Quiero escribir esto con mucho cuidado, porque las posibilidades de ser mal interpretado son altas. Pero no puedo quedarme con las ganas de decirlo.
Aparte de «Navidad» y «Huacho» hay más películas que van este año a Cannes. Pero «Navidad» y «Huacho» son las únicas que son parte del llamado Festival de Cannes (compuesto por la Selección Oficial, la secciones Una Cierta Mirada, Cannes Classics, y las secciones paralelas Quincena de Realizadores y Semana de la Crítica). Porque ir al Festival no es el mismo que ir al Mercado de Cannes (también llamado Marché du Film), o a su submercado de cortometrajes llamado Short Film Corner.
La diferencia más importante es que para llegar al Festival de Cannes se toman en cuenta los criterios artísticos de un exclusivo grupo de seleccionadores, que se da varias vueltas por todos lados para revelar cada año una lista de películas que se espera ansiosamente -sin exagerar- en todo el mundo. Y para ir al Mercado, bueno, la verdad, nadie seleccionada nada: lo único importante es pagar una inscripción y cumplir ciertos requerimientos básicos de parte de la producción (digamos, que no sean películas familiares).
La confusión viene porque en la prensa local los dos conceptos se confunden largamente, y se publican notas insólitas que hablan de películas que van a Cannes, pero que en el fondo, solo van al Mercado. O sea, van a un catálogo que las expone para que algún productor se interese en invertir en ellas, para conseguir algún agente de ventas, alguien se interese en los derechos, etc.
Podemos discutir largamente si el arte es más importante que los negocios, o si estar en el Mercado de Cannes es algún tipo de logro. Puede que lo sea. Pero no es un logro artístico, por cierto. El problema radica en el poder de los comunicados de prensa que son publicados y repetidos ad infinitum por decenas de sitios web que no se preocupan demasiado en chequear lo que ponen a disposición de sus lectores.
Eso explica que, gracias a la astucia de encargados de prensa, se tergiverse mañosamente la información. Desde el pasado 24 de marzo, se ha dicho varias veces que Ricardo Núñez, un estudiante del Uniacc, realizó un cortometraje («Aquel lugar llamado Cine Plaza») que «se presentará en la Selección Oficial Short Film Corner» (Radio Cooperativa), «fue confirmada para participar en una de las actividades oficiales del Festival de Cine de Cannes; considerado el certamen cinematográfico más grande del mundo» (Chile.com); u otros textos que van más lejos que dicen que «fue seleccionado para competir en la sección oficial Short Film Corner de Cannes 2009» (Video de Cooperativa.cl), avisan que «Chile tendrá corto en competencia» (La Nacion), o lo dicen directamente: «Cortometraje chileno competirá en el Festival de Cannes» (La Tercera).
Lo que no dicen estas notas es que Short Film Corner NO ES una «actividad oficial» de Festival de Cannes, NO ES una competencia, sus películas distan mucho de ser «seleccionadas» o que «se confirme» su participación (claro, si entendemos por «confirmación» a algo distinto al voucher de una tarjeta de crédito por una inscripción). Pocos declaran que Short Film Corner se trata de un catálogo que el año pasado incluyó 1830 cortometrajes de 81 países, al cual se accede pagando 95 euros y en el que, por lo demás, ya se incribieron otros 5 cortometrajes chilenos. Su exhibición no es en sala (aunque se puede acceder a una pequeña salita para invitados especiales pagando extra). La gran mayoría de los cortos se exhiben en cabinas unipersonales donde los interesados pueden verlos… si los buscan.
En la mayoría de estas notas publicadas se lee que los realizadores de este corto «buscarán los recursos monetarios necesarios para cubrir su viaje a Cannes, ante diversas entidades gubernamentales y privadas, permitiendo de este modo, que la presentación del cortometraje sea una cosecha de nuevos éxitos para el cine chileno».
Sería muy triste que esto sea leído como algo distinto a lo que es: una simple aclaratoria para todos los periodistas que se dedican a cubrir temas de cine en los medios de comunicación. Pero no nos engañemos: tener 95 euros, inscribir un corto por internet, comunicarlo al mundo como un logro artístico y después salir a buscar apoyo público y privado para conseguir un pasaje y alojamiento para ir a Cannes en mayo no deja de ser una estrategia interesante. Bien por ello: todo director tiene derecho a la autopromoción de su película. El límite, para mi gusto, es la veracidad de lo que se comunica.