Amigos, el comentario de la película de Taylor Hackford en el «Wikén» de este viernes. -GM
“RAY”
Biografía con blanqueador
Cuando se trata de músicos, las biopics o películas biográficas son un subgénero de difícil manejo si se desean resultados innovadores. No es casualidad que sea el territorio favorito para las producciones de televisión: cómo olvidar clásicos basurescos como “La historia de Karen Carpenter” (1989) o, mejor aún, “La historia de Ann Jillian” (1988), donde la cantante preferida de Las Vegas se interpretaba a sí misma combatiendo el cáncer. Es un viejo problema: los cantantes no proveen de historias muy novedosas. A menudo provienen de ambientes hostiles, a los que sobreviven en el instante supremo en que hacen brillar su talento ante el mundo, luchando día a día para no ahogarse por las malas influencias de sus cercanos o por su propio ego.
En medio de este pantano de lugares comunes, se hace difícil encontrar historias que vayan más allá del retrato condescendiente y acaramelado. Para ello se necesita una realizador que escape de las presiones de los artistas y sus herederos para armar un relato sólido y de mayor vuelo. Pero ha ocurrido:
Michael Apted transformó la vida de la cantante country Loretta Lynn en una sentido cuento social (“La hija del minero”, 1980), y Brian Gibson dejó una vara alta con “Tina” (1993), con Angela Bassett interpretando a una violentada Tina Turner escapando de su esposo Ike y de la tristeza del blues.
“Ray” pretende dar garantías de ir más allá en las biopics, pero tropieza consigo misma en el camino. En parte, es notoria la presencia del mismo Ray Charles (que reinterpretó varios de sus temas para la banda de sonido) y de su hijo homónimo que ofició de coproductor. El errático Taylor Hackford es el encargado del proyecto, y su carnet no solo incluye “Reto al destino” o “El abogado del diablo”, sino que también “Chuck Berry: Hail! Hail! Rock ‘N’ Roll!”, un inteligente documental-concierto-homenaje sobre el creador del rocanrol, editada en video pero imposible de encontrar. Esa cercanía con la buena música le permite licencias a Hackford, aunque limitadas: si bien tiene carta blanca para mostrar las no tan blancas actitudes del artista ciego (engañaba a su esposa con una corista de la banda, y consumió heroína por décadas), no puede escapar al blanqueo de imagen social de un cantante que hizo demasiados comerciales de tarjetas de crédito.
Si bien el bueno de Jaime Foxx (“Colateral”) personifica casi a la perfección al músico que unió el gospel, el jazz y el blues en sus discos, la historia no le permite adentrarse demasiado en las múltiples sub-historias que se abren en la cinta: la cobardía de Charles, el rol de su esposa, las críticas de sus pares. El relato termina abruptamente a mediados de los sesentas, estableciendo casi groseramente que el cantante recibió en 1979 un homenaje del estado de Georgia por su aporte al problema de los derechos civiles, cuando se negó a tocar en un recital solo para blancos.
Aunque la película reconstruye con emoción los años de Ray Charles en Atlantic Records (secuencias que serán una delicia para cualquier melómano), y es en sí misma un deleite en Dolby Sorround, su reverencia y poca distancia con el músico dejan la sensación que mucho hubo mucho más que contar que lo que se ve en pantalla.
Gonzalo Maza
“Ray”. Estados Unidos. 2004. 152 minutos.