Ah, las estadísticas. A veces me pregunto por qué en el mundo del cine no tomamos las estadísticas más en serio. O por lo menos, tan en serio como lo hacen en el mundo del deporte. Lo digo por los premios. Muchas películas promocionan sus premios internacionales en festivales, pero no todos los premios valen lo mismo. Como sabrán, «El cielo, la tierra y la lluvia», el tercer largometraje de José Luis Torres Leiva (el primero de «ficción») estaba compitiendo en Rotterdam y no se fue con las manos vacías: el viernes pasado obtuvo el premio FIPRESCI, de la Federación de Prensa Cinematográfica. Los críticos del cine entregan premios FIPRESCI en los festivales de cine más destacados del mundo. Rotterdam es un festival destacado. De hecho, es considerado entre los BIG FIVE de Europa, es decir, los cinco festivales de cine mayor antiguedad y prestigio del viejo continente. Los otros cuatro son Cannes, Berlín, Venecia y Locarno. Son todos festivales de más de tres décadas, que han incentivado la creación artística en el cine. Curiosamente, cuatro de estos cinco festivales tiene nombres de animales para sus premios, y tres son felinos: El Leopardo (Locarno), el Tigre (Rotterdam), El León (Venecia) y el Oso (Berlín). Cannes, como saben, entrega una Palma.
Pues bien, en toda la historia del cine chileno, solo una película ha obtenido el premio mayor en alguno de estos festivales, y fue «Tres tristes tigres» de Raúl Ruiz, que en 1969 obtuvo el Leopardo de Oro (primer lugar) en Locarno. Y solo otras tres películas chilenas han obtenidos premios secundarios en estos festivales: «La Frontera» de Ricardo Larraín, quien obtuvo en 1992 un Oso de Plata (Silver Bear for Outstanding Single Achievement); «La luna en el espejo» de Silvio Caiozzi, que en Festival de Venecia de 1990 obtuvo una Copa Volpi para la actriz Gloria Munchmeyer; y más atrás, en 1966, Pedro Chaskel y Héctor Ríos por «Erase una vez» que obtuvieron el premio al Mejor Cortometraje en Locarno.
Eso es todo. No hay más. Por eso me extraña que los medios tradiciones (excepto La Tercera, que publicó el sábado una estupenda nota de Pamela Biénzobas) no hayan puesto atención a la importancia de este premio. «El cielo, la tierra y la lluvia» sería la quinta película chilena DE LA HISTORIA que obtiene un premio en un festival Big Five de Europa. Y, por tanto, es el premio más importante que ha obtenido una película chilena en más de 15 años.
Si queremos estirar el chicle, solo otras cuatro películas de directores chilenos (pero trabajando en el exilio) han obtenido premios en estos festivales: Miguel Littin con «Acta General de Chile» (producción española), quien en 1986 obtuvo un premio FIPRESCI en el Festival de Venecia, y claro, de nuevo Raúl Ruiz, quién en Berlín en 1997 obtuvo un Oso de plata (Silver Bear for Outstanding Artistic Contribution) por «Genealogías de un crimen» (producción francesa); y un KNF Award en el mismo Rotterdam en 1985 por «Les destines de Manoel» (que es esa época era el premio principal que se entregaba en Rotterdam porque aún no existian los Tigres, y lo entregaba una especie de Asociación de Críticos de Cine de Holanda). Por último, los directores chilenos Jorge Gajardo, Rodrigo González y Marilú Mallet obtuvieron una Mención Especial en el Festival de Locarno de 1975 por su largometraje episódico «Il n’y a pas d’oubli», sobre la vida diaria de unos exiliados chilenos en Canadá.
Y eso sería todo. Nunca un director chileno ha obtenido un premio en Cannes. Hasta ahora. Ese sigue siendo el único festival donde un chileno aún no se inscribe en el palmarés, aunque varios han tenido posibilidades. Ya que para obtener premios hay que estar en la competencia. Y en eso también hemos estado escualidos. Solo tres películas chilenas han estado, por ejemplo, en competencia en Berlín: «Amelia López O’Neill» de Valeria Sarmiento fue la primera, en 1991; luego vino «La Frontera» en 1992, y recién el año pasado Alejandro Fernández Almendras estuvo en competencia oficial por su corto «Lo que trae la lluvia». Y aparte de lo ya mencionado, ni en Locarno, ni en Venecia ni en Rotterdam un director chileno ha tenido más posibilidades. (Perdón, perdón, me corrijo altiro: Ruiz estuvo en Competencia Oficial en Venecia en el 2000 por «La comedia de la inocencia», esa sería el único dato extra de la causa). O sea, pocazo. O sea, aprendamos más de la prensa deportiva: ganamos tan poco en eventos de importancia, que cuando ganemos, demos más pelota que tres líneas publicadas en un breve de mala muerte en el fin de semana.