Bueno, el podcast resultó ser tan exitoso como el MIR: un fiasco. No, no un fiasco; una buena idea pero irrealizable. Igual que el MIR, es verdad. Por lo menos eso es lo que aprendí tras ver «Calle Santa Fe», en esa única función que tuvo en Sanfic, que más encima dejó fuera a los espectadores de a pie, una absurda idea de la organización. Un amigo me decía «¿para qué promocionan películas que después los únicos que ven son ellos?». La crítica es innegable. Faltó una función para «Calle Santa Fe» y otra para «Matar a todos», que tuvieron funciones únicas y cerradas (como referencia, el productor chileno de ambas películas es Sergio Gándara, de Parox, quien además es productor de este festival… me imagino que algo de eso tiene que ver con todo).
«Calle Santa Fe» a mí me dejó muy impresionado (debo decir que la vi dos veces, algo largo de explicar aquí por qué). Primero, por cómo está hecha. Carmen Castillo sabe contar lo que está contando: en el fondo, una historia personal del MIR, esa organización paramilitar de jóvenes que terminó de rodillas tras la muerte de su líder, Miguel Enríquez (sí, el papá de Marco, pero esa es otra historia). Carmen Castillo se decide a hacer un documental con múltiples objetivos: contarnos de «Miguel», los ideales del MIR, y si acaso «todo lo ocurrido» valió la pena. «Todo lo ocurrido» es lo que detalla el documental desde la perspectiva personal de CC, esto es, el MIR le cagó la vida a sus militantes. O los mató, o los dejó mal heridos en lo personal, a ellos y a sus padres y a sus hijos. Me atrevo a decir entonces que esta es una historia familiar del MIR. Una de lazos afectivos estirados hasta más allá de lo soportable por la severidad revolucionaria.
Decía, me impresionó como este documental tiene varias líneas narrativas tejidas con mano firme. El montaje es impresionante: no solo es preciso y claro; es además bello, sobre todo en las secuencias en que Carmen Castillo vuelve a la Calle Santa Fe del título (una casa en la comuna de San Miguel donde, tras el golpe, Miguel Enríquez y ella permanecieron ocultos hasta que en octubre de 1974, en un enfrentamiento con militares, él murió y ella quedó herida de gravedad, para perder luego la guagua de la que estaba embarazada). Los vecinos la recuerdan perfectamente por los cigarrillos que iba a comprar a la esquina, por sus hábitos y por los trágicos eventos finales. Más emocionante es cómo CC descubre quien es la persona que llamó la ambulancia que ella le salvó la vida, un vecino de por ahí, con un problema en una pierna. Mientras conversan, uno no puede evitar emocionarse. Y decía lo del montaje: mientras ella escucha el relato del vecino salvador, vemos un carrito de gas pasar por la calle. Lo mismo que CC ve mientras escucha la historia.
«Calle Santa Fe» está llena de momentos así: momentos en que se recolecta la experiencia colectiva de haber sido del MIR, de haber estado clandestino, de haber sido torturado, o que te hayan matado los hijos, o de jugar a la pelota en la calle para distraer a los pacos, o de hacer ollas comunes en casas distintas todos los días, o de mandarles cartas a tus padres desde paraderos desconocidos, o separarte de tus hijos por años para ser parte de la «Operación retorno». Hay testimonios emblemáticos, como el de la madre de los hermanos Vergara; hay otros inesperados, como la crítica que hace Fernando Castillo Velasco a su hija, en cámara. Lo interesante a nivel de estrategia documental es que CC no teme confrontar su ideas con las que encuentra acá: en un momento de la película se le ocurre que es buena idea comprar la casa de Calle Santa Fe para que no se olvide lo que ocurrió ahí, pero luego de que habla con un dirigente joven que le plantea que esta es una idea ridícula y ajena al MIR de hoy, la Castillo desiste.
En fin, «Calle Santa Fe» es una de las grandes películas de este año, tan emocionante como severa, que se hace una gran pregunta sobre la acción del MIR (¿valió todo esto la pena? ¿separarnos de nuestros hijos? ¿que tanta gente muriera?) y se consume en la búsqueda de la respuesta, porque esa respuesta va más allá de ella, de su historia y de su vida. Una gran película.
****
Vi otras películas en estos días. Qué decir por ejemplo de «Syndromes and a century». Una película intensa, mística, pero también romantica, bella y chistosa. Una película muy generosa, como decía la linda Pamela Bienzobas, que anduvo de paseo por acá, y sin embargo, también una película misteriosa, de la cual se hace en extremo difícil hablar de ella. Bueno, de esto hablamos cuando hablamos de cine.
