerdo 100 por 100 con Los Muertos, película que fue una decepción muy grande después de La Libertad, que me gustó mucho y es uno de mis grandes referentes del cine argentino, junto con Trapero y todo Favio. Hay un tema de expectativas también, que Alonso a lo mejor no supo manejar. Igual no creo que Q tenga tanto que ver. Incluso hay una nota muy buena en CinemaScope en que Q habla bastante mal de Los Muertos y apunta a que para hacerla, como no tenía guión, Alonso filmó la escena del principio, esa toma virtuosa en la selva donde aparecen los cadáveres, para ir a buscar plata a Europa. Pero ahí se metió en un zapato chino porque el resto de la película no tiene nada que ver con esa toma (que tiene hasta una especie de música y que tenía que meter porque era lo que había ofrecido). A Alonso creo que le pesó más que Q el medio, los festivales, el saber que los necesita para seguir haciendo cine, tal vez. Hay que recordar que le quitó una toma a La Libertad para que la dejaran en Cannes. Claro, no se le puede condenar por eso, pero te dice que a lo mejor sí estaba pensando en esa misma gente cuando hizo Los Muertos. Y con más plata y más responsabilidad (ya la gente te cobra y los amigos no trabajan gratis, el papá no le presta más plata) eso a lo mejor pesa.

ya, me alargué de nuevo… no hay caso

Gracias Fredes. Si le sirve a Cote, yo vi que el DVD lo vendian en Baires, por si tiene a alguien conocido allá, en Musicavision. Casi me lo compro. De haber sabido…

El cine no se escribe , no se habla , no se comenta. El cine no esta en textos pseudointelectuales. El cine se construye haciendo cortos , filmando peliculas , grabando documentales , participando en la seleccion oficial y no como invitado pobre . Eso lo tienen claro los directores argentinos y sus productores . (que por lo demas no tienen blogs) . En Chile ,por un director de Cine hay 300 criticos . Y de esos 300 . Uno vale la pena . Mucho blabla y poca accion . Por ultimo . Sr Maza . Los Muertos tiene mas cojones que todo el cine chileno junto . Incluyendo a La Sagrada Familia y Promedio Rojo .

Atte .
Un Espectador enojado con las malas peliculas de la nuevomodachilena o sea . nuestro cine.

Bueno, supongo que tienes razón. Pero, ¿de qué sirve echar a andar la cámara sin reflexionar? ¿Qué sentido tiene ir a una locación a dar órdenes si no se tiene ordenada la cabeza? La crítica es reflexión, traducción, si se quiere. Me impresión es que el ombliguismo del cine chileno de los últimos años («hablo de mí, y de lo que, según mis prejuicios, me parece que son el resto de los chilenos») viene precisamente de una ausencia de debate, de conversación, de confrontar ideas. Este blog, y La Fuga, y Mabuse, y Fuera de Campo, y Sobras, y Chileindependiente y el blog de Sebastian Campos y Cristian Jiménez y todos los espacios virtuales de propuesta y conversación que han aparecido en los últimos meses y años, han aparecido espontáneamente, como una manera de que de una vez por todas conversemos de frente, con nombre y apellido, sin pelambre de por medio, pero sobre todo, poniendo ideas (y películas) sobre la mesa. Viendo las películas que se hacen afuera, y yendo a ver las películas de nuestro pasado. Este camino espontáneo, estoy seguro, nos tiene que llevar para alguna parte. A los directores, a los críticos, a los espectadores, a los productores. Pero sobre todo, a las películas que se hagan en Chile.

Por lo menos, si nos lanzamos cuchillos, sabemos de donde vienen. No tenemos nada que esconder.

