Mientras pasan los días, el tema de la detención de Elena Varela se vuelve más complejo y simultáneamente también se hacen más claros los diversos matices que ofrece al análisis. Hay tres preguntas que me hago, y supongo, deben ser las preguntas que se hacen más miembros de la comunidad audiovisual en este momento.
La primera pregunta es: ¿Es Elena Varela culpable o inocente de lo que se le acusa?
La segunda pregunta es: ¿Es relevante su culpabilidad o inocencia respecto al documental que realiza?
La tercera pregunta es: ¿Qué clase de apoyo debe uno darle en su calidad de miembro de la comunidad audiovisual en Chile (en mi caso, guionista, pero en el caso de otros, directores, documentalistas, actores, etc)?
La primera pregunta es fácil de responder. ¿Es Elena Varela culpable o inocente de lo que se le acusa? No lo sé. Creo que pocos, quizás excepto sus más cercanos, lo sepan. Está acusada, y de momento, será inocente hasta que se demuestre lo contrario. Por lo tanto, hasta el momento, Elena Varela es inocente.
Ahora, hay que ser honestos con esta pregunta, que siento que en estos momentos tiene mucho de tabú. Cuando fue detenida, Elena Varela no tenía demasiados «vínculos» (red social, amistades, negocios, etc) con la comunidad audiovisual. Por tratarse «Newen Mapu Che» de su primer largometraje documental, tampoco era muy conocida por sus trabajos anteriores. Eso explica cierta demora en un apoyo enfático y vehemente de parte de esta comunidad a su caso. Ese desconocimiento de su persona, sumado a la dureza de los cargos formulados por la Fiscalía («autora intelectual» de dos asaltos, en uno de los cuales fallecieron personas, además de «asociación ilicita terrorista»), puedo dar fe que pocos en el medio audiovisual se atrevieron a clamar a los cuatro vientos su inocencia. Es verdad: hubo prudencia. Quizás demasiada. Pero una muy desagradable, esa que mientras se practica produce una sensación terrible. No es llegar y «poner las manos al fuego» por alguien que no se conoce, lo que me parece una sensación legítima ante el desconocimiento del caso, que tiene aristas muy particulares. Tampoco es recomendable el silencio y el eufemismo.
Pero han pasado cosas en estos días que probablemente den vuelta esa sensación primera.
Hoy conversábamos con Cristián Jiménez, que estaba presente en la conferencia de prensa de la que hablaré más adelante, y él me decía que si el detenido hubiera sido -por ejemplo- Dauno Tótoro, director de «El despojo», otro documental sobre la lucha del pueblo mapuche, la reacción de gremio habría sido más inmediata e irrestricta. Los directores, guionistas, documentalistas rápidamente estarían pidiendo su liberación con protestas en la puerta de La Moneda, con cartas airadas y búsqueda de apoyo internacional ante este atropello. Porque a Dauno lo conocemos.
Es verdad. Con Elena Varela no ha pasado eso.
Pero debería empezar a pasar.
Porque, antes que todo, su supuesta «culpabilidad» en lo que se le imputa no tiene ninguna relevancia respecto a la obtención de los fondos del año pasado (ya lo dije en un post anterior). Y, si acaso las rendiciones presentadas están en buena ley, tampoco deberían ser relevantes al momento de seguir entregándole la plata que ya obtuvo (algo a lo que habrá que estar atentos, porque veo que será difícil que eso ocurra si el tema sigue tan candente en lo político).
Pero más impotante, como alguien decía hoy, es que aunque Elena Varela fuera encontrada culpable, y fuera condenada a la cárcel, no se le podrían negar los fondos para la realización de su documental. Perfectamente podría seguir haciéndolo desde la privación de libertad, porque un artista no es menos artista por estar en la cárcel, y si Elena Varela demuestra que los fondos del Estado fueron para realizar el documental y no para otra cosa, está en su derecho legal de seguir recibiéndolos incluso aunque fuera procesada y condenada.
¿Acaso no fue Cervantes el que hizo un libro en la cárcel? (A ver si Francisco Vidal le pide los papeles de antecedentes a todos los escritores que tiene en su biblioteca…)
Por lo tanto, ante la segunda pregunta, ¿es relevante su culpabilidad e inocencia respecto al documental que realiza?, la respuesta más lógica es no. Aunque fuera culpable, y termina su película, no sería menos documentalista.
