Hace un par de horas falleció Eddie Felson, o bien, Eddie ‘Fast’ Felson, el mejor jugador de pool del mundo, el tipo con agallas pero que inevitablemente duda ante un destino que nunca le ha presentado certezas. Falleció Billy The Kid y Butch Cassidy y el forajido juez Roy, que impone la ley a fuerza, pero también Frank Galvin, el abogado que encuentra una segunda oportunidad a su vida al ir a juicio por una mala práctica médica (y no negociar acuerdo). Falleció el arquitecto Doug Roberts que descubre a vuelta de sus vacaciones que la torre que construyó tiene cortocircuitos y está a punto de prender en llamas en mitad de una fiesta, y el ambivalente Michael Colin Gallagher, que le coquetea a la solitaria periodista que hace Sally Field para que limpie su imagen en la prensa, y el gobernador Earl K. Long, chicha fresca pero finalmente honesto, y el Señor Bridge, que tanto quería a la señora Bridge… Falleció el granjero Luke (
what we got here it’s failure to communicate…), y John Russell, Hombre, que fue criado por indígenas, Henry Gondorff, el mejor estafador de Chicago en los años 30, y Lew Harper, el detective más cool de la historia, y Andrew Craig, el escritor ganador del Premio Nobel más taquillero de la historia, y Chance y Brick, y Wayne, todas encarnaciones vivas de los mundos sudorosos y sureños de Tennessee Williams y William Faulkner. Falleció Murphy, el moralista viejo policía que no teme ingresar al Bronx, y Reg Dunlop, el violento jugador de hockey, y Rocky, pero el verdadero Rocky, ese que tenía alguien allá arriba que cuidaba de él. Tal como Paul Newman, que siempre tuvo la buena estrella cerca suyo, y empoderó al cine de una presencia intensa, luminosa y cercana.
Un resumen de la avalancha de reacciones aquí.