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DOCUMENTALES FESTIVALES DE CINE

FIDOCS: «Si sos brujo»

La película que inauguró FIDOCS esta noche fue finalmente polémica. Escuché comentarios de personas que decían que no era una película adecuada para «abrir» el festival, en el aniversario número 10, que era muy superficial, etc. Para entender este comentario hay que entender algo sobre las películas que abren FIDOCS todos los años. Habitualmente son documentales muy interesantes, de denuncia y/o de cierta epopeya colectiva. «Nómades del viento», «La revolución no será televisada», «La pesadilla de Darwin» e incluso la misma «Salvador Allende» son películas de las que uno puede tener opiniones disonantes sobre ellas, pero que al fin y al cabo logran pasar la prueba de la blancura del tiempo cuando las recordamos: simplemente las seguimos recordando.

«Si sos brujo», de alguna manera, es un cambio.

Un cambio en Fidocs. Creo que el cambio lo pude ver desde el folleto que entregaron a la entrada de la función inaugural: aparecía Patricio Guzman en polera y sobre su bicicleta. Yo nunca había visto a Guzmán en bicicleta (menos en polera) pero entiendo que es un ciclista acérrimo en París. Luego, revisando las películas, descubrí algo de lo que no había dado cuenta antes: en este Fidocs hay varios documentales musicales: está «Lágrimas negras», el Buena Vista Social Club antes de que existiera «BVSC»; y está ese curioso documental sobre Manu Chao. Y está esta película de la apertura, «Si sos brujo» de Caroline Neal. Una película de tango.

Con esas ideas tan disonantes en la cabeza me enfrenté a la función. Y para mí fue una sorpresa. La película lleva el subtítulo «una historia de tango», frase que tampoco da demasiadas pistas de lo que el documental realmente es: un relato personal de un músico argentino obsesionado con recuperar a las viejas glorias del tango para aprender de ellos su estilo.

Para mi gusto, hay algo muy interesante en esta película, algo más allá de lo que parece a primera vista. La película comienza con una muy mala recreación en la que vemos a Ignacio Varchausky, el músico joven, que le cuenta a un amigo -también músico- su proyecto: hacer una escuela en la que los viejas glorias le enseñen a los músicos jóvenes sus «técnicas» para tocar el tango. Varchausky recalca que es muy dificil de distinguir estás técnicas de interpretación a partir de los discos, y de hacerse, es un labor en extremo trabajosa.

Por lo tanto Varchausky decide buscar a su primera víctima: el músico Emilio Balcarse de 82 años.

Luego, la película continúa con más escenas mal recreadas (como cuando el joven llamando por teléfono a su principal ídolo, por teléfono, pero el viejo fuera de casa; y cuando encuentra al viejo ‘casualmente’ en una plaza y y le cuenta su proyecto) y a esa altura uno empieza a preguntarse si la película es acaso un gran chiste o en algún momento va a levantar.

Y resulta que mientras avanza el metraje, la película repentinamente levanta: resulta que Balcarce es un personaje en extremo carismático, muy sencillo y simpático. Y resulta que el joven deja de hacer recreaciones de su vida y empieza a contarnos la historia de su proyecto, de la escuela del tango, y resulta que el proyecto le empieza a funcionar, y la película se empieza a llenar de viejos que tocan tango, cual más estrella que otro.

Pero la película no se pierde: sabe que sus protagonistas son el joven y el viejo. Balcarse y Varchausky. Y el tango. La técnica del tango, que es la posta que veremos pasar de una mano a otra.

Debo confesar algo acá: durante muchos años de mi vida el instrumento que más he odiado es el bandoneón. Por años he visto demasiadas malas películas musicalizadas con un bandoneón. Creo que no existe imagen más fea del cine argentino que los planos generales del Obelisco y la calle Corrientes con un bandoneón de fondo. O incluso, películas no argentinas en las que se pretende recrear un sentimiento de pena o nostalgia con un bandoneón de fondo. Eso siempre me ha hecho arrancar y por años he rehuido de las películas de tango, sin importar su especie.

