La primera vez que escuché acerca de esto fue en octubre del año pasado en el cumpleaños de Natalia Del Campo, directora de Radio Concierto y ex compañera de universidad. El que contó la papa fue Javier Sanfeliú que andaba como raro, con cara de secreto. Lo miramos un rato y no hubo que apretarlo mucho como para que confesara. Ahí saltó con la noticia. «Es probable, si todo sale bien, que Raúl Ruiz haga un radioteatro para la radio», dijo. Nos pidió el ultra top secret, se encomendó a un par de santitos para que todo resultara, y me dijo que en caso de que las gestiones fueran exitosas me iba a llamar para contar algo acá en el blog.
A mí la idea me pareció muy buena, y esperé. Dos meses para ser exactos. Ahí Sanfeliú llamó por teléfono, pero no le escuché nada de lo que dijo, y se dio cuenta, y me mandó un mensaje de texto. Decía algo así:
Raul ruiz el miercoles 19:00
Llegué el miércoles 13 de diciembre a las 19:02 a los estudios de radio Concierto, y la gente tenía cara como de haber esperado media hora. Volví a mirar mi reloj y efectivamente eran las 19:02. «Puntualidad europea», creo que me dijo la Natalia. Los convocados era una especie de dream team de alguna pesadilla. Ahí estaba Carlos Flores (a estas alturas actor fetiche de Ruiz, si recordamos «Días de campo»), Angel Parra (el verdadero, no su hijo de Los Tres), el poeta Julio Carrasco, Natalia, Javier, Pato Urzúa, y un par de señores contemporáneos de Ruiz a quienes nunca logré reconocer. Los únicos actores profesionales eran mujeres: Chamila Rodríguez y Macarena Teke (la chica muda de «La sagrada familia») [Al día siguiente se sumaron Cristian Carvajal de «El rey planta» y Marcela Golzio de «Roman Photo»].
Saludé rápidamente y me instalé a un lado a mirar lo que iba a ocurrir. Había un par de fotógrafos y también estaba Inti Briones con una cámara de video registrando todo. No me demoré mucho en darme cuenta de que uno de los micrófonos era para mí. «Faltan voces de hombre», creo que me dijeron. Vi el guión que, en efecto, no era un guión: eran frases puestas una debajo de otra, sin ningún tipo de indicaciones y sin ningún nombre de personajes. Solo frases. Diálogos de fantasmas.
En el estudio estaban todos los micrófonos dispuestos en torno a un círculo imaginario, y la única instrucción clara de Ruiz fue que esta era una radionovela que transcurría en el día de la muerte de Gabriela Mistral en 1957, que el personaje principal era un ciego, y que todo estaba contado desde el punto de vista del ciego. Algunos se rieron con esto último (yo me reí, por lo menos) pero por supuesto Ruiz estaba hablando en serio. Todos íbamos a leer una frase, uno después de otro. «La idea es que no se entienda quien está hablando», dijo Ruiz. Y empezamos.
El guión decía:
LOS CINCO SENTIDOS
CAPITULO 01
09 DE LA MAÑANA-Cuéntese otra abuelito.
-¿Cómo qué?
-Cuéntese la de Juan Soldado.
-La de las cajitas de agua, abuelito.
-Mire señor, muy joven será usted, pero yo no soy tan viejo.
-Ya, hasta que se ofendió…
-No si no. Cuántos años me echa…
-Varios, abuelito. Varios años.
-La semana pasada recién cumplí cuarenta y siete y medio.
-Y con el pelo blanco.
-¿Y siempre fue ciego?
-A mucha honra, mire.
-¿Y está orgulloso de ser ciego?
-A mucha honra, mire ve.
-Dijo «mire ve».
Ensayamos una vez, cada uno tratando de imaginarse un tono de voz, o tratando de actuar un personaje. Ruiz entonces dio una sola instrucción: «Menos impostado». Yo con eso entendí que hablaramos lo más natural posible. Eso hicimos. Todos dijimos una línea, excepto Angel Parra que hacía del abuelito (ahí nos dimos cuenta). Mi línea fue: «La de las cajitas de agua, abuelito». Ensayamos una vez más y las 19:50 ya estábamos grabando.
La historia de LOS CINCO SENTIDOS, según fui entendiendo, es más o menos así: el 10 de enero de 1957, el día que muere Gabriela Mistral, un grupo de personas intenta hacer un minuto de silencio que se ve interrumpido cuatro veces por los más diversos ruidos. Luego, Hermes Guajardo (Angel Parra), un ciego muy parlanchín, es testigo de un striptease que le hace una sensual bataclana. Pero después la bataclana se enoja de la frescura del ciego, y el ciego parte a un bar llamado Los Cinco Sentidos. Todo eso pasa en el primer capítulo.
