Ayer murió la poeta Stella Díaz. Me acabo de enterar, y estoy impactado. No podría decir que la conocí realmente. Con suerte, estuve con ella un par de veces, y ese par de veces jamás podré olvidarlos. No estoy en absoluto capacitado para escribir su obituario, pero tiemblo ante la idea de que mañana jueves, al abrir las secciones de cultura de los diarios chilenos, no encuentre nada, como pasó recientemente con Gloria Camiruaga. Tiemblo ante la idea de que su muerte sea otra víctima de estúpido olvido automático y cotidiano.
Por ello, escribo un obituario para mi propia lectura. Nació en La Serena y fue alumna de Gabriela Mistral. Estudió medicina. Fue periodista policial y cuando el PC era perseguido por González Videla fue acusada de espía (ante lo cual, Neruda salió en su defensa: «No sean imbéciles. La colorina no es una espía»). Conoció a Huidobro tres días antes de su muerte. Sus compañeros de generación eran Alejandro Jodorowsky, Enrique Lihn, Ricardo Latcham, Mariano Latorre, Luis Oyarzún, Jorge Teillier y José Donoso. Y a todos, estoy seguro, los dejó boquiabiertos. Stella Díaz era roncanrol y poesía. Sarcasmo y sensibilidad. Fuerza y orgullo.
Este año cumpliría ochenta años, y su cuerpo estaba débil: sus piernas la traicionaban pero sus manos aún podían golpear la mesa. Las mismas manos que en la década de los cincuentas, según contaba ella, tenían la convicción de repartir combos a los insensatos. Según leo en entrevistas, esas manos se lanzaban contra los pijes que se pasaban de listos con ella. Y si la situación lo requería, sabían poner en su lugar a Lafourcade y Tomic.
Si había algo que a Stella le molestaba era la estupidez humana. «No soporto la estupidez humana», recuerdo que decía, con esa voz profunda de convicciones y ronca de cigarrillos. En esta excelente entrevista con José Miguel Varas es más explícita: «No soporté, ni soporto, la injusticia ni la imbecilidad. Odio a la gente hipócrita, maligna y jodida. Soy marxista, lúcida y lógica». También le agredía el mal gusto, los siúticos y los cobardes.
La primera vez que supe de ella fue en una entrevista que le hizo Sergio Gómez en la vieja Zona de Contacto. Recuerdo que también, hace un tiempo, me decía lo dolida que estaba ella con Gómez. No solo escribió mal su nombre. En El Mercurio poco y nada habían hablado de ella, y cuando le llega el turno de ser entrevistada, la nota desnuda sus debilidades, se sumerge en el anecdotario de su vida. Stella no estaba para esas cosas. También estaba molesta con Jodorowsky, quien en una entrevista con Warnken, relataba una jocosa anécdota en la que Jodorowsky perdía la virginidad con ella. Stella sentía que esa clase de historias la rebajaban, la agredían, le negaban su femeneidad.
Porque, doy fe, esta mujeraza fue femenina hasta el último suspiro. En un país en que las mujeres son miradas hacia abajo, Stella no se quedaba en silencio ante esas agresiones. Es verdad, tiraba combos. Pero también escribía poesía. «La poesía es mucho más en quien la siente que en quien la escribe», decía en esta entrevista de Jose Miguel Izquierdo. «Los escritores en los años 50 conservaban la esperanza de cambiar al mundo. Queríamos ser honestos, pero la gente confundió la honestidad con la estupidez». Quizás el reconocimiento que más la emocionaba era haber sido publicada por la Casa de Las America de Cuba, donde encontró los lectores agradecidos que apenas veía en Chile.
Murió Stella Díaz. No estoy en posición de decir mucho más. Solo quiero agregar que el director Werne Giesen estuvo haciendo un documental sobre ella que ojalá tengamos la felicidad de ver en el mediano plazo. Y que Claudia Donoso, su amiga entrañable, le dio uno de sus últimos momentos felices: el viernes pasado el Fondo del Libro le dio apoyo para terminar un libro de entrevistas que incluye sus magníficas recetas de cocina, que tantas mesas alegraron, llamado «Stella Extragaláctica».
Para quienes se interesen, la ceremonia fúnebre es este jueves a las tres de la tarde en la Sociedad de Escritores de Chile.
5 respuestas a «Stella Díaz (1926-2006)»
Todos los respetos a la primera punk de Chile.
Esta mujer de un solo golpe podía separar el grano de la paja.
Ojalá ahora salgan a la luz sus poemas y su biografía.
Y Ojalá que que siga rockeando en la extragalaxia.
Murio la Stella, Asi la conocian en micasa. Cuando era chica era amiga de mi abelo poeta, llegaba y con su vozarron llenaban mi living de poesia, de las mas loca, de la mas pura, la mas revolucionaria.
Reconozco que en mi mente de niña le tenia mala. Su llegada era para mi significado de largas horas de escuchar. Solo ahora me doy cuenta lo que pude disfrutar.
La Villa Olimpica, donde vivo y ella vivio hasta su muerte, la extrañara y recordara por sus paseos en la cancha…
Entiendo que el Leo Sanhueza estuvo trabajando un tiempo en un compilado de su obra pagado por Jodorowsky. algún periodista de los que escribe por acá podria averiguar.
saludos bella stella
me paree una gran perdida en todo caso fue una poetisa y no una poeta
saludos
Gonzalo, qué coincidencia. En cuánto leí el título de tu post lo primero de lo cual me acordé fue la entrevista en la «vieja» Zona. Claro que no me acordaba quién la había hecho.