Finalmente los medios están poniendo atención. El caso de Elena Varela tomó fuerza en las últimas semanas, tras el trabajo de crear conciencia de un grupo grande de personas que cree en el documental y en la necesidad de que sea respetado.
La Nación Domingo se ha transformado en el medio más entusiasta con el caso: ahí, y solo ahí, pudimos saber de la protesta en el homenaje al centenario de Allende en el Centro Cultural Palacio La Moneda hace un par de semanas, cuando Marcela Said, Pedro Lemebel, Pablo Azócar y grupo más de artistas se sacó las chaquetas que tenían puestas y quedaron con una poleras que decían: «Libertad a Elena Varela». Lemebel escribió una columna sobre su experiencia (a la Flaubert, cuando dice «Elena Varela soy yo»), y en esa misma edición del diario se publicó una entrevista hecha por Jaime Díaz (el director de la aún en cartelera y muy recomendable «La revolución de los pingüinos») a la documentalista. Ese domingo apareció la versión en papel, porque la noche anterior pudimos ver cómo las cintas de la entrevista fueron ocupadas además para una nota en Chilevisión. Ya ven: los documentalistas sí prestan las cintas, no hay que requisárselas.
En esa entrevista Elena Varela desmiente un dato que se ha dicho todo el rato sobre ella: que era mirista. Ella dice que ni antes ni ahora, simplemente nunca ha sido miembro del MIR. A ver que dice ahora Gonzalo Rojas, quien es el autor de u una insultante y condenatoria columna publicada en Reportajes de El Mercurio hace dos meses, cuando este caso recién comenzaba.
De todas maneras, muchos medios (en especial los noticiarios de televisión) están en deuda con la cobertura de este tema. Algunos diario también. La Tercera, por ejemplo, apenas le dedicó una nota muy breve (imposible de linkear, pero más pequeña que la que apareció en El Mercurio) cuando ocurrió lo de la medida cautelar interpuesta ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos apoyada por el Centro de Derechos Humanos de la Universidad Diego Portales, la Asociación de Documentalistas de Chile y el Observatorio de Pueblos Indígenas (que a partir del viernes 4 de julio pasó a llamarse simplemente Observatorio Ciudadano, ante lo que me pregunto si este caso tuvo alguna relación con el cambio de nombre). Aparte de eso, todavía minísculo, en esos medios no han aparecido mayores referencias al tema. Pero esto debería cambiar en las próximas semanas: dos de los mejores periodistas de revistas de Chile, Roberto Farías y Luis Miranda Valderrama, están haciendo reportajes sobre el caso de Elena Varela: Farías, al parecer, para revista Paula, y Miranda para la revista El Sábado de El Mercurio. De hecho, los dos se encontraron reporteando el tema esta semana en Rancagua, cuando se hizo la primera audiencia judicial sobre el caso.
Por cierto, en esa audiencia se le denegó la libertad con medidas cautelares que solicitaba la defensa de Elena Varela, lo que es un duro golpe en el caso solo comparable con la denegación que hizo la semana anterior la Corte Suprema a los recursos de amparo interpuestos en favor de la documentalista y sus materiales. Han pasado dos meses desde su detención y Elena Varela sigue en una cárcel de Alta Seguridad tal como en el primer día.
Quizás la única noticia positiva que ha salido de todo esto es la que se supo ayer, cuando los diputados Alvaro Escobar, Marco Enríquez Ominami y la ministra de Cultura Paulina Urrutia anunciaron un proyecto de ley para respetar el secreto profesional de los documentalistas, lo que me parece muy bien, pero que es un tema al que debe hacerse un seguimiento para que no quede en la promesa.
Y esto es porque claramente el tema principal respecto a este caso es que existe un procedimiento policial en la Novena Región cuando alguien va con una cámara, y esa es detenerlo, requisar sus materiales, y muchas veces, levantar una acusación falsa. Esa es la manera que han encontrado de disuadir a los documentalistas.
Es decir, el camino más rápido para que alguien te detenga en Chile, es agarrar una cámara y grabar mapuches.
Hoy pueden leer un artículo muy bueno que aparece, de nuevo, en La Nación Domingo sobre este tema, el cual recopila varios de estos casos, en especial, el de Gonzalo Vergara, también documentalista (coautor con Fernando Lavanderos de «Este año no hay cosecha»), quien el año pasado, trabajando para el programa «Piel de Jaguar» de TVN también fue detenido y sus materiales fueron requisados. Además de tener sus materiales requisados por más de 10 días (¡por estar filmando UN JUICIO a un comunero mapuche!), los problemas no se quedaron ahí:
Vergara relata: «TVN quería hacer unos documentales onda Michael Moore. Pero a la hora de los quiubos, la censura fue implacable, sobre todo blanqueando y ablandando la crítica a las forestales. La empresa Mininco actuó tan ‘heavy’ que exigió al canal que volviera un equipo de producción a grabar cómo hacen programas de cooperación con algunas comunidades mapuches. Lo pagaron de su bolsillo y en el documental hay incrustado algo que yo llamo ‘el video corporativo’».
¿Y qué es lo que no podía aparecer?
«Cuesta demasiado poner al aire la crítica dura a las forestales. Pero el problema ecológico tiene directa relación con el conflicto, le da sentido de urgencia y así puedes entender la lucha mapuche. Nos censuraban alegando razones editoriales y de contenido. Llegó al punto que Gonzalo Vial, como vocero de Forestal Mininco, fue a golpear la mesa del director de TVN, Daniel Fernández, y la cuestión casi no sale al aire. Lo que se ve es un documental que perdió todo sentido de autor: donde el enemigo principal de la causa mapuche quedó en segundo plano».
El programa fue emitido en diciembre de 2006.
El artículo de Marcos Moraga está muy bueno, pero tiene un error. Dice que en 1999 «el Premio Nacional y fundador de la Escuela de Cine Experimental de la Universidad de Chile, Sergio Bravo, fue detenido junto a Jeannette Paillán mientras filmaba un nguillatún en la comuna de Tirúa».
Bueno, eso es un error. Y lo sé porque fui yo el que escribió ese error en este blog.
La verdad (y desde ahora quedará corregido en la entrada original), según me contó el profesor Luis Candia del Instituto Profesional Arcos, muy cercano a Sergio Bravo, no fue don Sergio el que fue detenido en 1999, sino que su hijo llamado Sergio Iván Bravo, también documentalista, que actualmente vive en Francia. Por lo que me decía Lucho, a Sergio Iván lo detuvieron justamente después de salir de un nguillatún en 1999, y es verdad que le requisaron los materiales, pero los de investigaciones poco pudieron hacer con ellos porque estaban en BETACAM PAL, un formato difícil de conseguir en Chile, así que finalmente se los devolvieron.
Lo importante de ese testimonio es que ya desde hace 10 años que se practica este modus operandi.
Hago el mea culpa porque cuando hay tan pocas fuentes de información, en casos como estos, la rigurosidad es un bien necesario al cual hay que aferrarse. Y de tanto googlear, mejor es googlear bien y encontrarse con esta aclaración.