Volví. I’m back. Me revoilà! Gracias por la espera. Espero que hayan encontrado otros blogs para leer en este tiempo. No, es broma. Espero que me hayan echado de menos. Y espero que no se hayan terminado de decepcionar de mí. Yo ya estoy de vuelta de un paseo por el infierno que no voy a detallar. O por lo menos ya estoy en el camino de vuelta. En todo este rato han pasado cosas, muchas cosas de las que me gustaría comentar. Por ejemplo:
Se acabó la revista Premiere. Por lo menos la versión gringa en papel. Lo digo porque la revista original es francesa, y esa sigue con buena salud. Ahora Premiere, la norteamericana, seguirá viva solo en internet. Yo la verdad nunca fui fanático de la publicación, pero por años fue -junto al desaparecido Bill Tush de «Showbiz Today» en CNN- la única fuente de información cinéfila que uno podía tener al alcance, si acaso podemos llamar «al alcance» a una revista importada, en otro idioma, y que se podía conseguir en Chile a precios absurdamente prohibitivos. Pero a pesar de ello, con Premiere se acaba toda una época, por lo menos para mí. Se acaba Libby Gelman-Waxner, esa columnista californiana que destrozaba todas las películas con desparpajo y candidez en una columna llamada «If you ask me» (Si me preguntan) y que, después me enteraría, era el alter ego de un guionista gay llamado Paul Rudnik… Se acabaron los listados tipo Las 20 Películas Más Sobrevaloradas de la Historia (el que incluye a «Belleza americana», «Fantasía», «Carros de fuego» y hasta «Jules et Jim»)… Se acaban esos reportajes gráficos con fotos tomadas por Jeff Bridges… Y los diálogos que reproducían de películas clásicas, que siempre sorprendía cuando los veía en papel… Se acabó la cuna para escritores como Peter Biskind y David Foster Wallace (quien publicó aquí un larguísimo y notable artículo sobre la filmación de «Carretera perdida» de David Lynch, lo pilló meando en un árbol y terminó por tomar distancia del director que admiraba… artículo que aparece en su volumen compilatorio Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer)… En fin, se acabó Premiere y sus páginas suaves y perfumadas con lindos posters de películas recién salidas en video que nunca veríamos. Ahora seguirá solo en internet. Una lástima. En un acto de intensa melancolía, unos de sus primeros artículos ahí es una galería con todas sus portadas.
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«Lo que todo crítico de cine debe saber» propone Ronald Bergan en el blog de cine de The Guardian, y el listado es completo: incluye desde haber visto todas las películas de Dreyer, Bresson, Renoir, Buñuel y Bergman, hasta conocer la diferencia entre un paneo y un dolly shot, entre otros requerimientos. Eso se suma a una ya vieja polémica de los blogs y los diarios que está en el aire desde el año pasado respecto a si acaso vale la pena seguir haciendo crítica de cine. El tema apareció por primera vez cuando se empezó a hacer común que los principales estudios cinematográficos ya ni siquiera estaban haciendo funciones privadas para evitar que los críticos «tiraran mala vibra» sobre una película antes de su primer fin de semana, sobre todo si la película iba de regular a mala, pero que podía tener cierta audiencia que le gustara (como pasó, de alguna manera, con «Terror a bordo [Snakes on a plane]»). A eso se agregó el tema que, bueno, los blogs han permitido que ahora cualquiera se llame a sí mismo un crítico de cine (me dicen a mí) + el reciente (y conocido en Chile) fenómeno en que se observa cómo han sido marginados de los medios escritos tradicionales los «críticos profesionales» para ser reemplazados por «comentaristas que ponen estrellas». Todo esto sobre la mesa (más otras polémicas sobre el contenido sindicalizado y hasta la corrupción en este rubro) han llevado a una saludable andanada de reflexiones sobre el tema, unas más inspiradas que otras. La última es de uno que nos cuenta qué está mal en la crítica de cine actual… ¡y cómo arreglarlo! Como decía un amigo, a veces la ignorancia es insolente. Para sacarse malos sabores de la boca quizás sea interesante leer esta entrevista a Adrian Martin en Miradas de Cine. Adrian Martin, el crítico australiano fanático de Raúl Ruiz y procursor del sitio Rouge, es de esos críticos que a uno le recuerdan el entusiasmo maravilloso de ver películas. Aunque sean malas. Ojo con sus conceptos del ahora cinematográfico: nada más de acuerdo.