«Bucarest 12:08», en tanto, le tenía mucha fe y me anduvo decepcionando. Ya sé, soy un aguafiestas. Es muy linda y sabe ser chistosa, pero anduvo chocando eso de andar riéndote de tus personajes. La película se pone por encima de sus retratados. Toda la larga secuencia del programa de TV que ocupa, me parece, casi la mitad del metraje, juega un poco al patetismo, está filmada desde arriba, con la mirada de alguien que se burla de sus personajes por su patetismo, y eso nunca me ha parecido divertido cuando esos personajes no están en una situación de poder. Para mí, la comedia es intrínsecamente igualitaria: levanta a los pequeños y achica a los agrandados. Pero eso de andar achicando a los pequeños… Y sin embargo, muy bonito toda esa idea de los faroles…
¿Qué más vi? Otras cosas: «Santiago», el bello documental cuyo subtítulo explica todo: «una reflexión sobre el material de cámara», en la que el hermano de Walter Salles, Joao Salles, revisita un material filmado hace 12 años para editarlo, esta vez, de manera definitiva. El material es una serie de entrevistas a Santiago, su mayordomo de toda la vida (ya se puede dar cuenta uno del estilo de vida y la infancia que pasaron los Salles). Salles lo entrevistó un par de años antes de su muerte. Y en su momento fue incapaz de editar algo. Ahora, que vuelve a tomar las 16 horas de material de cámara, descubre cosas que antes no había visto. Cosas que están en el material de cámara y que desnudan el proceso documental (la entrevista, la repetición de escenas), pero también cómo Santiago nunca dejó de ver a Joao como el hijo del patrón. La película es simple y generosa, en cuanto, no teme a desnudar los ripios y las torpezas de quien la realiza (algo que sí pasa en «Syndromes», cuando en los créditos iniciales escuchamos el audio que sigue corriendo de los actores que ya salieron de cuadro visual, pero siguen en el cuadro auditivo; pasa en «Calle Santa Fe», pero que definitivamente no ocurre en «Bucarest 12:08»).
Definitivamente me fui por documentales: «Cocalero» me dejó algo frío en su flojera (supe tanto del carisma de la figura de Evo Morales como lo que habría sabido leyendo Reportajes de La Tercera; o sea, nada); «El tiempo aquí» no logra articular efectivamente un mundo, y se queda con el paisaje (aunque supe que a mucha gente le gustó, pero no puedo evitar admitir que me molestaron cierta desprolijidad menor -y no menor- como fue agregarle subtítulos en español con constantes faltas de ortografía). La otra que vi fue «Flandres», pero no me dejó casi en nada impresionado.
Ese fue mi corto Sanfic de esta temporada. Corto. Varias películas ya estaban en mi poder o las había visto. Otras tuve la mala suerte de perdérmelas (como «I don’t want to sleep alone», que este lunes también me perderé por trabajo). Otras las deseché cuando escuché los comentarios de gente de confianza que partieron a verlas.
Vamos a ver si paramos un podcast final. Ya no prometo nada. A veces todo es tan triste.
18 respuestas a «SANFIC 4: Desnudarse»
Yo iba por Cocalero y, a última hora, decidí cambiar el docu sobre EVO por Unrequited Love de Chris Petit.
Lamento decir que… ¡te lo perdiste Gonzalo!. El ensayo cinematográfico sobre el acoso, las pasiones y el amor no correspondido fue una experiencia bien intensa (y confieso que agotadora en algunos momentos) pero valió la pena. La proyección contó con la presencia de Petit (antes de ser director fue crítico de Film Comment) para terminar con una breve conversación entre él mismo y el público de la sala. Una agradable y sabrosa sorpresa.
Yo mañana voy por Tsai.
Un abrazo y esperamos ese podcast!
Animo Gonzalo, que aún se puede!!!
Yo fui uno de los que se toparon de frente con que Calle Santa Fe era función privada. Tenía bastantes ganas de verla, sobre todo por haber visto antes La Flaca Alejandra, de la misma directora. Me parece que ella aborda el tema del horror con una calma inquietante, libre de la distracción emotiva que usualmente predomina en este tipo de trabajos, logrando así, en una ecuación inversa, conmover mas todavía.
Pregunta: ¿se podrá ver Calle Santa Fe en el próximo Fidoc?
