Ayer domingo vi cuatro películas: «Don’t get me wrong» (Nu te supara, dar) de la rumana Adina Pintilie; «Remitente, una carta visual» de Tiziana Panizza (ambas en competencia documental); «Las variaciones Marker» de Isaki Lacuesta y más tarde la increíble y tristísima «Al azar Baltazar» de Robert Bresson (ciclo que se está llevando el premio a la popularidad, algo medio impensable con Bresson, pero ya ven).
La primera es un documental sobre un manicomio en Rumania, una película que sería bien insoportable si no fuera porque es tan corta (50 minutos) y uno no alcanza a arrancarse los pelos: sólo se rasguña la cara. A la salida pensaba que estos subgéneros documentales resisten poco, y se me hace difícil volver a ver OTRO documental sobre un manicomio, que junto con los niños y los inmigrantes ya son tres temáticas que no solo se han vuelto lugares comunes, sino que además las maneras de enfrentarlos son siempre las mismas: una mirada que mezcla la fascinación con el asco, el horror con la ironía, y que no está muy lejos del paternalismo y la condescendencia de los freak-show Barnum de principios del siglo XX. Acá los locos parecen cuidarse solo (yo nunca vi una enfermera, aunque al parecer sí las hay por lo que dice en los créditos finales) y se afeitan, bañan y cambian los pañales entre ellos. En el patio hay otro loco que cambia piedrecitas de lugar, en la escalera de la iglesia hay un tercero que barre incesantemente y está el protagonista y su mejor amigo, que se la pasan conversando porque uno dice que tiene suporpoderes y puede dejar de que llueva si así lo desea, y el otro no le cree. Las viñetas se intercalan entre sí, se repiten incesantemente y uno empieza a preguntarse no solo por el sentido de grabar algo así, sino que además por su gracia (que a veces a mí me parece más importante… muchas cosas sinsentido me hacen mucha gracia). Así que deberíamos hacer una moratoria mundial de documentales de manicomios por lo menos por cinco años hasta que haya algo más fresco que proponer.
Respecto a «Remitente, una carta visual» no tengo mucho comentario que hacer. Yo vi la anterior de Tiziana Panizza, «Dear Nonna», y en La Fuga han valorizado su trabajo a partir solo de este corto (sobre todo Ivan Pinto, que peleó conmigo en este blog hace un par de años por este tema, y ha publicado esto y esto en esa revista, además de Carola Urrutia que también le tiene en buena estima). Panizza hace «cartas visuales» como un envio imaginario hacia el futuro o hacia alguien querido, una especie de patchwork, o más bien, un scrapbook de recortes personales, como esos que hacen las niñas durante sus vacaciones y pegan las fotos de sus amigos, y escriben sus comentarios y sensaciones que acompañan a esas imágenes. Para ello, en esta película se recolectan materiales en el Persa Bio Bio, películas encontradas, y la directora se pregunta sobre quienes son esas personas, por qué sus películas están a la venta en una feria de cachureos, y se vuelve muy atractiva la recuperación de ese recuerdo (para mi gusto, los mejores minutos de esa cinta… porque el found footage puro y duro siempre es atractivo). Pero para mi gusto el discurso que elabora Tiziana Panizza es muy insustancial, una reflexión muy simplona, y cuando quiere ir más allá, sobre explica lo que vemos y entorpece cierto lirismo que estaría buscando: como si estuviera indecisa de que la película no se fuera a entender y sobreimprime textos muy obvios entre las escenas (o pone sus reflexiones entre medio, en una voz en off en inglés y en español) para subrayar la manera que debemos «entender» estas imágenes. Ese es un tic muy molesto de la película, y que hace exactamente lo contrario que -se supone- la cinta pretende: indagar el misterio de ciertas imágenes aleatorias, imprecisas, recuperadas. Digamos, que el documental es un fertil terreno para la experimentación y (¡y la reflexión, siempre la reflexión!) pero la camarita loca de Chris Marker, y los videos sucios de Naomi Kawase y las reflexiones intensas de Harun Farocki en torno a la imagen tienen un peso específico, y digamos, no son nada candidos ni aunque pretendan serlo. Supongo que esa «falsa candidez», esa complicidad de compañera de curso volá la que me deja medio descolocado.
Algo similar me pasa con el admirado Isaki Lacuesta de quien yo no he visto ninguna de sus películas anteriores, y que se me pone en este «Las variaciones Marker», documental construido respecto a materiales de las películas del francés Chris Marker (poco visto en Chile, a pesar de lo influyente que ha sido para la historia del documental chileno en los sesentas y setentas). Es, digamos, un remontaje, y una supuesta explicación de la figura de Chris Marker a partir de sus películas, pero lo más molesto, una mitificación y reduccionismo de su cine. Lacuesta, para mi gusto, se hace demasiado el chistosito, lo que es algo bastante superficial y disonante para un cine como el de Marker (del cual tampoco he visto tantas películas, pero que me llegó muy fuerte con Chats perches). Digo, los chistecitos de Lacuesta quedan super bien para un video subido a You Tube, pero me parece que su acercamiento es muy inicial, muy pretendidamente adolescente y naive, y finalmente, está hablando (y mostrando) algo de lo que sabe muy poco. La misma carta del comienzo (y la cita del final) hablan del meme cinematografico que pretende, uno muy tontorrón, y muy peligroso porque en un ratito podríamos empezar a llenarnos de películas Godard o películas Staub-Huilliet, que no cuesta imaginar que serían caricaturas no muy distintas de «Una loca película de Esparta» o «Scary Movie». Por supuesto, de nuevo, lo más fascinante es precisamente cuando vemos el archivo Marker, su camarita loca, aunque sea a trozos malcortados. Aún así la película, aunque se esfuerce, no logra ridiculizar por todo la inmanncia de un material original que desde acá, desde la ignoracia de su obra completa, se ve poderoso. ¿Alguien se anima con un retro de Marker en Valdivia el próximo año? ¡Qué ganas de ver esas películas! (Quizás cuando las vea revalore a Lacuesta, quien sabe… aunque pensandolo bien, lo dudo).
Por ultimo estuvo la de Bresson, pero quiero dedicarle un post específico más adelante a la muestra completa. Ojo… HOY A LAS 16 HRS, SALA AINILEBU (al lado del Mercado Fluvial, donde vive el oso marino llamado Panchito) es el LANZAMIENTO DE «¿QUÉ ES EL CINE MODERNO?» DE ADRIAN MARTIN. Los que estén en Vadivia vayan porque vamos a pasar un muy buen momento… y, no me canso de decirlo, ¡habrá cerveza gratis! (Ayer cuando le mostramos el libro a Martin, lo primero que dijo de la portada fue: «Oh, que foto más grande… ¡Ahora puedo besarla! Muac-muac», en referencia a su fetiche Ana Karina). ¡Vayan!