Esta es la nota que publiqué hoy en Artes y Letras, respecto a Rocha y Sanfic. Slds, GM.
Avalancha de cine
Así es Santiago. Pueden pasar meses de pobreza, y de repente, en la misma semana, se vienen encima dos megaeventos cinéfilos: uno, un festival de cine con 40 estrenos imperdibles, y el otro, una completa retrospectiva de maestro brasileño Glauber Rocha, padre del Cinema Novo. Todo en menos de diez días. De no creerlo.
Para un amante del cine no quedan muchas más opciones que mañana lunes llamar a la oficina, reportarse enfermo y tomarse la semana corrida, porque posibilidades como estas no se dan todos los días en la esmirriada cartelera local. Curiosamente, tanto el Festival Internacional de Cine de Santiago (en Cine Hoyts La Reina) como la retrospectiva de Glauber Rocha (en el Centro de Extensión de la Universidad Católica) aparecen anunciados casi de un día para otro, con la urgencia de las buenas noticias, y ambos son eventos de categoría. Dos oportunidades únicas de ver cintas, y ver mundos, que no acostumbramos ver en nuestras pantallas.
El llamado Sanfic (acrónimo de Santiago Festival Internacional de Cine) comienza este miércoles, termina el domingo y promete el mismo ambiente de su primo mayor, el prestigioso Bafici (la misma lógica de siglas, pero con Buenos Aires al comienzo e Independiente al final), que se realiza desde 1999 en múltiples salas de la capital argentina. El último Bafici congregó 300 estrenos del “otro cine”, que a estas alturas es todo el cine que se realiza y se exhibe en los márgenes de lo más selecto del cine internacional. Cine que no es cine arte, ni alternativo, ni independiente. Para Carlos Núñez, director general del Sanfic, estas son etiquetas que llevan a la confusión. “Es simplemente un cine que está en otros circuitos de exhibición, diferentes a los circuitos puramente comerciales. La idea de hacer este festival es conectar a Santiago con ese circuito, logrando alianzas con directores y productores, y posicionando a la ciudad en el mapa mundial”.
La tarea no ha sido fácil: luego de dos años visitando festivales en todo el mundo, abriendo puertas (presentados por los organizadores del Bafici), el periodista Carlos Núñez y la productora Gabriela Sandoval lograron congregar las 40 películas que se exhibirán en el festival, traer a los 23 invitados internacionales que traen, y generar una competencia latinoamericana entre las películas más importantes y premiadas de la región en la última temporada, como “Los muertos” de Lisandro Alonso, y “Play” de la chilena Alicia Scherson.
El Bafici, que los cinéfilos chilenos más afortunados han tenido la ocasión de visitar, es una fiesta de la ciudad: todas las funciones están llenas, las entradas se agotan con anticipación, y los diarios publican suplementos especiales con la programación. Carlos Núñez trabajó en producción de ese festival hace dos años, cuando el crítico argentino Quintín estaba como director (hasta antes de pelearse con las autoridades de la ciudad, y ser expulsado en una misteriosa maniobra). Impregnado de ese espíritu, ahora se muestra orgulloso de las películas que pudo recolectar para esta primera versión, financiada totalmente por privados.
Y los títulos brillan por sí mismos. Desde la última demencia de John Waters, llamada “A dirty shame”, hasta “2046”, la esperada mirada al futuro de Wong Kar Wai (conocido en Chile por “Con ánimo de amar”) parecen ser los dos extremos de la muestra. Entre medio, cabe un sin fin de delicias. En la sección “Cercano oriente” se harán presentes: “Nobody Knows” de Hirozaku Koreeda (director de “After life”), “Tale of cinema” del coreano y desconocido en Chile Hong Sangsoo, “La casa de las dagas voladoras” (la única con fecha pronta de estreno en nuestro país), del chino Zhang Yimou, y de quien ya se han exhibido buena parte de sus largometrajes, como “Sorgo Rojo”, “Ji-Dou”, “Esposas y concubinas” y sin ir más lejos, la bombástica “Héroe”, el año pasado. Si se desea quedar con la quijada dando botes en el suelo ante la espectacularidad de las artes marciales, ahí también estará “Kung Fu Hustle” de Stephen Chow.
No es todo: del cada vez más querido Michael Winterbottom (“Manchester: La fiesta interminable”, aun en cartelera) llegará “Código 46”, con Tim Robbins y Samatha Morton; del jabonoso y melancólico Olivier Assayas llegará “Clean”, con Nick Nolte y y la siempre bella Maggie Cheung; el respetado e inasible documentalista Chris Marker nos contará sobre la obsesión que tienen los parisinos con llenar la ciudad con murales de gatos en “Chats perches”.
Qué decir de las películas más comentadas en los principales festivales del mundo: la difícil vida de dos amigos palestinos horas antes de cometer atentados terroristas suicidas es la temática de “Paradise now” de Hany Abu-assad, que se llevó el premio del público en Berlin hace unos meses; los desesperados pobladores de un pueblo iraquí desean encontrar una antena parabólica para informarse del inminente ataque norteamericano, en “Las tortugas también vuelan”, mejor película en San Sebastián. Un desadaptado treinteañero cuenta la historia de su tormentosa vida con las películas familiares que editó en su notebook, y llama la atención del mundo en la taquillera y muy gay “Tarnation”, de Jonathan Caouette. Qué decir de los documentales “El cielo gira” y “The irrational remains”: se han ganado practicamente todos los festivales.