Imagino que si.
parece que no estoy de acuerdo, maza, con lo que dices sobre bucarest 12:08. el título original, algo como «hubo o no hubo», «fue o no fue» o «estuvo o no estuvo», ayuda más a entender para dónde va la cosa. yo creo que si el director se está riendo de algo, no es de los personajes sino de la idea de épica nacional. el comunismo a la rumana era julero, la «revolución» fue julera y la rumania de hoy no es sólo julera, sino huérfana y desarmada, una mala copia de europa occidental, un país «liberal» y analfabeto, aún más a la deriva que antes, con agentes de seguridad vueltos industriales e ingenieros textiles transformados en dueños de canales de televisión de pacotilla. me suena conocido y no puedo evitar preguntarme si aquí hubo o no hubo.
No deja de extrañar la forma en como los periodistas analizan las películas. Maza ve severidad revolucionaria donde lo que hay es delirio religioso; montaje impresionante en la sumatoria de material autorreferente; emoción en un epsidio propio de «Crónicas» en el que además CC no demuestra mucho por la persona que le salvó la vida (el cojo se va por dónde vino mientras CC sigue pensando en ella misma); toma de conciencia en el eterno deseo de un gobierno proletario para Chile (mientras la autora vive aristocráticamente y en el seno del red set europeo); etc.
Si Calle Santa Fe es interesante es porque permite al espectador crearse un perfil sicólogico de la autora y del movimiento histórico del que formó y forma parte: cómo dice Alberto Edwards en La Fronda Aristocrática, los movimientos políticos son fenómenos religiosos. Carmen Castillo no logra safarse de lo que fue ese delirio colectivo, y si le da la palabra a sus padres o al joven que le recomienda no comprar la casa, en el fondo está claro lo que ella piensa y sigue pensando.
Estoy de acuerdo con Maza en la melancolía que me ha dejado sanfic. A mi parecer «menos es más»… y hubiera preferido menos oferta de películas, pero más funciones y bien repartidas. Por ej, me quedé sin ver Malta con Huevo dos veces y como alternativa decidí Corazón Secreto, pero era con invitación, ¿cuál es la idea?. Tampoco me iba a ir al Hoyts San Agustín para salir a las 24.00 hrs.
La publicación de Calle Santa Fe y Matar a todos en la grilla fue un error involuntario.
Estrenaremos Calle Santa Fe en Octubre
mil disculpas!!
SG
Ojo, a mi me interesa la película en cuanto narrativa documental, y en segundo término, como discurso político. me llama mucho la atención cómo alguien puede saber qué pasa por la cabeza de alguien que ve en pantalla. Solo podemos imaginarlo. Estoy de acuerdo que más de algun espectador le puede causar tirria lo que Pedro llama el «delirio religioso», pero como yo no soy de esa generación, me da un poco lo mismo. Más me interesa un personaje capaz de mantener una pregunta en el aire, una pregunta que cuestiona su historia personal, su figura política y sus actos y los de sus pares, y no la deja caer. Creo que es una película para el debate, y pocas películas chilenas lo están provocvando en el ultimo tiempo.
Maza, tu teoría de la comedia es muuuy extraña.
¿Por qué alguien que mira a sus personajes «desde arriba» va a ser un peor director de comedias que otro que los mira «de cerca»?
Y qué tiene de malo que te rías de esos personajes. Lo hace Kubrick en Dr. Insólito y lo hicieron muchas veces, por ejemplo, Milos Forman y Berlanga en Europa.
En el otro extremo, los tipos que regurgitaron American Pie ciertamente se sentían ultra-cerca de esos simios púberes y esa sigue siendo una horrenda película.
Creo -sólo creo- que le pides a la comedia valores que no tiene por qué entregarte. No es su pega «agrandar a los chicos» o darle un rasgo de dignidad a pelotudos y perdedores. Es hacerte reír.
Yo alcancé a ver Bucarest. No era gran cosa, pero no diría que hay que descartarla porque se ríe de sus personajes. Si es por eso, que alguien le avise a los Monty Python.