Sólo para aclarar. Los Muertos me decepcionó «en relación a» La Libertad. Ahora bien, Los Muertos sigue siendo una tremenda película, tiene momentos brillantes (mi favorito es Argentino Vargas esperando salir de la cárcel y un paneo que de pronto es un milagro). Pero el punto va por dónde va la mirada, que me parece que era mucho más sencilla y desprejuiciada y menos efectista (aunque los efectos se utilizan muy bien) en La Libertad. Alonso puede que no tenga blog ni haga crítica, pero sabe bastante de cine, ve muchísimas películas (una vez nos pasamos mucho rato repasando todo Tsai Ming Liang, por ejemplo) y piensa mucho en lo que hace y conversa un poco pese a su legendaria misantropía. La música final de los créditos de Los Muertos, por ejemplo, molestosa, hard, es su forma de cerrar la película con algo decididamente incómodo para el espectador, de moverle un poco el piso y evitar la comodidad de cerrar la película. En ese puro detalle (más allá de si se crea que es mejor o peor) demuestra no sólo tener cojones y tomarse en serio lo que se hace, sino también que reflexiona sobre su cine.
Si Los Muertos hubiese sido la primera película de Lopez, por ejemplo, no me importarían las reservas de Maza y la llenaría de «hurras» y estrellas.

Gonzalo, creas o no estuve una semana en el Bafici con el DVD de Los muertos para regalarte y nunca te encontré. ¡Te lo perdiste!
Aclaración: no fui yo el que llamó a Quintín «Oráculo Arrepentido» pero lamento no haberlo hecho porque me hizo mucha gracia.

Gustavo, Estoy seguro que así fue… Pero el Abasto es lo más parecido al Triángulo de las Bermudas. Me encontraba y perdía constantemente con amigos. Te llamé un par de veces, pero no dejé mensaje porque las grabadoras telefónicas me intimidan (y siendo que todos los argentinos tienen grabadoras telefónicas, ahora entiendo por qué todos los argentinos me intimidan). Me traje los amantes que me faltaban. Ahora te mando un mail, que esto ya parece que nos estuvieramos gritando de un lado de la calle a otro…

AFA
Hola
Estoy en NY con LSF en TRIBECA
Si quieres venir a algunas de las funciones estás más que invitado.
Mi cel es 92575090
Saludos
SCampos

Gracias, mister, pero por suerte este año me dieron una buena credencial, así que puedo entrar gratis, jejeje. Pasé ayer pero no me pude quedar hasta el final de la sesión de preguntas. Pero voy a andar por el festival, así que te llamo a ver si nos vemos, que me imagino que andarás por ahí con mister Nutrio y sus secuaces marinos.
Saludos y gracias de nuevo.
afa

Keane me pareció una buena película, pero encontré realmente desagradable que sostenga toda su fuerza narrativa en imitar el uso de cámara, sonido (y hasta forma de finalizar el relato!) de los últimos Dardenne. Es una maniobra como la emprendida por su productor Soderbergh años atrás al tratar de hacerse el cool imitando la forma Dogma con Traffic (gesto recientemente repetido por estos lados).
Los Muertos, concuerdo, tiene muchos más kilos que cualquier peli chilena del último tiempo.

No quiero armar más polémica, pero «Los muertos» me parece una película muy predecible y muy poco interesada en el mundo que está mostrando, una muy curiosa experiencia si se considera que justo la película anterior del mismo director es todo lo contrario. Es muy interesante analizar este viraje en el punto de vista: cómo se pasa de la calidez a la frialdad; de la mirada humilde y empática a la mirada soberbia y vertical; de los silencios contemplativos a los silencios incómodos; de los simbolismos casuales a los simbolismos plantados; del seguimiento documental al forzado encajonamiento ficcional. Es curioso, más aún, que todo esto ocurra con un director que mantiene en el estilo de su relato relato muchos elementos en común entre ambas películas.

Puede ser, ocurre, que los directores miden las fronteras de su cine de esta forma: en su segunda película, deciden ir al mismo lugar, pero con un ánimo expansivo en la dirección contraria de su primera película. Se ponen «ojos distintos» como una forma de experimentación. De esta forma, «Los muertos» me parece un experimento fallido de un director que, claramente, está en posicion de consolidar una mirada propia, una vez que las fronteras de su cine ya están más claras.

Es eso no más. Me parece improcedente esta medición en kilos de «Los muertos» con el cine chileno: simplemente, es tan poco interesante como «pesar» «El desquite» de Andrés Wood respecto al cine argentino de los 80s. Una reflexión que me seduce muy poco.

