Ayer estuve en Valdivia y me colé al rodaje del «El cielo, la tierra y la lluvia», el primer largometraje de Jose Luis Torres Leiva. Llegué de noche, y todo lo que vi fue una camioneta que tenía una regadera encima para simular la típica lluvia valdiviana, que está en el título de la película, y que no se hizo presente en ninguna de las cuatro semanas de rodaje. Adentro de las camioneta estaban dos actores, y afuera estaba el equipo de trabajo con el cansancio y la alegría de estar en el penúltimo día de rodaje.
Según entiendo, hoy terminan todo. La sensación anoche era de tranquilidad y satisfacción. José Luis me invitó a ver algunos transfers (o weeklies, porque por no le daba para dailies). Por supuesto, estamos hablando de planos sueltos, sin sonido y, según me recordaba Inti Briones, el director de fotografía, aún sin un sofisticado proceso de postproducción que nos mostraría el color deseado. Lo que vimos anoche, por lo tanto, era bien poco parecido a lo que será la película final.
Sin embargo, debo decir que quede impresionado con esos planos silenciosos y alargados. Conozco pocos directores chilenos tan entusiasmados por la composición de sus encuadres, y tan concientes de «la lectura» que proponen al espectador. Es raro, pero me entretuve leyendo esos planos silenciosos, como quien se entretiene leyendo a escondidas el borrador de una novela bien escrita. José Luis sabe escribir, por decirlo así. Y como sabe de timings, sabe ser chistoso (hay una secuencia hilarante que transcurre en una peluquería de pueblo).
Por supuesto, no puedo hablar acá de una película que no está ni por cerca terminada. Pero lo que vi, me dejó pensando.
Ya en la noche, de vuelta en el bus a Santiago, me desperté en mitad de la noche con las luces que entraban entre las cortinas mal cerradas. Tuve una pesadilla, terrorífica y chistosa y finalmente muy snob. Soñé que estaba dentro de un ascensor, y que no quería bajarme porque en cada piso transcurría una escena terrorífica de alguna película de David Lynch (cortinas rojas que escondían asesinos, estacionamientos con seres aterradores detrás del basurero, y locos con motosierra y caníbales, aunque esa no creo que pueda ubicarla entre ninguna de Lynch).
Me costó volver a dormirme.
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Udo Jacobsen en su editorial de junio de «Fuera de Campo» hace un llamado al silencio a partir de la muerte de Guillermo Cifuentes, y a la acción a partir de la toma de los estudiantes de cine de la Universidad de Valparaíso. Yo también alguna vez estudié en Valparaíso, y solo puedo dar fe de que, en esos lados, las autoridades universitarias son tan cabeza de pelota que, simplemente, sin tomas no se llega a ningún lado. Los estudiantes CineUV tienen su blog, como Iván Pinto anotó muy bien en los comentarios de este sitio: http://www.cineuv.blogspot.com/ ¡Fuerza, cabros! ¡Este blog apoya el paro!
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Lectura imperdible (recomendada por Ernesto Ayala): Aspectos fundamentales de mi cine, por Cristián Sánchez, en La Fuga, que en su última actualización incluyó una potente cobertura al último Bafici.
Dice Sánchez, en el apartado Por qué filmar:
[…] El cine permite una forma de pensamiento que es casi siempre una meditación en devenir, un revoloteo incierto que aborda sin miramientos lo desconocido y el sin sentido. Amar el sin sentido, rehusar los límites de un universo considerado en su sola utilidad, prestar oído al fondo indiferenciado, al hormigueo silencioso de las cosas, es aceptar la disolución de toda conciencia, voluntad o deseo, es vivir en el corazón del mundo, en el corazón de la cosa misma. El cine hace esto con facilidad, sin impostura.
Y termina:
[…] Lo que me lleva a filmar es proponer ciertos asuntos vitales, tales como: el viaje sin retorno, la errancia sin propósito, los secretos sin explicación, la aparición súbita de lo sagrado como un destello de gracia o iluminación, la inmadurez como apertura a la vida, los devenires como relación con lo desconocido, la violencia del desafío, la turbulencia erótica que afirma la vida, la generosidad sin reciprocidad y el abandono esencial, que es la condición de toda autenticidad y soberanía. Pero sobre todo, yo hago cine para tratar de alcanzar, como dice Maurice Blanchot: «el corazón extraño de la lejanía como vida y corazón único de la cosa.» Y por algunas otras razones que no deseo revelar.
Como saben, a prepararse porque el próximo martes comienza la completa retrospectiva de Cristián Sánchez en la Cineteca Nacional. Y sigue hasta este domingo el ciclo de cine taiwanés.