Ay, decir lo que dices es ponerle muy poco esfuerzo a entender lo que trato de decir. Como decía ayer Raúl Ruiz en la entrevista de Artes y Letras (que estaba super buena): «El mayor problema [de Chile] es que la opinión precede a la idea: primero se opina y, después, a veces, se piensa». Yo llevo mucho rato dándole vuelta al tema de la comedia, y me parece que cuando se hace comedia se transita por una delgada línea de poder. Reirte de alguien es bajarlo de su pedestal. Nos reímos del profesor siútico en el colegio, del gordo que come demasiado y no le convida al resto, y del que se saca las mejores notas. Por supuesto, del que más nos reímos es del más peligroso: el inspector, o peor, el acusete del curso. Ahora, la comedia es intrinsecamente reaccionaria porque a menudo «el chistosín» debe ser lo suficientemente astuto para no subirse él a un pedestal. Por eso el tema del poder. Todos los ejemplos de comedia que diste se tratan de reírse del poder (Kubrick de la bomba y de la ceguera de las autoridades de la Guerra Fría, Monty Python de la Iglesia Católica y el orden establecido en el mundo anglicano), pero no se ríen -directa y explicitamente- de los que sufren y no tienen nada. (Cuando lo hacen, si se fijan, es para establecer un aspecto de humanidad e empatía sobre los retratados, pero no se ríen, digamos, del patetismo de no tener nada qué comer y tener que salir a matar a alguien para conseguirlo, por ejemplo, porque eso no tiene nada divertido). Siempre me acuerdo que John Ford decía: «Me pregunto quien será el primer hijo de puta que haga una comedia de la Guerra de Vietnam», entendiendo la frase de que, según Ford, no había nada de qué reírse en Vietnam, porque esa era un guerra donde solo hubo perdedores.
Por eso, la comedia es liberadora. Pero, ojo, constituye el primer gen reaccionario. Reirte de los demas es ponerte por encima de ellos: de ahí que reírte de ti mismo sea tan importante entre los comediantes. Es como una marca en la que estableces que sabes como funciona ese juego.
Mi punto con Bucarest es que se ríe de este absurdo de que no hubo ninguna revolución, pero a ratos se ríe de cierto patetismo de personajes que, poco rato antes, me los presentaron con cierta empatía, como el anciano que hace de viejo pascuero. De las comedias se puede obtener grandes momentos de grandeza (y de hecho, Bucarest tiene uno, muy bello: cuando el inmigrante chino llama al programa para defender al atacado profesor), pero me parece que la película, en la larga escena del programa de TV, pone a todos los personajes en el mismo plano de bajeza, pero peor todavía, se pone a sí misma en un plano superior.
Sólo un comentario, a mi no me parece mala idea lo del podcast, en especial con invitados y todo eso, es solo que es complicado disponer del mismo tiempo para leer que para escuchar. Igual aunque no sonaba muy bien, la conversación con valderrama creo que fue una buena idea sobre cómo y de qué deberian tratarse futuros podcast, quizas no necesariamente del sanfic, pero no siempre se puede escuchar a los directores hablando de sus películas. Eso, saludos
Ja, ja, ja, lamento no ser capaz de pensar antes de opinar. No tenía idea que así funcionaba mi mate.
Admiro a Ruiz, pero no le convirtamos en el Paulo Coehlo chilensis. El maestro también se cae: en esa misma entrevista dice que está «ansioso» de ver Cachimba porque le huele buena.
(Aunque puede que C. sea un peliculón si la ves pensando que es un Ruiz).
Tus argumentos siguen siendo muy raros: ¿la comedia es intrínsecamente reaccionaria porque el emisor debe tener cuidado de no subirse a un pedestal?
Creo que el problema es más simple, Maza: nos reímos de cosas distintas.
Los Python de hecho se rieron largo y tendido de mendigos y viejos y enfermos y homosexuales. Kubrick se burló de los milicos de a pie en la tripulación del bombardero.
Reírse sólo de los poderosos es refácil, a fin de cuentas (en un régimen democrático, al menos).
Pero hacer que la gente se ría, por ejemplo, de un moribundo, de un viejo enfermo o de un parapléjico, que se rían sabiendo que es terrible y que son miserables al reírse, encuentro que eso es genio. Pocas veces pasa.
Y la gran comedia está, como tú dices, al borde, haciendo eso que Ford predecía con tanta amargura con su moral de siglo XIX.
Lo otro no es comedia, a la larga. Es como hacer chistes del Transantiago hoy día. Uuuh, media gracia.
Bucarest se ríe de ese profesor borrachín y de ese programa de tv ratón, pero no siento que eso la haga fallida. Lo que la hace fallida es que el gag se repite hasta que se hace mecánico.
