Fuguet entrevista a Woody Allen, y la nota aparece publicada hoy en revista El Sábado de El Mercurio. Es una entrevista de esas teléfónicas, corta, por el inminente estreno de «Match point», la última del director. AF se friquea con WA (le pregunta por el congrio chileno en «Melinda y Melinda») y WA se friquea con AF («No es una obsesión con el pescado chileno», le dice). La entrevista es un rareza, me parece, porque el tono de Fuguet es de absoluto fan («Creo que ya sé quien es mi director favorito», dice en su última frase), lo que termina provocando un poco de pudor. Es entendible, me imagino. Por lo menos a mí me ha pasado: escribo cosas con absoluto entusiasmo en un diario, y luego, cuando las veo publicadas, siento resaca periodística, o cierta vergüenza. Me siento ingenuo. El periodismo embriaga, eso está claro. Yo conozco alcohólicos absolutos. Y pasa harto con las entrevistas a verdaderos famosos, o gente que uno admira. Hay periodistas que hacen sus preguntas y conversan como si fueran amigos de toda la vida, están los que les da lo mismo quién tiene al frente (los peores) y están los fans. Yo he estado en las tres posiciones y de verdad no lo tengo tan claro. No sé con cual me quedo, no sé qué es peor: si hacerse el cool o babear. Lo que sí está claro es que al editor o editora de El Sábado le hubiera gustado más que Fuguet se hubiera hecho el cool: acompañando la entrevista va una muy curiosa nota firmada por Ascanio Cavallo como poniendo paños fríos a tanto entusiasmo, y que revisa en un par de miles de caracteres el cine de Woody Allen. En fin: lectura recomendada del día.
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Aunque claro, tal vez la noticia allenesca del día sea esta otra: luego de un largo litigio con su ex productora Jean Doumanian, ayer Woody Allen perdió una demanda que en la que la señora Doumanian está en todo el derecho de hacer nuevas versiones (para la TV y los aviones) de las películas que produjo para Allen en los noventas: esto es, habrían nuevas versiones para «Balas sobre Broadway,» «Poderosa Afrodita» , «Todos dicen Te Quiero», «Los secretos de Harry», «Celebrity» y «Dulce y melancólico».
La razón de la demanda es que la señora Doumanian perdió mucha plata con estas películas (por «los altos sueldos del director, y sus gastos en rodaje», según se dijo en la corte), y más encima, no pudo venderlas a la TV abierta por su «lenguaje soez» en algunas partes. La idea de la señora Doumanian, y que fue lo que molestó a don Woody, era doblar las partes con garabatos para que pasaran la censura de los canales.
Los detalles del juicio son sabrosos: la defensa de Woody Allen presentó un solo testigo experto a su favor, el crítico de cine de revista Time, Richard Schickel, (a quien, por decir, le gustó «Celebrity»). Schickel dijo que estos doblajes dañarían «la compresión, valor de entretenimiento e integridad artística» de las películas de Woody Allen. En la demanda, el director neoyorkino se mostró más a favor de hacer cambios explícitos a las películas, como «pititos» sobre los garabatos o poniendo borrosas aquellas imágenes ofensivas, «para no engañar a las audiencias respecto a que están viendo una película distinta a la original».
Pero la ex productora, en respuesta, presentó otro testigo, Shannon McIntosh, vicepresidente de Miramax, quien dijo que los canales de TV abierta «no usan pititos», y dio algunas luces de la cantidad de garabatos que se aceptan en las películas que se dan televisión abierta en EE.UU.:
McIntosh testified that networks ‘sometimes’ permit ‘three or five’ occurrences of the word ‘ass,'» Fried wrote. «The use of the words ‘sh-t,’ ‘f–k,’ ‘c-m,’ ‘pu–y,’ ‘bl–job,’ ‘d-ck’ (not a man’s name), and ‘d-ldo’ are ‘never’ allowed.»
Igualito que en TVN.
Ahora, aunque Woody Allen perdió la demanda, los abogados de su ex productora dicen que con esto «mucha más gente podrá ver sus películas».