Bueno, creo que todo esta larga intro es para decir que «Si sos brujo» es una mucha mejor película de lo que parece, su guión es muy inteligente y bien estructurado, y la película termina siendo una lección sobre el cine: que se puede ser sentimental, siempre y cuando que uno se enfrente al sentimentalismo con pudor.

«Si sos brujo» es una película sentimental y pudorosa, como sus personajes y la relación que construyen entre ellos es sentimental y pudorosa. El tango también en sus letras puede ser muy sentimental, pero es bello en cuanto es pudoroso, como esos alcohólicos que no pueden dejar de ser alcohólicos y toman todas la noches y lloran con el barman, pero que pueden regresar a casa sin contratiempos y nunca rompen una copa.

Esto del sentimentalismo y el pudor está constantemente en la película, y ahí radica su belleza: que por muy sentimental que uno sea, eso no tiene directa relación con hacer strip-teases de sentimientos.

Me explico: en la película, el anciano comienza a perder el oído, y eso -que en las manos de un documentalista joven y despiadado pudo ser una carnicería humana, en la que el viejo lo habríamos visto yendo al doctor, conversando preocupado con su mujer, pensativo, etc, etc- en «Si sos brujo» está contado con extrema delicadeza: después de su primera gira a Francia, luego de haber grabado un disco, el joven músico viene en el avión, de noche, mientras todos duermen, y mientras -apenas iluminado por la luz de su asiento- revisa las fotos del viaje, nos cuenta que esta tarde el anciano le confesó que empezó a quedarse sordo de un oido.

Momentos después, vemos al anciano conversando del tema con los discípulos jóvenes, y estos buscan maneras de subirle el ánimo, con bromas negras sobre la posibilidad de que sus mejores obras quizás las escriba cuando esté completamente sordo, como Beethoven. Pero el viejo no se ríe con la broma, y los jóvenes le dicen «Ah, no le gustó tanto la broma» y el viejo les responde, «Ah, no, no. Me quedé callado porque lo estoy considerando».

Pudor y sentimentalismo. Sentimentalismo y pudor. Después de la función me quedé pensando en esos dos ideas entrelazadas. Y en cómo ambas están directamente vinculadas con el afán infinito de capturar algo perdido: el estilo. Ni siquiera el «estilo propio» (fantasía del rock y el R&B: «Solo un estilo propio te salvará») sino que el estilo entendido como objeto de la arqueología.

Temas de brujos.

Por Gonzalo MAZA

5 respuestas a «FIDOCS: «Si sos brujo»»

Al margen del sentimentalismo y el pudor, asuntos -ambos- que no se me habían cruzado por la mente, la película me parece interesante en su poética. Ese afán de Varchausky por conservar el tango de los 40 y 50, más que una preocupación identitaria y un respeto por el pasado, llega a ser, al menos para mí, una declaración de principios reaccionarios.
Hay una escena -cuando están con otro de los músicos escuchando los CDs- en que Balarce dice que el tango interpretado de tal manera habla del Buenos Aires de los años 50, a continuación, cambian de CD y el músico joven entre risitas le dice algo así como «ché, maestro, ahora me va a decir que mi interpretación habla del Buenos Aires de ahora». Y ahí queda la cosa. Entre risitas. Y yo que me esperaba su reflexioncita sobre el tango y la ciudad o sobre el tango y el poder o sobre el tango y esa Argentina en crisis que se alude pero no se muestra en el documental. O sea, todo el rato se queja Varchausky de la falta de fondos y, en pleno desmoronamiento argentino, aparece una plata mágica y nunca se comenta su procedencia…
En fin, al margen de las moletias personales, es lindo el documental, en serio, el viejo es simpático y la música está buena. Eso sí, no entiendo cómo van y lo tiran en plena ceremonia de inauguración justo depués de exhibir lo de Valentina Palma, quien dijo, cinco minutos antes de que el bandoneón comenzara a sonar, que el documental debe dar voz y palabra a quienes son invisibilizados por los medios de comunicación corporativos. Como si el tango no fuese la oficialidad misma de la Argentina.

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