Un caso a comentar fue lo sucedido en el estreno de RABIA de Oscar Cardenas, fue una verguenza el trato que se le dio a una pelicula que tenia planteado su estreno en Chile en SANFIC, y sobretodo que tenia un curriculum de festivales destacado. La función se atraso una hora, dejando esperar a mas de 500 personas, porque el proyector simplemente no servia, para luego cambiarlo por uno que dio una imagen muy pobre de la pelicula. El sonido fallo varias veces. Es triste lo que sucedio con un esperado estreno de cine independiente. RABIA se merecia un trato mejor y no lo sucedido anoche. Mala nota para SNAFIC y Hoyts.
evolutivamente la risa está emparentada con el sentimiento de superioridad, aunque provenga del débil. el que se ríe se pone en un plano superior, porque comprende algo (por lo general una incoherencia) que el otro no. y si es un grupo el que se ríe de un individuo, lo excluye y lo rebaja. por eso es herramienta contra el poder, se trate del chupamedias del curso o del gorila del que nos reímos por años con hervi. de hecho hobbes llama a la risa «gloria súbita». y -perdón por el eclecticismo- para mel brooks «tragedia es que yo me hiera un dedo con el cortauñas; comedia es que a ti te caiga un piano encima». en realidad es con una caída por el tubo del ascensor pero como que me gusta más la imagen del pianito. además me recuerda a fuga. pero el humorismo involuntario lo dejamos para otra. saludos.
john waters se rie y ama a sus personajes a la vez, se rie de travestis, drogadictos y un cuantohay de cosas incorrectas, sin perderle el respeto a sus Freaks. se puede uno reir de todo, la cosa es el momento y el tono, ademas los Monty Pyhton se rieron tanto de los snobs y de los poderosos que de los miserables.
Creo entender a maza, a mi siempre me ha molestado Dr. Insolito por la misma razon que enumera hoy maza, como los gringos que tienen una frase que dice algo asi como: es facil construir un monstruo de paja para luego quemarlo, osea es facil sacar del sombrero personajes pateticos y reirse con superioridad intelectual de ellos, pero esa es una construccion facil y por lo demas falsa para reirnos de lo que nosotros podemos, pero nustros personajes no. me pasa eso con muchas comedias que se ponen por sobre sus protagonistas, me parece facilon. Sin embargo no creo que esto sea una regla dogmatica, a mi mas que a nadie le causa gracia reirse de lo incorrecto.
A todo esto: la pagina de sanfic era un horror, ojala el organigrama el proximo año este mas entendible, me perdi cosas que qeuria ver y al final me apeste y no fui a ninguna cosa. BUUU!
Oye, igual la orquesta con niños que tocan la canción latina en Bucarest, es notable. En todo caso finalmente fue la única película que ví y, en vista de que está siendo tan comentada, no dejo de preguntarme ¿tan malo estuvo Sanfic este año? Concuerdo completamente con Maza en que el director abandona a sus personajes torpemente para burlarse de ellos. Está bien que , como dice Brahm, la peli plantee la ambigua realidad rumana, pero no es motivo para no querer a tus personajes. Y no por ética o por moral o mensaje cristiano de ninguna especie, simplemente porque las películas son fomes cuando los personajes no tienen rasgos en los cuales podamos reconocernos y querernos un poco a nosotros mismos.
saludos
No vi Bucarest. Ya no sé si por suerte o por desgracia…
Curiosas las cintas asiáticas de la muestra. Bonitas algunas, con extraño buen humor, llenas de eso que llaman momentos notables. Y tan calladitas todas.
Gracias por las referencias, vecino.
Saludos,
A.
querido amigo, ya sabes que tu blog es una olla de la que saco de tanto en tanto un pedazo de carne sabrosa para compartir con los nuestros y los otros. Además hay pocas ollas y la carne sabrosa o desabrida está escasa. Por deseo e iniciativa compartida te escribo para corregir un error de concepto y adjetivo propio de la prisa y del desconocimiento en una materia específica. Así como en botánica cada flor tiene su nombre, en política cada organización humana tiene un nombre específico que no queda al amaño de la interpretación subjetiva. El MIR chileno (lo hubo boliviano)nunca fue una organización política paramilitar. En rigor, así como hay geranios y claveles, hay movimientos, partidos, grupos guerilleros, grupos armados, y grupos paramilitares, etc. Y como en la geometría hay especies y subespecies, o conceptos que hacen parte de un concepto mayor. En el caso del MIR chileno, por definición es un movimiento político; que contó con diferentes frentes en su interior y por períodos de su historia, por ejemplo un frente de estudiantes revolucionario (FER). Al interior de los movimientos existen comisiones, en el caso del MIR hubo comisión política y militar. Esta última indica solamente, que el uso de las armas formó parte de su concepción y práctica política.
Las organizaciones paramilitares tienen exigencias para su nombre y peculiaridad, muy distintas por cierto. O sea que para hacerlo más corto, una cosa es cada cosa, y los geranios no son rosas y así…te quiere siempre tu amiga soledad.
PD: el padre del MIR es el MUI y qué es el MUI, hay que dejarles tarea para aquellos(as) que tienen interés en geopolítica local.