Pero es la tercera pregunta la que vale finalmente la pena contestar, ¿no?
¿Qué clase de apoyo debe uno darle a Elena Varela en su calidad de miembro de la comunidad audiovisual en Chile?
Yo tengo una respuesta. Es la mía, y me gustaría que fuera la de más personas en la comunidad audiovisual. Porque he llegado a la convicción de que Elena Varela debe ser liberada del presidio en el que se encuentra, y que todos en el sector audiovisual deberíamos apoyar esa causa.
No me ha sido fácil llegar a esta convicción. Como decía, no conozco personalmente a Elena Varela y no puedo dar fe directa de quién sea ella como persona, y si efectivamente no estuvo implicada en nada de lo que se le acusa.
Pero no he dejado de pensar en su caso. Y bien podría estar esperando juicio y siendo investigada desde su casa.
Son varias, demasiadas las razones por las que Elena Varela debería estar libre.
La primera, quizás la más evidente, es que está siendo juzgada por un régimen particularmente estricto, casi medieval: la jueza Andrea Urbina determinó que Elena Varela debe pasar en prisión preventiva ¡por seis meses! que es el tiempo determinado por la Fiscalía para realizar la investigación.
¡Seis meses en una cárcel de Rancagua mientras te investigan!
Y sin embargo, la llamada «autoría intelectual» o la imputación de «inductor» en esta clase de asaltos es algo muy difícil de probar en la legislación internacional, en especial en los casos de agrupaciones armadas o «terroristas». Esto escribe un jurista español en su blog:
El terrorismo del siglo XXI no precisa de autores intelectuales, de personas que den la orden, porque son los autores materiales quiénes gozan de la capacidad y autonomía para planear y realizar los criminales atentados, ya que ellos se financian también autónomamente. […]
Las organizaciones terroristas del siglo XXI realmente no son organizaciones, sino que son redes, en la que las conexiones son dispersas y en las que cada componente se encuentra en un rango equivalente, pudiendo actuar autónomamente, sin necesidad de órdenes o comunicaciones, y en las que la supresión de una de sus unidades sólo permite que caiga esa unidad, ya que cada componente de la red existe, se financia y actúa independientemente del resto de la red, con la que mantiene relaciones líquidas, llegando a desconocer la existencia de buena parte de la red a la que pertenece.
Es decir, pueden pasar seis meses de cárcel para Elena Varela tras los cuales la investigación no sea concluyente respecto a su «autoría intelectual».
Pero por si fuera poco hay además otro punto, quizás el más interesante: la detención e incautación de materiales de Elena Varela es el tercer caso de detención que ocurre con documentalistas en los últimos dos meses. El tercero. Los otros dos ocurrieron en marzo y hace un par de semanas. A saber:
* Dos periodistas franceses, Christopher Cyril Harrison y Joffrey Paul Rossj, fueron detenidos el 17 de marzo pasado en Collipulli, mientras acompañaban a un werkén con una cámara para un trabajo documental que estaban haciendo. ¿Su delito? Haber filmado un incendio la noche anterior, ocurrido en un predio cercano. Los tuvieron detenidos por 10 horas en una comisaría de Angol. Por cierto, la policía requisó los equipos de filmación, así como las cintas que contenían el trabajo realizado hasta ese momento. «Fuimos tratados como unos delincuentes, […] me acusaron de provocar un incendio, lo que es falso. Nos acusaron de provocar el fuego y de ser miembros de la ETA de España, lo que negamos tajantemente», dijo Cyril al diario La Prensa Austral. Más detalles acá. Aunque un intento de expulsión de los extranjeros, el consul francés evitó que eso ocurriera, pero quizás fue para peor: dos días después de que se decretara que los franceses podían seguir haciendo documental, ellos y el mismo werkén fueron agredidos por un grupo de doce personas que los interceptó en la calle. Hubo fracturas nasales, armas cortopunzantes, paliza.