En el segundo capítulo, el ciego se sube a una micro, donde escuchamos las voces de todo Chile -incluidas las canciones de unos canutos- y se encuentra con un Sordo Mudo (yo), quien de paso lo acompaña al bar de los Cinco Sentidos. «Bah, los Cinco Sentidos», dice Angel Parra, «¿por qué se llamará así». «Bueno, usted es ciego, yo soy sordo. Ya van dos», le digo yo. «Tres», dice otro. «¿Y usted?». «Yo soy insípido».
El Ciego, el Sordo Mudo, el Insípido se encuentran en el bar con dos sentidos más: El Inodoro y la Intacta. De ahí en adelante todo se hace aún más confuso: intentan reconocer el sonido de los pájaros chilenos que oyen cuando se abre la ventana, son testigos de una carrera de suplementeros, y rechazan a un cojo y un tuerto «porque eso es en el bar de al lado».
En el tercer capítulo, almuerzan y los oímos masticar. Son masticadores profesionales.
«¿Se han dado cuenta de que la única poesía, la auténtica poesía, está en la radio?», dice uno de los personajes. Y entonces escuchan una radionovela dentro de la radionovela. Una historia de amor: «Ella era diez años mayor, una famosa escritora, y él, un oscuro funcionario de la caja de empleados públicos y periodistas».
«Ese y periodistas márcalo mejor, con una pausa antes», dice Ruiz al locutor Marcelo Zúñiga, quien en rigor -después nos enteramos- es nada menos que el gerente general del consorcio Iberoamerican (al cual pertenece Concierto). «Y periodíiistas«, le marca Ruiz, con cierto desprecio divertido.
«Y periodíiiiistas«, repite Zúñiga.
«Perfecto».
La radionovela es interrumpida por una cadena nacional en la que se anuncia el duelo por la muerte de Gabriela Mistral. Y por un campeonato de estornudos. Y una pelea. Y los ruidos a los lejos en un avión. Y un locutor que dice: «Y estuvieron estornudando el resto de la tarde».
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Yo aún no he escuchado la radionovela terminada, pero de acuerdo a los guiones que leímos (porque en mi caso decir actuar es una exageración), se puede notar cierta nostalgia muy marcada por una manera de hablar de los años 50s, manera de hablar que Ruiz parecía tener en la cabeza. «La gente ahora habla muy distinto», dijo en un par de veces, y creí entender lo que estaba diciendo. Por ejemplo, en un momento Chamila estuvo leyendo su guíon que decía, «A las seis, en el Carillón». Y lo leyó así: Carillón. Algo que sacó de las casillas a Ruiz: «¡¡Crillón, Crillón!! ¡¡Por favor!!». «Aquí dice Carillón«, trató de defenderse Chamila. Pero eso no dejó tranquilo a Ruiz. «Está bien que hayan pasado tres décadas pero… ¡El hotel Crillón, donde mataron a Pumarino!».
Por supuesto, yo no dije nada. Qué va a saber uno que en el hotel Crillón mataron a Pumarino. Qué va a saber uno quién es Pumarino.
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Como les decía, no he escuchado el radioteatro, pero todo este post es para invitarlos a que lo escuchen mañana MIERCOLES en RADIO CONCIERTO. Para hacerlo cantamos, estornudamos, comimos galletas muy cerca de los micrófonos, gritamos como vendedores callejeros, nos pegamos en el cuerpo como si estuvieramos peleando y hasta corrimos por los pasillos de la radio, ante la mirada atónita de Fernando Paulsen que a esa hora estaba haciendo su programa en su locutorio.
Los tres capítulos irán en tres horarios durante el día miércoles: 15:15 horas, 18:45 horas y 21:15 horas. Y luego, a las 23:15 horas transmitirán los tres seguidos. Todo será repetido el domingo 28 de enero en el espacio Dingo Domingo. Los que se hagan el ánimo de escucharlo a ver si lo comentan. Esta radionovela es una película de Ruiz, una llena de links nostálgicos de una lengua muerta: la manera de hablar de los chilenos de hace 50 años. Es también un homenaje al país que se olvida de hacer homenajes. Hay en todo esto, bien escondido entre las risas y el absurdo, un sentimiento muy profundo.
Y a ver si alguien reconoce mi voz. Por lo pronto los dejo con la promo, y con un adelanto exclusivo, un verdadero bootleg grabado a escondidas de la gente de la radio: un accidentado grupo de canutos cantando desafinados, con guitarra de Angel Parra e instrucciones/interrupciones del director.
Los belmont.