Abrá que ver Fantasmas para saber por donde sigue Alonso. De todas maneras, e independiente del tema de la mirada, Alonso tiene un coraje y un talento enormes. La entrada al río y la espera en la cárcel son escenas potentes por sí solas, y el final… habría que preguntarse cuantos, no ya en Chile, sino en cualquier parte del mundo, tienen el coraje de terminar una película con un plano de un minuto que muestra solo un pedazo de suelo de tierra con un muñequito.
Lo que creo más afecta a Alonso en Los Muertos, lo mismo que a Reygadas (que creo tiene tambien momentos increíbles) son las historias, tan tópicas, como si pensaran que no son importantes o como si se tratara de un trámite que hay que cumplir. Tal vez La Libertad funciona porque no pasa nada, no hay muertos, no hay sangre, no hay nada en el personaje que nos haga juzgarlo porque Misael no es ni un asesino ni un ladrón ni secuestrador ni nada, sino lo que es, un simple hachero. Pero por otro lado, vender una película en que «no pasa nada» es casi imposible, y creo que eso puede llevar a agregar algo de sangre (generalmente se trata de un crimen que no tiene nada que ver con el resto de la trama, algo que se ve muchísimo) como una forma de agregar algo «trascendente» o sencillamente morboso que atraiga al público.

Sobre Keane, bueno, es cierto, pero los Dardenne también se «inspiran» mucho a Pialat y Pedro Costa se «inspira» en Bresson, y no pasa nada. Para mí lo importante es que la película funcione y eso tiene mucho más que ver con su historia, con su coherencia, con sus méritos propios más que con el estilo en que se «inspira». Pero ese tema de las «influencias» y «estilos» da para largo.

Sobre el poner en la balanza al cine chileno, siempre me ha llamado la atención el temor que hay de emitir juicios sobre las películas chilenas, ese tener que caminar sobre huevos, «si, pero la fotografía es buena… ya, pero la música está decente… oye, de lo que se trata no es de comparar el cine chileno con el uruguayo… la idea es analizar la obra y no emitir juicios, etc». Otro tema que da para mucho y que merece una discusión larga porque hay varias cosas entremedio.

Para ponernos polémicos, a mí primero me sorprende el revuelo que se ha armado alrededor del «Nuevo Nuevo Cine Chileno» y el que se asuma de entrada que es distinto a lo que había antes (o subsite hoy en pelis que no son invitadas al club) sin siquiera preguntarse en base a qué se determinan esas diferencias. Además que junto con asumirse como distinto se considera automáticamente como mejor o bueno. Alguien puede pretender que sólo se habla de «nuevo» pero no de «mejor» o «bueno», pero hay que recordar que en Chile (y en casi todos lados) decir nuevo es sinónimo de decir mejor o bueno, nadie se compra un auto «nuevo» porque sea más malo y una carretera «nueva» nunca será igual que la vieja.

Por otro lado está el tema de que encontrar malas las películas del NNCC equivale a desear la destrucción de la patria, el hundimiento del progreso, es propia de gente con el alma llena de rencores y oscuras intenciones, envidiosos con agendas secretas, etc.
Finalmente, para encontrar mala una película como Fuga basta con decir que es «siútica», pero para encontrar mala LSF se hace necesario escribir un tratado de estética y explicar qué se entiende por cine, por teatro, por video clip, por avance, por retroceso, etc. porque o si no no es una opinión seria.
Haciendo un link a la idea de los cuchillos y porqué salió el tema a colación, una cosa es criticar a la crítica, ejercicio que no está de más, pero me parece que en este caso (y como queda claro en el capítulo Quintín y en el de Flores vs Cavallo) hay más que nada un afán de querer defender una película (desautorizando el discuro o la opinión de quienes la encuentran mala) más que entrar a analizar la crítica en sí.

Igual como que ya pasó la vieja para hablar del NNCC, ¿o no? El tiempo dirá. Vienen nuevas pelis y a lo mejor con ellas sí se justifica el entusiasmo inicial y lo nuevo y lo bueno y lo mejor.

Muchas gracias caballeros, han ayudado a una damisela (qué machista!)en apuros.

Buen blog Gonzalo, al igual que tus críticas, las difruto mucho.

Chau

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