* Algo similar ocurrió el sábado 3 de mayo con Giuseppe Gabriele y Dario Ioseffi, dos documentalistas italianos, en momentos en que hacían un registro audiovisual de una movilización mapuche en un predio de Forestal Mininco, reivindicado hace casi dos décadas por la Comunidad Chupilko, asentada en el sector. Los italianos se encontraban entrevistando a un lonko de esa comunidad al momento de la detención. «Nos han tratado como los peores terroristas del mundo, nos aprehendieron como en una película americana, con la cara en el suelo y con las esposas bien apretadas, no sabíamos lo que estaba pasando», señaló Gabriele Giuseppe. Aunque fueron puestos en libertad luego de la detención, la versión original de Carabineros los acusó de querer «robarse la madera en el predio de Mininco». ¡Viajaron miles de kilómetros desde Roma para robar madera! Más insólita fue la reacción de la Intendenta de la región de la Araucanía, Gloria Barrientos, que decretó la expulsión de los italianos del territorio.
Y empieza a verse curioso cómo los tres casos comparten tantos elementos: documentalistas que se encuentran grabando a dirigentes mapuches, que son violentamente reprimidos por la policía, que se les requisan sus materiales de grabación, y luego son acusados de «algo» para que no puedan seguir haciendo su trabajo.
Algo pasa en el territorio mapuche. Ir a grabar lo que allí ocurre se vuelve inmediatamente sospechoso para la policía.
Y hay que ser demasiado ingenuo como para pensar que lo de Elena Varela no se encuentre en la misma tendencia represiva.
Entonces… todo empieza a verse más raro. Yo no soy muy dado a las conspiraciones pero -si me preguntan- claramente alguien quiere ocultar algo allá en territorio mapuche. Y tiene la fuerza para hacerlo.
Pero, claro, nos les va a servir de mucho: es precisamente a lugares como esos a los que les gusta ir a los documentalistas.
Así que dudo que las detenciones se acaben ahora.
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Bueno, ha sido este un post largo, y eso que todavía no cuento lo que pasó hoy día.
Esta mañana fue la conferencia de prensa convocada por Plataforma Audiovisual para dar a conocer a los medios de comunicación la posición de la comunidad del medio audiovisual respecto a la detención de Elena Varela. Qué quieren que les diga: había pocos medios (solo logré distinguir a LUN y la radio ADN, pero puede que haya habido más, ya veremos) acompañados de una saludable cantidad de directores y figuras del cine chileno. Fue emocionante ver cómo estaban ahí Pedro Chaskel, Andrés Wood, Silvio Caiozzi, Andrés Racz, Pablo Perelman, Alicia Scherson, Cristián Jimenez, el guionista Julio Rojas, y claro, documentalistas como Sebastián Moreno, Rodrigo Moreno, Paola Castillo, Carmen Luz Parot, Tiziana Panizza, que son quienes recuerdo ahora (había más, pero no me juzguen por no poner la lista completa). Es decir, había gente en la sede de SINTECI, el Sindicato de Técnicos Cinematográficos y Audiovisual que está ubicado en el barrio Bellavista.
En el escenario, compartieron mesa Ignacio Agüero, Francisco Gedda, Viviana Erpel y Martín Rodríguez. Fueron leídas declaraciones y todos dieron a entender cómo la detención de Elena Varela era una pésima señal para el movimiento documental, la comunidad audiovisual y para el país. Pueden ver lo ocurrido en estos dos videos que subí a YouTube.
Lo más curioso de lo ocurrido esta mañana estuvo en una carta enviada por la ministra Paulina Urrutia, en la que mete a la Cineteca Nacional en medio del embrollo, para asegurar que los materiales grabados por Elena Varela sean copiados y por tanto, resguardados. Esto dice la carta:
Hemos puesto a disposición de la Fiscalía a la Cineteca Nacional y sus profesionales para realizar los debidos respaldos del material incautado, con la finalidad de evitar daños y cualquier riesgo de pérdida.
Los presentes, como Francisco Gedda, manifestaron que en rigor lo que debió pedirse fue la devolución íntegra de esas grabaciones más que una copia, porque no deberían ser ocupados como medios de prueba ni material de inteligencia… pero en fin. Al rato apareció también Ignacio Aliaga, director de la Cineteca Nacional, a contar que el lunes era muy probable que tuvieran que ir hasta la cárcel de Rancagua a copiar los materiales.
Esa es la situación de este minuto. Elena Varela sigue en la cárcel, pero ya parece haber más claridad respecto a la necesidad de defender su caso.
Una defensa que va a más allá de defender un fondo o a un gremio. Una defensa que cada vez se parece más a defender una convicción.