Este formato de producción tuvo un éxito y una recepción crítica muy favorable, llegando a ser considerado uno de los 10 mejores filmes del Tercer Mundo (lo que no deja de ser desolador, no por la película sino que por el concepto detrás de la confección de la lista). Solás, que diez años antes había sido uno de los fundadores del Instituto Cubano de las Artes y la Industria Cinematográfica (ICAIC), cuando apenas tenía 17 años, con los años se volvió en el más militante de los cineastas revolucionarios y sus películas -las más megalómanas del cine de la isla- volvieron una y otra vez a recontruir eventos históricos (con grandes explosiones, decorados grandilocuentes, cientos de extras en escenas) con protagonistas femeninas viviendo algún tipo de drama romántico y/o social. Quizás el epítome, el otro lado de moneda de «Lucía» sea «Cecilia» (1981), un melodrama de cuatro horas de duración protagonizado por Daisy Granados sobre una mestiza arribista que quiere estar en el mundo de los aristócratas blancos, y que por ello induce a un asesinato. La película, basada en una admirada novela de Cirilo Villaverde, fue ignorada por el público cubano que estuvo en desacuerdo con la adaptación y la dejó pasar en las salas. El costo de producción fue tan alto y los resultados tan magros que la película le trajo una crisis al ICAIC, que terminó con la salida de Alfredo Guevara de la cabeza del organismo, y un cambio en el proceso de producción que significó, en adelante, un control más férreo de las obras cinematográficas.
Solás, sin embargo, se las arregló para seguir insistiendo con sus temáticas histórico-melodramáticas: «Amada» (1983) es la historia entre una joven burguesa y un joven contestatario en La Habana de 1914; «Un hombre éxito» (1986) sobre un inescrupuloso y arribista joven de los años 30 que desea insertarse en el mundo de los poderosos (y primera película cubana es ser nominada a los Oscar); «El siglo de las luces» (1992), basada en la obra de Alejo Carpentier, es sobre la influencia de la Revolución Francesa en la Cuba del siglo XIX.
No es raro que tanto cine histórico con conciencia de clase haya sido una estrategia de ocultamiento para un cineasta homosexual en una sociedad represiva como la Cuba castrista. La carrera de Solás (que terminó con dos películas particularmente celebratorias de la identidad y el estilo de vida cubano, como «Miel para Oshún» [2001] y «Barrio Cuba» [2005]) es una carrera de sobrevivencia. Solo eso explica la paradoja de que él, el director que tuvo los presupuestos más desorbitados del cine cubano, en sus ultimos años haya sido el fundador del Festival de Cine Pobre de Cuba.
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Como epílogo, de todas maneras su muerte ocurre justo antes de las Fiestas Patrias en Chile, país al que Solás dedicara una de sus superproducciones malditas: «Cantata de Chile» (1976), una rareza que se ha exhibido muy pocas veces en nuestro país (según entiendo, solo en una retrospectiva de Solás que hizo el Festival del Cine de Valparaíso en el 2002, y luego, la repetición de esa retro en el Centro de Extensión de la UC) y que comparte con «Llueve sobre Santiago» de Helvio Soto un lugar en ese raro subgénero del cine chileno de la solidaridad y el exilio. «Cantata de Chile», como sabrán algunos, es una versión libre de los hechos de la Matanza de Santa María de Iquique en 1907… filmada en Cuba, con grandes recostrucciones de época, y con un puñado de colaboradores chilenos como Patricio Manns (que hizo la música y colaboró en el guión), y protagonizada por Nelson Villagra («El chacal de Nahueltoro») y la espectacular Shenda Román («Tres tristes tigres»). Es una película que no he visto pero, si es como me imagino, debe tener ese desenfado ideológico y esa convicción idealizada de la realidad chilena que es tan exquisita de ver a estas alturas, tanto como esa película de zombies que hizo Miguel Littin en México que se llamó «Actas de Marusia». Si uno puede decir algo de Humberto Solás es que -a diferencia de Soto y Littin- por lo menos era cubano.
Para leer: Obituario en Granma; Obituario de Solás en The Guardian; Entrevista de Sergio Trabucco; Obituario en el gusano El Nuevo Herald de Miami; Recuerdos personales de Wilfredo Cancio Isla, que lo entrevistó un par de veces; biofilmografía en la Fundación de Nuevo Cine Latinoamericano.
3 respuestas a «Humberto Solás (1941-2008)»
Conocí a Humberto Solás en un curso de dirección de actores que dio en Chile hace ya unos 10 ó 12 años. Me impresionó su uso de técnicas «extremas», como emborrachar a los actores o tirarles agua. Esto es reminiscente de las escuelas de cine y teatro de Polonia y en particular de Bulgaria, que buscaron desde su origen el efecto «larger than life» para el cine.
Años después, ya inmerso en el cine como trabajo, me di cuenta que este tipo de técnicas generan actores muy poco profesionales en el marco de una producción cinematográfica (impuntuales, intemperantes, egocéntricos, etc.) y desaprobé completamente los medios de Solás, que he visto en el desempeño de otro actor chileno, que no identificaré pero que también fue educado en Bulgaria.
En el excelente trivia de Solas que lista Maza falta mencionar su curiosa (y premiada) colaboración en el guión de «Horcón», de Rodrigo Gonçalves.
Lo conocí en Cuba, brevemente, sin embargo me dejo la misma impresión que sus películas: barroco, soberbio, intenso, amanerado y vanidoso. Sin embargo, no me mal interpreten. En conjunto, todo aquello que podría ser considerado defecto, se vuelve único, admirable.
De acuerdo a lo que dice Waissbluth, todo un socialista! Varios de esos calificativos le caerían de perilla a varios de los que aparecen en la foto del link de Trabucco (Littin, Solanas…).