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La noche que pifiaron a Ominami (y se acabó la Concertación)

Fue anoche, en la cena de UNA, la Unión Nacional de Artistas (que agrupa a SCD, ATN, SIDARTE, SECH y una larga lista de agrupaciones de artistas de la música, el cine, la literatura, el teatro) con una finalidad: comer, tomar vino y unir fuerzas para enfrentar la discusión sobre la Ley de Propiedad Intelectual. El lugar era el restaurant Divertimento, animaba la guapa Esperanza Silva, y se presentó un sitio web (www.tratojusto.cl) que pretende hacer saber a la comunidad lo que los artistas reclaman por esta ley.

Había un micrófono inalámbrico en medio del salón y la gente lo tomaba y hablaba. Habló Fernando Ubiergo, Santiago Schuster, Gustavo Meza, Karen Connolly -y tras una inesperada y algo fuera de lugar revisión en un powerpoint de las mejores portadas de The Clinic por parte de Patricio Fernández y Pablo Dittborn (?)- los presentes invitaron a hablar a los únicos dos senadores presentes en la cena: Alberto Espina y Carlos Ominami.

Alberto Espina salió a hablar primero. No digamos que tenía un público favorable. Una pequeñas pifias se escucharon al comienzo. Pero Espina fue astuto y dijo lo que presentes esperaban: que apoyaba a los artistas en su causa, que conocía sus trabajos, y que desde siempre los ha apoyado porque «los derechos intelectuales son parte de los derechos de propiedad». Quizás su argumento más convincente fue cuando dijo que ya en el pasado había escuchado que «cosas malas» ocurrirían si se obligaba a los restaurantes y discotecas a pagar derechos de autor por la música… y finalmente nada pasó. Los restaurantes y discotecas siguen funcionando sin problemas. Espina sacó aplausos.

Con el público ya «caliente», Carlos Ominami tenía que refrendar las palabras de su antecesor para salir con aplausos similares. Pero en una jugada incomprensible, Ominami empezó a decir que había que tener ojo con este proyecto, porque los artistas tenían que entender que había bienes sociales «superiores» que defender antes que los propios. Y mencionó los derechos de las radios comunales (ante lo que Ubiergo dijo: «no tenemos ningún problema con las radios comunales, tenemos problemas con los consorcios radiales»), y siguió diciendo que había límites para el derecho de propiedad (lo que no cayó nada bien y comenzó algunas pifias) y luego Ominami perdió el control, y en una onda muy laguista, empezó a retar a los asistentes por no saber dialogar ni escuchar algo distinto a lo que querían escuchar.

Y ahí todo explotó.

La pifiadera inundó la sala. Y Ana María Gazmuri, la actriz, tomó el micrófono e hizo la interpelación más impresionate que haya visto en alguna parte. La Gazmuri le dijo a Ominami que no podía decirles que no sabían conversar, porque para conversar primero ellos esperaban que el senador hubiera tenido algo que proponer. La Gazmuri se llevó los aplausos. Y Ubiergo, como un guanaco, dio por terminado el asunto y disipó a la multitud que consternada partió para su casa.

Es verdad: el discurso de Ominami fue ofensivo no por lo que dijo, sino por el desconocimiento del tema al que se refería, y por cierto populismo (radios comunales) detrás de su postura. La sensación general a la salida fue: Ominami acaba de matar a la Concertación para los artistas. La estocada final después de años de altanería política, compromisos rotos y cierto paternalismo, en un movimiento político que desde la Campaña del No ha utilizado a los artistas a su favor. Si hubo un quiebre entre artistas y el mundo concertacionista, un no va más, un ya déjennos tranquilos, fue anoche.

Otros -sentados en la mesa de los músicos- aclaraban que el senador probablemente estaba medio pasado de copas, pero que eso no era excusa, porque «curado por último igual tocai la que te sabís». Cosa que Ominami no hizo: improvisó mal.

La pregunta natural -y que algunos le hicieron a Espina a la salida- es: ¿a quien va a poner Piñera de ministro de cultura cuando sea presidente?