En fin: la lista es casi interminable. Viene un contingente interesante de cine argentino, animaciones, work-in-progress de las películas de Fuguet y Rodrigo Sepúlveda y más. Imperdibles absolutos, eso sí, son dos cintas. Una, “Mondovino”, un impresionante documental sobre el negocio del vino, que termina hablando de cien temas (las familias, la tierra, las ironías del mercado, la relación de los humanos con los perros, etc) y que con mano firme, pero cámara en mano, emociona, informa y hace pensar, sin esnobismos de ninguna clase. La otra es “Tropical Malady” del impronunciable maestro tailandés Apichatpong Weerasenthakul, una bella, muy bella historia sobre lo que cualquiera aquí podría llamar… el chupacabras.
El test de Rocha
Y claro, por si esto fuera poco, por si la tiranía del espacio periodístico ya no es lo suficientemente malvada como transformar películas complejas y llenas de sublecturas en frases de una sola línea, la semanita se nos completa con este inigualable regalo: un ciclo casi completo del director latinoamericano más críptico e interesante para las nuevas generaciones: el bahiano Glauber Rocha. Como dice un amigo argentino, hablar de Rocha es como hablar de Frank Zappa: siempre es bien mirado en una reunión social sacar a relucir su nombre. Es enigmático, poderoso, eléctrico, y muy poca gente sabe de su existencia.
Pues bien, esta es la oportunidad de ponerse al día con su cine. El Centro de Extensión de la Universidad Católica golpea la mesa con este ciclo de ocho largometrajes y cuatro cortometrajes, entre ficción y documental, realizados por el padre del llamado Cinema Novo, el movimiento que a comienzo de los años sesentas puso a Brasil en el mapa fílmico mundial, al considerar el cine como una respuesta política, estética y casi ética a la situación de su país. Se dice que todo surgió como una respuesta al falso refinamiento de “Orfeo negro” (1959) de Marcel Camus, una muy estilizada mirada primermundista al Carnaval de Río. A partir de eso, directores como Nelson Pereira dos Santos, Ruy Guerra, y en menor medida, Rogério Sganzerla y Joaquim Pedro de Andrade, fueron a la búsqueda del Brasil profundo, donde la selva convive con secos parajes casi sacados del western, donde la pobreza es mirada de frente, y los campesinos son retratados como figuras de una fortaleza moral pocas veces vista en el cine.
Pues bien, Glauber Rocha es el padre de todo esto. Su autodenominada “estética del hambre” es una fiera mirada a lo que hacía el cine en su época. “Dios y el diablo en la tierra del sol” (1964) es considerado el film más importante del cine brasileño: un western seco y violento, en el que se enfrentan Manuel, un campesino que asesina a su patrón para unirse a un movimiento revolucionario comandado por mesiánico líder llamado Sebastian, y Antonio das Mortes, un oscuro asesino a sueldo contratado por la Iglesia y los latifundistas. “Dios y el diablo” es la primera de la trilogía rochiana: le sigue “Tierra en trance” (1967, donde el héroe es ahora un poeta intelectual tironeado entre la autoridad religiosa y la secular) y “Antonio das Mortes” (1969) vuelve a la figura del asesino a sueldo, pero esta vez con sentimientos encontrados: ¿vale la pena acabar con los campesinos rebeldes, o es mejor unirse a ellos?
Los héroes de Rocha son así: zigzagueantes, en caminos elípticos que los llevan a la plena lucidez. Es cine político, claro, pero sin los conformismos ni las reducciones de Costa Gravas y otros tantos. En este ciclo podrán verse “Barravento” (1962), su primer largometraje sobre un poblado de pescadores atrapado por las supersticiones; un programa que incluye su primer cortometraje (“Patio”), una mirada documental a la selva (“Amazonas, amazonas”) y el registro del funeral del pintor Emilio Di Calvacanti (“Di Calvacanti”), película que hasta el día de hoy no se puede exhibir en Brasil por motivos legales.
Completan la muestra las absolutamente inéditas en Chile “Claro”, “Cáncer”, “Historia del Brasil”, “Jorjamado no cinema” (un entrevista al emblemático escritor Jorge Amado, hecha para la televisión), y “Rocha que voa”, un documental sobre el cineasta, dirigido por su hijo Eryk Rocha, quien estará de visita en nuestro país presentando la película y contando lo que los hijos suelen contar de sus padres famosos: anécdotas sabrosas a medio camino entre la admiración y la familiaridad. No es poco.
“Sanfic: Festival Internacional de Cine de Santiago”. Cine Hoyts La Reina. 5 salas. Av Ossa 655. Desde el miercoles 3 al domingo 7 de agosto. Más info en www.santiagofilmfestival.com
“Retrospectiva de Glauber Rocha”. Centro de Extensión de la Universidad Católica. Alameda 390. Desde el lunes 1 al martes 9 de agosto. Funciones a las 16, 19 y 21:30 horas. Más info en www.puc.cl/eventos/ fichas/rocha.htm y en el fono 3546540.