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Por último, para terminar este desayuno de los campeones, échenle un ojo a los estudios de vanguardia en la academia, y que no están muy alejados de las preocupaciones de Raúl Ruiz: ambos se preguntan para donde miramos (hacia donde se mueven nuestros ojos, quiero decir) cuando miramos una película. Un joven profesor de la Universidad de Edinburgo llamado Tim Smith está a punto de publicar un paper con su investigación en el tema. Smith creó un software llamado Gazeatron que es capaz de captar hacia donde miran los espectadores en una película. Digo, hacia qué parte específica de un plano están mirando. En la foto, por ejemplo, cada punto es el foco de atención de la mirada de distintos espectadores que están viendo este plano. Los estudios indican que los ojos, aunque captan un amplio espectro, solo son capaces de fijarse en pequeños lugares especificos para procesarlos. Para «captar más información» los ojos deben moverse para que les llegue una nueva luz, y así complementarla con la anterior. Por tanto, el movimiento de los ojos es fundamental para entender en qué se fijan los espectadores de una película, o mejor aún, que están realmente viendo.
El punto es interesante si a eso agregamos que en países como el nuestro casi todo el cine que hemos vista en nuestra vida lo hemos visto con subtítulos. Ante eso la pregunta es: ¿qué implicancias puede tener esto en nuestro entendimiento del cine? ¿Es comparable que nosotros, los espectadores que vemos películas con subtítulos, tengamos un menor aprecio por el cine que, digamos, los españoles o franceses, que han visto toda su vida las películas dobladas? ¿Acaso estos países no son los que más protegen su cine, y los que tienen las más completas filmotecas? Quiero decir, acaso será que -al contrario de nuestra creencia- los subtítulos nos han hecho más daño que beneficio es términos culturales? ¿Ah? ¿ah? ¡¿ah?!
Piensen en esto un rato. Yo no podido dejar de hacerlo. Que tengan un lindo día.
12 respuestas a «ATAJOS 28/3: Lecturas»
Maza,
No se como lo haces para mantenerte,tan al tanto en este inmenso mundo.
Nos haces a todos la vida mas facil sin tener que pasar horas searcheando la web.
La verdad es que Premiere se habia acabado mucho antes,en los hechos mi amigo hasta hoy dia y compañero de curso en Columbia University Peter Biskind,renuncio como Director a la revista hace varios años por el caracter marketinero y fulero que habia tomado.
Particularmente le molestaba que perdiera filo critico en beneficio de los departamentos de marketing de los estudios.
Era una ingenuidad de el, que una revista como esa cumpliera esos cometidos.Por eso Biskind escribe los libros que escribe.
Saludos AR
Un gusto volver a leerlo denuevo maestro, ya estaba empezando a preocuparme =)
Notable reflexión sobre el tema de los subtítulos. Es evidente que tener la mirada fija en la parte inferior de la pantalla nos hace perdernos muchas veces detalles de los planos.
Alguna vez comentaba con alguien que a veces hay que decidir entre ver la película o leer.
Cuantas veces la gente te comenta que no se fijó o no cachó algún detalle de una película.
Es más, los subtítulos han provocado otros fenómenos. Recuerdo la típica cantinela de lo malo que era el sonido de las películas chilenas. Se mantuvo aún cuando técnicamente las películas nacionales estaban bastante ok. ¿Que ocurría? que acostumbrados a leer y no a oír, nadie notaba el PESIMO sonido de las salas chilenas. Algunas decías «Dolby» y eran cuatro parlantes con suerte. Cuando se daba una película chilena o hablada en español, ahí recién el público se daba cuenta que no escuchaba lo que se hablaba.
Lo de PREMIERE me hizo recordar aquellas revistas que estaban en El Mercurio cuando llegué. Habían estado suscritos y uno atesoraba cualquier información más o menos fresca. Curiosamente la de al foto, era una de ellas.
El problema es que sin subtítulos también pierdes mucho, partiendo por las inflexiones de las voces originales y terminando en lo más importante de todo, el guión, como dice David Mamet en su último libro sobre Hollywood, “Bambi vs. Godzilla”. Leyendo te pierdes detalles como los planos y viendo una película doblada te pierdes los diálogos. Al final, no creo que se pueda decidir o elegir qué es peor y tampoco veo necesariamente un nexo como el que se sugiere entre el doblaje y la protección de la industria local (argumento que hay que calibrar, porque si bien por un lado es valioso que se fomente el cine propio tal como lo hace Francia – me parece, mediante un sistema de cuotas – por el otro creo que esta industria se nutre casi como ninguna otra de las influencias a nivel mundial).
