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Lucrecia Martel: Tormentas, susurros y saludos

Hoy jueves, en la Universidad Alberto Hurtado, Lucrecia Martel («La niña santa») dijo un par de cosas que me dejaron pensando el resto del día. Como yo fui el imbécil que provocó una feroz falla en el sonido en medio de la presentación, como penitencia les presento acá la causa de esa falla: la grabación de lo dicho por la señora Martel este mediodía. Pueden escuchar aquí un extracto de media hora de lo dicho hoy.

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(Recomiendo la opción «Bajar» para escuchar íntegramente el audio).

A mí lo que más me impactó de su conversación con Adriana Zuanic, Sebastián Campos y Christian Ramírez es lo que pueden escuchar desde los 10 minutos con 45 segundos.

El sonido es lo único táctil que tiene una película. (…) Extrañamente en las escuelas de cine, probablemente porque la cámara es lo más caro que hay en un rodaje, el privilegio con que se habla de parte visual excede el interés que se le presta al sonido. A punto tal que el sonidista es un chico -por lo general- flaco, ojeroso, que está escondido con la caña y que todos lo empujan y corren porque hace sombra. Y el camarógrafo es, en general, alguien muy seguro de sí mismo, que maltrata bastante a todos y que cuando entra él, se produce un silencio.

Cada director elige, o patalea, el sistema que le sirve para narrar. A mí el que me sirve es definir el marco sonoro de la película. Saber más o menos qué sensación general va a haber en la sala con la película. Como un tono general. Que en «La ciénaga» era la tormenta que nunca caía, y «La niña santa» eran (…) los susurros y el saludo. Que son dos marcos sonoros que definen muchas cosas. En el susurro uno dice las mentiras, es como la palabra más íntima, lo que uno dice en la cama, las verdades que uno quiere que nadie escuche. El susurro es una voz especial que uno pone para influir de manera muy directa en alguien. Y el saludo es una especie de nada que hacemos todos los días, que es el epitome de la falsedad social. Qué tal, buenos días, mucho gusto, con una cara de que todos nos caen bien.

Cada uno de ustedes se va a inventar, y espero que así sea, su sistema de cómo llegar al relato. Lo que les recomiendo por mi experiencia es abrevar en la experiencia de uno, estar atento a la memoria, prestar atención a cómo están compuestas las cosas que uno observa y que le llaman la atención, que nos dan mucha alegría o que nos dan mucha tristeza. Ese es un lugar muy seguro de originalidad. Porque esa posición de percepción de cada de ustedes es absolutamente única. Es imposible estar en el lugar desde el cual cada uno de ustedes ven las cosas. Entonces me parece a mí que más que preocuparse de cómo es ser latinoamericano, estén atentos, muy atentos, a qué es lo que observan y perciben del entorno. Que el cine, o lo que sea que elijan como herramienta de expresión, nos permita deconstruir la realidad. Esa es quizás la vocación más política que podamos tener todos. (…) Esto que está afuera, que por muchos actores de poder ha sido instituida como una cosa inalterable que tenemos que aceptar, en el fondo, es una cosa llena de fisuras, que si miramos con detalle, aparecen: la ambigüedad, el absurdo, la injusticia, son cosas en las que la realidad, el mundo, muestra su hilacha.