Hace poco vi dos películas en que el diálogo es primordial: “The Killing”, dirigida por Kubrik con guión de Jim Thompson y “Double Indemnity”, dirigida por Billy Wilder con guión suyo junto a Raymond Chandler. Dobladas seguirían siendo buenas, pero el espectador de todas formas se perdería la mitad (otro ejemplo, cualquier diálogo de Groucho Marx). Ojo, que no siempre es necesario saber el idioma para apreciar ciertos detalles. Personalmente, soy un defensor de los subtítulos incluso cuando no entiendo el idioma. No me imagino ver “Stalker” de Tarkovski o cualquiera de las últimas de Wenders dobladas al español (aunque ni los subtítulos impedirían que me aburriera) o una película de Rohmer, pese a que a duras penas entiendo la mitad de lo que dicen. Desgraciadamente, esto no es lo mismo que leer un libro traducido de otro idioma, que es la única opción disponible cuando no hablas la lengua original del autor. Aquí además de los parlamentos están involucrados sonido e imagen y la experiencia, a mi parecer, es conjunta.
Me cargan las películas dobladas y no se cómo los españoles las soportan, más encima dobladas con acento de ellos.
Lo del sonido es cierto. A mi con las películas españolas me cuesta mucho entender, sobretodo a los madrileños, creo, que susurran.
Los subtítulos son el mal menor. Ahora, me gustaría saber qué experimientos se han hecho respecto a la forma de ponerlos. En Miami Vice había una cierta intención de involucrarlos más a la película, diferenciando los de un personaje y otro o cambiándolos de posición. ¿Podrá crearse una nueva forma de subtitular, más cercana al comic, en que las letras aparezcan más integradas al punto de interés del plano? ¿O sólo sería ensuciar y confundir? Creo que valdría la pena hacer la prueba.
Maza, el doblaje es una intervención directa sobre una pieza de arte. Los subtítulos son el mal menor, aun cuando algunos sean nefastos.
Imagínate que en las obras de teatro extranjeras se reemplazara la costumbre de la marquesina luminosa con subtítulos (como se hizo en el Teatro a Mil en enero) por un par de actores locales hablando con micrófonos encima de lo que dice el elenco.
El dato de Olave es muy cierto: las salas chilenas tienen por lo general muy mal sonido, están mal reguladas y los diálogos se escuchan saturados con respecto al ruido ambiente y a la música, problema que los subtítulos suelen tapar hasta que se muestra una cinta chilena y se abre el horror.
De hecho, las únicas salas en Santiago donde se puede contar con audio decente -no en VOLUMEN sino en manejo de los distintos tipos de sonido- es en las del olvidado Florida Center.
El tema de los subtítulos y su relación con el área comercial es súper interesante. Por ejemplo, el cine de Hong-Kong, una de las industrias más mercenarias y metalizadas del área a nivel mundial, descubrió en los años ’70 que para sobrevivir tenía que vender sus filmes en todo Oriente en forma rápida y simultánea. Eso implicaba cubrir diez a quince idiomas distintos. Y como la plata era poca, se estandarizó la costumbre de pegar hasta tres tipos de subtítulos distintos uno encima de otro para ahorrar en copias.
Y esto fue determinando que los directores abandonaran formatos como el 1.85:1 y empezaran a dejar libres de elementos importantes la parte de abajo de sus planos, ya que las asumían como área para subtítulos, al tiempo que empezaron a filmar en formatos más cercanos a la pantalla de un televisor.
Algunas de estas películas con subtítulos pegados en cantonés o japonés llegaron incluso a Chile en los ’80 y uno tenía que bancarse subtítulos en español blancos pegados sobre la selva de palitos y monigotes del kanji.
Esto se ve en la mayoría de las películas de Bruce Lee y Jackie Chan y todos esos próceres, que son cintas que pierden muy poco al exhibirse en tele. De hecho, formatos extendidos similares al cinemascope empezaron a volver hace muy poco, cuando gente como Wong Kar-Wai decidieron usarlos.
Me extendí, pero encuentro que el ejemplo es decidor: los subtítulos y su impacto comercial pueden incluso alterar la forma en que los cineastas imaginan sus historias.
Antes de que se me malinterprete, yo soy un fan de los subtítulos. Más aún, he hasta subtitulado películas con el siempre útil (y uruguayo) Subtitle Workshop. Subtitular es una deliciosa técnica, un hobby encantador: transformar esos juegos de palabras larguísimos en unos pocos fonemas puede a uno robarle varias horas de sueño, y aun asi disfrutarlo.
Pero lo que me pregunto (y solo me pregunto) es por qué no darle una oportunidad a las películas dobladas, sobre todo a aquellas que tienen algo que proponer en términos visuales. Muchas de las películas pre-1950 las he visto dobladas en TV, y no dejado de conmoverme, digamos, con «Tambores a lo largo de Mohawk» o «La venganza de Ulzana». Hay casos en que una película mal subtitulada es un peligro: me pasó con la de los Coen, «Un paseo con la muerte» que cuando la vi en video (editada por ETV) me pareció inentendible, y la descarté para siempre, hasta que alguna vez la pillé en el cable, doblada, y simplemente era otra película. Sin ir más lejos «Educando a Arizona», por nombrar otra de los Coen, tiene un muy buen doblaje, y cuando la veo en DVD muchas veces salto de una pista de audio a la otra. Lo mismo me pasa con «La última noche de Boris Grushenko», de Woody Allen, una de mis películas favoritas de todos los tiempos, cuyo doblaje es exquisito. Me da la impresión que hubo una generación de actores de doblaje mexicanos que se especializaron en comedias e hasta mejoraron algunas películas: el otro día pesqué «El golpe 2» en el cable, y no pude dejarlo de ver por el doblaje. Subtitulada la habría cambiado rápidamente.
Solo quiero decir que la tirria por los doblajes a veces es medio irracional, y si uno le da la oportunidad, esa tirria dura algunos minutos y al cabo de un rato corto uno se acostumbra. Y efectivamente, se termina viendo otra película. Se ve la pelicula completa, por decirlo así. De todas maneras, las grandes películas son grandes sin importar si están dobladas, descoloridas, vistas en pantallas descalibradas, etc. Es verdad que uno se erotiza con la tecnología y la HD y lo que quieran, son los juguetes de esta época, pero tampoco me olvido que «Gilda» la vi por primera vez en una tele enana, toda borrosa, con un logo de Telefe en la esquina, y me encantó.
…me encanta leer estos “diálogos de expertos” que se dan aquí…
…frente al mismo, poso mi opinión “ingenua”… es que esto de los subtítulos es apasionante. Una que creció viendo películas dobladas (tarde en su cine cada día, por ejemplo), el descubrir los subtítulos parece un paso sin marcha atrás. Siempre se va a preferir la “entonación” original de los actores. Sin duda. Pero me parece tan cierto lo que dices, -ejem-, Maza, de que una buena película puede marcarnos aunque la veamos en la tele del bus dos filas de asiento más allá… teniendo claro que verla en buenas condiciones es impagable.
…pero finalmente, nada que hacer!, la torre de Babel pesa, y hay que aprovechar la suerte de entender el diálogo cuando se puede, para disfrutar del “todo” (al respecto mi hermana, cinéfila, comenzó a mejorar su inglés con la sola meta de no tener que leer los subtítulos de estos filmes). En las primeras películas en español que vi en París, me pasaba (y aún me puede pasar, a veces, los primeros minutos de la película) que me ponía estúpidamente a leer los subtítulos… hasta que reaccionaba al “bah!, si entiendo”. Viejas costumbres de nuestro cerebro, que dirige automáticamente la vista a ese sector de la pantalla…
Increíble! Otra vez Maza lo hace! Se aprovecha de la ignorancia de sus lectores para vender contenidos que una y otra vez. Simplemente se pasa por encima tooda la literatura sobre la crítica que existe y declara que su muerte es por la profesionalización (cuando siempre ha sido un problema de PODER y no de otra cosa). Le importa un carajo lo que haya escrito Pierre Bordieu sobre el campo intelectual, lo de Barthes sobre critica y verdad, Foucault y la discursividad, Said y la política o Sontag sobre la interpretación. Además (y de una sola vez!) se echa al bolsilo toda la discusión aparecida durante años en cahiers du cinema apropósito de la crítica. El profesionalismo como la crítica no murieron hoy, si no hace 100 años, y para decir este tipo de sandeces, es mejor averiguar mejor. Hace mucho, mucho, la crítica dejó de ser un problema de profesión y paso a serlo de posición.
No puedo evitar preguntar esto, pero por respeto al debate, ¿cuál de todas las sandeces que dije es la que colmó tu paciencia? ¿Y qué se siente estar en los zapatos de Frank Grimes?
Con mucho, mucho cariño, un abrazo.
Maza:
¿Cómo puede ser que no supieras que la crítica había muerto hace 100 años? Estás muerto, acéptalo de una vez o por lo menos lee a Barthes, Bordieu (también conocido como Bourdieu), Foucault y el especial de Icarito sobre la Escuela de Frankfurt antes de decir una palabra más.
Hay gente que se toma demasiado en serio. Maza «no se pasa por encima» a esos autores (para empezar, no sé cómo se puede pasar por encima a un autor. Quizás se pueda pasar por alto o, en el peor de los casos, pasar por cierta parte). Por otro lado, un argumento de ese tenor se puede responder con otro igual de ramplón: ¿cómo puedes seguir prendiéndole velas a esos autores después de todo lo que Alan Sokal, Steven Pinker y Joseph Carroll han escrito sobre el postmodernismo?